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sábado, 5 de mayo de 2012

Un gran y sencillo hombre: Arturo Andrés Roig (1922 – 2012)

Roig fue un gran y sencillo hombre. Por eso, cuando le dimos el último adiós sentimos su ausencia pero también la paz de alguien que nunca vendió su dignidad, que fue fiel a sí mismo y a los pueblos por los que transitó.

Arturo Andrés Roig junto a su esposa Irma Alsina Manen.
Martín Aveiro / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

El lunes 31 de abril, por la mañana, en las vísperas del día del trabajador, nos enteramos de la triste noticia del fallecimiento de un grande de las ideas, del pensamiento y de la pedagogía Latinoamericana. Por la noche, con un cierto fresquito otoñal mendocino, nos fuimos a verlo. El maestro yacía en su último sueño; su esposa Irma, la compañera de toda la vida, sollozaba sin consuelo. Juntos, en los últimos tiempos, caminaban con dificultad, ayudados de bastones, pero no dejaban de asistir a cuanto lugar los invitaran a pesar de que Arturo, el gran Arturo, éste 16 de julio cumpliría 90 años.

Había nacido en 1922 en Argentina, hermano mellizo de Fidel e hijo de Fidel Roig Matóns y de María Elisabeth Simón. Su padre había nacido en Gerona en 1884, hijo de Arturo Roig, mueblero y ebanista de aquella ciudad. Don Fidel se había perfeccionado en violín en Barcelona y, en 1909, su primo concertista Agustín Roig lo invitó a la ciudad de Mendoza y formó con él un cuarteto de cuerdas. A partir de 1929 se dedicó a la pintura e integró el grupo fundador de la Academia de Bellas Artes de Mendoza. Se preocupó por plasmar en sus dibujos a la etnia Huarpe de Cuyo, entre ellos está el cuadro de “Carmen Jofré" que Arturo Andrés guardaba celosamente en su biblioteca privada de su vivienda en la capital mendocina.
"Carmen Jofre", de Fidel Roig.
En 1930, producto del primer golpe de Estado argentino, Fidel quedó cesante y los gastos del hogar tuvieron que ser solventados con el sueldo docente de su esposa María Elisabeth. Ella era egresada de la Escuela Normal de maestras fiscales y militó activamente en el movimiento de la escuela nueva, que tenía un nutrido grupo de seguidores en Mendoza. Envió a sus hijos a estudiar en la escuela Federico Moreno donde era maestra. Con sus padres cultivaron una intensa vida literaria que se completaba con las salidas a pintar de su padre en la región de Huanacache.

Arturo Andrés egresó como maestro normal e ingresó a la recientemente creada Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, donde enseguida se destacó. Inmediatamente egresado, con el título de profesor de enseñanza normal y especial de Filosofía, colaboró en el Primero Congreso Nacional de Filosofía realizado en aquella Casa de Estudios, con su amigo Mauricio Amílcar López, desaparecido en 1977 durante la última dictadura militar en nuestro país. López fue nombrado prosecretario de actas y Roig secretario de archivo: “Pudimos presenciar de cerca, como espectadores, cómo ardía el volcán filosófico nacional y, aun en parte, el internacional [...]” (Roig: 2005, 365). Aquel Congreso había sido cerrado con una conferencia final de Juan Domingo Perón quien asistió con su esposa Eva Duarte. 

Decía Arturo que fue su primer viaje a Europa, en 1950, lo que lo decidió por la problemática latinoamericana: “Lógicamente era estudiar la filosofía europea que era una especie de círculo que no tenía salida. Para poder saber Filosofía tenía que saber Filosofía clásica, para saber Filosofía clásica tenías que saber Filosofía francesa que siguió a la clásica y así. Pero siempre el círculo estaba cerrado” (Roig, 2012). Por eso es que cuando volvió a su tierra comenzó a pensar “lo nuestro”, “desde lo nuestro”, “pensar nuestras cosas”, “adecuando” las herramientas que había recibido: “La necesidad de pensar o de ejercer el pensamiento con todas las técnicas que existen, con todas las exigencias técnicas del pensar académico pero aplicada a otra realidad y vista desde otra realidad” (Ibíd.).   

