Como ha sucedido con las acumulaciones
originarias, se requiere una enorme
dosis de violencia para poder desplazar a poblaciones que durante siglos han vivido en regiones que se han convertido
en objeto de la voracidad de la
expansión capitalista. Y esa necesaria
violencia en Guatemala se vivió en el caso de Santa Cruz Barillas con toda la
cultura del terror que durante siglos se
ha acumulado en el país.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Después de 18
días, el gobierno de Otto Pérez Molina
decidió levantar el estado de sitio que
había establecido en el municipio de Santa Cruz Barillas. La situación que se
generó después del ataque contra tres pobladores del lugar por sicarios
que podrían haber actuado en función de los intereses de la compañía Hidro
Santa Cruz, ha resultado reveladora
de tendencias que van mucho más allá de este
pequeño municipio de Huehuetenango. En efecto hay que preguntarse lo que existe
detrás del conflicto en este municipio de 1,112 kilómetros cuadrados y
aproximadamente 127 mil habitantes. Y lo que hay detrás es un proyecto
que va mucho más allá de los designios de Hidro Santa Cruz. Me
motiva escribir este artículo la
decisión del gobierno y una carta que me
ha enviado Sergio Morataya, el vocero de Hidro Santa Cruz, en la que afirma que nunca dijo las palabras que
Associated Press le atribuyó y que yo reproduje en mi columna del jueves 10 de
mayo de 2012.
Sin embargo, hay que ir
más allá de lo que sucede en el
minúsculo municipio por la construcción de una hidroeléctrica que según me
informa Sergio Morataya es pequeña (5 megas).
Detrás de esa pequeña hidroeléctrica se encuentra una nueva fase de expansión de la acumulación
capitalista que incluso ya ha sido teorizada por las ciencias sociales. Un teórico inglés, David Harvey, la ha
conceptualizado con la categoría de “la
acumulación por desposesión” y según nos informa corresponde a una nueva etapa
de la expansión imperialista por el mundo. En la “acumulación por desposesión”,
el gran capital encuentra nuevas fronteras
de inversión en la construcción
de megaproyectos de toda índole, en la introducción de nuevos cultivos que
resultan altamente rentables en el mercado mundial.
Es un proceso parecido
al que Marx teorizó en El Capital en el
siglo XIX, refiriéndose a la acumulación originaria. Pero en este caso el despojo y violencia que
se hace sobre campesinos, pueblos indígenas, pequeños productores y zonas
de la periferia capitalista no están
encaminadas a sentar las premisas
históricas del capitalismo (la concentración de capital y la expansión del
trabajo asalariado) sino son un avance más en la extensión y profundización de
la acumulación capitalista propiamente dicha. En el caso de toda la región
mesoamericana, esta nueva fase de acumulación capitalista comprende un magno
proyecto que fue nombrado hace unos años como el “Plan Puebla-Panamá” y que
ahora es conocido como el “Proyecto Mesoamérica”. Este proyecto incluye
la construcción de vías de comunicación interoceánica en la región
mesoamericana, corredores de maquilas, proyectos hidroeléctricos, instalación
de megaproyectos turísticos, construcción de nuevas carreteras, apropiación de
la biodiversidad y recursos naturales e introducción de nuevos cultivos
considerados “commodities”. Desde el punto de vista de los Estados Unidos de
América, este proyecto sería el afianzamiento de su dominación regional y
solucionaría de manera sustancial la
comunicación de la región más
desarrollada de dicho país (la costa
este) con respecto a toda la zona del
pacífico.
Obviamente este colosal
proyecto implica, como ha sucedido con las acumulaciones
originarias, una enorme dosis de
violencia para poder desplazar a poblaciones que durante siglos han vivido en regiones que se han convertido
en objeto de la voracidad de la
expansión capitalista. Y esa necesaria
violencia en Guatemala se vivió en el caso de Santa Cruz Barillas con toda la
cultura del terror que durante siglos se
ha acumulado en el país: los habitantes de dicho municipio fueron
criminalizados por el gobierno, asociados
al narcotráfico y por tanto convertidos en parte de las “otredades negativas” (maleantes
refractarios al desarrollo); la acción de las fuerzas de seguridad del Estado
se dirigieron hacia los pobladores y no hacia los asesinos que hicieron el
atentado del 1 de mayo contra habitantes del lugar; parte de la población del
municipio tuvo que huir y reprodujo la dinámica de las Comunidades de Población
en Resistencia durante los años del conflicto interno.
Signos ominosos hemos
estado viendo en este gobierno que apenas lleva cuatro meses de ejercicio: una
reforma tributaria a modo de los intereses de la cúspide empresarial, una
vicepresidenta que acumula poder de manera desmedida, escándalos de corrupción
en los ministerios de salud y agricultura que afectan al de finanzas,
licitaciones otorgadas a los favoritos de turno, el intento de imponer un
Procurador de Derechos Humanos que sería
obsecuente con el gobierno y una actitud intervencionista hasta en ámbitos como
el de Flacso-Guatemala. Y en el caso que nos ocupa en este artículo, la
aplicación del hábito contrainsurgente y la cultura del terror en función de
los intereses de la voracidad del gran capital.
El pueblo se olvidó de quienes eran los militares, ahora tendrá que RECORDARLO EN CARNE PROPIA, en los 80´s, una estrategia militar consistía en señalar de "comunista" a cualquier persona que les dificultara el establecimiento de su condición burguesa, con lo cual, se veian en la facilidad de señalarlo, y en la mayoría de las veces eliminarlo. Hoy, empezarán a señalar a cualquiera de "narcotraficante". Muchos caminos pudiera tomar el asunto, lo malo es recordar que hasta los bebés eran señalados de SUBVERSIVOS y se les eliminaba. Por otro lado, con el concepto de narcotraficante, podrían empezar a eliminarse entre ellos mismos....cabe la posibilidad.
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