Se había casado con Irma Alsina Manen a quien conoció en Filosofía y Letras, donde se había recibido en Letras; con ella tuvo cinco hijas. Los dos trabajan como profesores en la Facultad, Irma era jefa de trabajos prácticos de Lengua y Cultura Griega y Arturo estaba en las cátedras de Historia de la Filosofía Antigua, Historia de la Filosofía Contemporánea e Historia del Pensamiento y Cultura Argentinos. Roig se interesó y se dedicó, además del pensamiento latinoamericano, a la filosofía platónica: de ahí su libro, publicado más tarde, Platón y la filosofía como libertad y expectativa. Por entonces, había escrito sobre la literatura, el periodismo, la filosofía de las luces y la biblioteca mendocina. Pero, además, se preocupó por la problemática educativa y en 1957 publicó: Agustín Álvarez: sus ideas sobre educación y sus fuentes. A su vez, comenzó a delinear las ideas krausistas en la Argentina y entre ellas destacó a un pedagogo mendocino, el normalista Carlos Vergara, de quien tomó sus propuestas para una pedagogía democrática y participativa.

Durante los años sesenta, como corolario de los cambios que se producían en el mundo y la irrupción de las juventudes en el escenario político, el clima académico vivía momentos de inquietudes y búsquedas desde las más diversas corrientes teóricas. En Mendoza, a pesar de que los militares una vez más se apoderaban de los resortes del Estado e imponían censuras y restringían libertades, la Facultad de Filosofía y Letras mantenía su fuerza académica íntegra. Y fue en ese ambiente que ante la aparición de la renovada Teología de la Liberación, luego del Concilio Vaticano II; la elaboración de las teorías de la dependencia en Chile, con un grupo de intelectuales brasileños exiliados; participó de la Pedagogía de la Liberación de Paulo Freire, que se gestó en la provincia cuyana, según nos afirmó Enrique Dussel, uno de los impulsores de la Filosofía de la Liberación: “El Pragmatismo es la única Filosofía Norteamericana “norteamericana”, lo demás son desarrollos europeos. Y bueno, yo creo que la Filosofía de la Liberación es la única nacida en América Latina y nació en Mendoza” (Dussel: 2006). 

En el denso clima cultural que se manifestaba como novedoso y a la vez rupturista del pasado, es que Arturo Roig entendía que había que adaptar las envejecidas universidades a un crecimiento poblacional juvenil único en la historia y que, asimismo, aquellas debían ser puestas al servicio de los procesos de liberación teoríco-prácticos por los que atravesaban. Y así es que, un año antes de los sucesos de La Sorbona y Tlatelolco, leyó una conferencia en el Departamento de Filosofía de su Facultad denominada: Hablemos, ya, de pedagogía universitaria. En el texto planteaba la necesidad de adecuación de las estructuras académicas al incesante incremento de inscripciones a las casa de altos estudios, sin restricciones asentadas en algunos prejuicios como el que dice que disminuye la calidad conforme se imparte a un mayor número de gente (Ribeiro: 1973, 9).

Luego de los estallidos sociales que culminaron en el denominado “Cordobazo”, en aquella unidad obrero–estudiantil que cada vez era más fuerte y que debilitó profundamente al gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, es que Roig reafirmó aún más sus convicciones del necesario cambio que tenía que darse en la Universidad argentina.

Ahora bien, había una experiencia breve de proyecto universitario llevada a cabo por Darcy Ribeiro y Anisio Teixeira en Brasilia, entre 1960 y 1964. Pero se sentía también con fuerza el embate desarrollista que en el plano de la educación superior era sostenido por Rudolph Atcon. Ambas coincidían en la eliminación de la cátedra como centro de irradiación del saber y de patronazgo feudal, en el marco de un modelo de departamentalización. Salvo que en el caso de Atcon su propuesta incluía la despolitización y la privatización, lisa y llana, de las universidades latinoamericanas. En cambio, Ribeiro sostenía durante su exilio en el Perú lo siguiente:

“Reconocer francamente que la Universidad fue y es una institución intrínsecamente política, esencialmente conservadora e innegablemente connivente con el viejo orden social. En consecuencia, no tratar de despolitizarla – lo que, además de imposible, sería indeseable – sino de contrapolitizarla para hacerla servir a la revolución social, a través de una reforma políticamente intencionalizada con el objeto de democratizar los mecanismos de acceso a la Universidad; superar el academicismo en la formación universitaria y en el diseño de los currícula y programas; sobrepujar el elitismo implícito en los esquemas de carreras y en la fijación de los privilegios que ellos otorgan; reorientar las actividades científicas y culturales, concibiéndolas no más como un goce erudito del saber, sino como instrumentos de transformación del mundo; y, finalmente, garantizar la participación de todos los profesores y estudiantes en la estructura de poder de la Universidad” (Ribeiro: 1974, 42 – 43).

Fue ésta propuesta de Ribeiro la que Arturo Roig tuvo posibilidad de implementar en la Universidad Nacional de Cuyo, cuando fue convocado a la Secretaria Académica, durante el tercer gobierno peronista después de levantada la larga proscripción que pesaba sobre el mismo en 1973. Roberto Carretero, rector interventor, lo invitó a colaborar con su gestión y Roig puso en marcha la profunda renovación pedagógica y académica que eliminaba la estructura de cátedras y departamentalizaba al interior las facultades a través de “unidades pedagógicas”, donde docentes, estudiantes y graduados debatían contenidos y abordajes. La reforma fue muy breve dado que con la muerte de Perón, en julio del ‘74, la disputa interna entre los sectores del peronismo y la persecución que sobrevino por parte de la derecha peronista en manos del ministro de desarrollo social, José López Rega, que dirigía la fuerza parapolicial triple AAA (Alianza Anticomunista Argentina), y el ministro de educación Oscar Ivanissevich, quien había reemplazado a Jorge Alberto Taiana, hizo imposible cualquier posibilidad de alternativa renovadora.

En 1975 fue declarado cesante, como tantos otros reformadores mendocinos, incluido su padre, y obligado a exiliarse. En 1976, el rector de la última dictadura cívico-militar, Pedro Santos Martínez, directamente le prohibió, junto a otros colegas, ingresar al predio de la Universidad Nacional de Cuyo. Roig siguió su camino primero en México y después en el Ecuador, y allí se dispuso a elaborar la Filosofía ecuatoriana y en 1977 publicó: Historia para un esquema de la Filosofía ecuatoriana. En 1979 fue cofundador y miembro de la Comisión Editorial de la Biblioteca Básica del Pensamiento ecuatoriano. Y en 1981, se editó en México su Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano, de gran repercusión. Volvió a la Argentina, después de nueve años de exilio, en 1984. El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnica (CONICET) lo nombró investigador científico con la categoría de principal, y en 1986 fue designado Director del Centro Regional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Mendoza (CRYCIT). Asimismo, fue director fundador del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales del mismo Centro.

Siguió publicando y asistiendo a todo evento que lo invitaran para disertar u homenajear. Pero lo más importante que podemos rescatar quienes conocimos a Arturo Roig es que, más allá de sus doctorados Honoris Causas, sus distinciones y la cantidad de publicaciones en las que insistía en “pensar nuestras cosas”, era una persona humilde. Mientras sucedía todo aquello, que a cualquiera hubiera llenado de orgullo y de altanería, Arturo nunca dejó de atendernos el teléfono, recibirnos en su casa o ayudarnos con algún trabajo. Y cuando asistía a algún evento estaba ahí, en primera fila sonriente junto a Irma. Ese era Roig, un gran y sencillo hombre. Por eso cuando le dimos el último adiós, aquel lunes 31 de abril, sentimos su ausencia pero también la paz de alguien que nunca vendió su dignidad, que fue fiel a sí mismo y a los pueblos por los que transitó. ¡En la memoria por siempre querido Arturo!

Bibliografía
Dussel, E. (2006) Entrevista en profundidad realizada por el autor en un café céntrico de la ciudad de Mendoza. Mendoza.
Ribeiro, D. (1973) La Universidad Nueva, un proyecto. Buenos Aires: Editorial Ciencia Nueva.
_________ (1974) La Universidad Peruana. Lima: Ediciones del Centro.
Roig, A. A. (2005) Mendoza en sus letras y sus ideas (Edición corregida y aumentada). Mendoza: Ediciones Culturales de Mendoza. 
__________ (2012) Rostro y Filosofía de América Latina. Disponible en:
http://cda.gob.ar/serie/302/capitulos/rostro-y-filosofia-de-america-latina 

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