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sábado, 30 de junio de 2012

Las Cumbres de Mendoza

Los gobiernos de América del Sur, reunidos en la ciudad de Mendoza, Argentina, respondieron políticamente al golpe de Estado en Paraguay: más unidad, más integración, más democracia y ninguna tolerancia para los golpistas, es el mensaje que envían gobiernos y movimientos sociales desde el MERCOSUR y UNASUR.

Roberto Utrero / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

La presidenta argentina, Cristina Fernández, presidió
la cumbre del MERCOSUR y anunció el ingreso de
Venezuela a este organismo de integración regional.
Las Cumbres de Mendoza podrían hacer alusión con justicia a las de los cerros más elevados de América que están en esta provincia, desde el Aconcagua al Tupungato. Pero en este momento histórico no es así; en la ciudad más importante del oeste argentino, con sus cuatros siglos de existencia y cuna del Ejército de Los Andes, desde donde partió hace casi doscientos años el General San Martín en su campaña libertadora, se llevó a cabo en estos días un acontecimiento regional similar que remembró aquella gesta. Se realizaron las Cumbre del MERCOSUR, la Social del mismo organismo y, en la emergencia golpista sufrida por el país hermano Paraguay, la de UNASUR.

Circunstancias por demás aciagas, con una pátina de legitimidad, que llevaron al grave desenlace de la caída del presidente Fernando Lugo, cuya responsabilidad radica en los sectores tradicionales del poder: las rancias oligarquías con sus políticos de turno, el alto clero de la Iglesia, opuesto a Lugo y los militares que siempre han sido permeables a la presión del Imperio.

Con cierto eufemismo la presidenta Cristina Fernández de Argentina, definió la situación de “golpe suave”, para diferenciarlo de los golpes sangrientos que encabezaban directamente las Fuerzas Armadas de nuestros países.

También hubo responsabilidad de los Estados Unidos, aunque sus autoridades lo nieguen y miren al costado, preocupados como están en salir de sus propios problemas. Desde la instalación de la base militar en Mariscal Estigarribia en la región del Chaco Paraguayo en 2005, con capacidad para alojar a 20 mil soldados. En un punto estratégico situado a 200 kilómetros de Argentina y Bolivia y a 300 kilómetros de Brasil y con un aeropuerto más grande que el de Asunción, cerca de la triple frontera entre Paraguay, Brasil, Argentina y próxima al Acuífero Guaraní, el mayor reservorio subterráneo de agua dulce del mundo, vigilan y observan todos los movimientos.

Pretextos de intromisión no le faltan al gigante: desde el narcotráfico a cuestiones de defensa hemisférica, aunque ello esconda la apetencia de los grandes recursos con que cuenta la región.

El año pasado también, y a través de revelaciones de Wikileaks, se conocieron documentos en donde comprometía a la embajadora de aquel país, Liliana Ayalde, por escuchas telefónicas al gobierno paraguayo, quien hizo el debido reclamo.

No es necesario ahondar en estos temas, porque desde este espacio se han divulgado diversos artículos sobre la intromisión tanto oficial como solapada del país del norte en la política de los países latinoamericanos.

Sin embargo, debemos reconocer que desde el progresivo recambio de autoridades, desde los noventa, marcados por el neoliberalismo hasta ahora, los gobiernos democráticos y populares han ido coincidiendo y fortaleciendo los mecanismos regionales de integración, creando nuevas condiciones de convivencia, impensadas hace dos décadas.

El liderazgo de dos fuertes personalidades como las de las presidentas Fernández de Kirchner y Dilma Roussef, sumadas al presidente uruguayo José Mujica, respondieron enérgicamente a lo sucedido en Paraguay, dejando claramente de manifiesto la posición frente al nuevo gobierno, respecto de su participación en el MERCOSUR y el respaldo al mantenimiento de las cuestiones económicas y comerciales que podrían perjudicar al pueblo paraguayo. En la declaración de la Cumbre, se condicionó a Paraguay a reintegrarse plenamente, luego de que se llame a elecciones en abril del año entrante, de las cuales, no cabe duda que intentará nuevamente Fernando Lugo, participar para representar a los sectores pobres que han quedado huérfanos.

El ingreso de la República Bolivariana de Venezuela prevista para la próxima Cumbre del MERCOSUR a realizarse en Río de Janeiro el 31 de julio próximo, fortalecerá institucionalmente al organismo como garante de los procesos democráticos. Asimismo, se aprovechó la presencia de los mandatarios asistentes para que se integren, con todas las diferencias y matices, en pos del establecimiento de instituciones más participativas e incluyentes.

Esta Cumbre mostró su más cruda resolución política al más alto nivel, dando un giro drástico a la inmovilidad burocrática que venía padeciendo el organismo, cosa que explica de alguna manera la renuncia del Secretario General del Bloque MERCOSUR, el brasileño Samuel Pinheiro Guimaraes, quien se alejó por la falta de apoyo a sus iniciativas. Seguramente, una de las deudas más notorias es la de articular de arriba hacia abajo las decisiones adoptadas, en donde los diversos mecanismos que lo conforman deberán actuar en consecuencia.

Las mandatarias, tanto de Argentina como de Brasil, quienes abrieron y cerraron la reunión, expresaron su firme voluntad política de respaldo regional y respeto a las particularidades de cada uno de los países miembros, condicionando de esta manera las declaraciones de los mandatarios asistentes a la Cumbre de la UNASUR.

Al cierre, al conocer el resultado de estas reuniones, el actual presidente paraguayo, Federico Franco, no pudo controlar su indignación y declaró con despecho que “se terminó el tutelaje”. Expresión  espontánea, desafortunada y arrogante para quien está a cargo de uno de los países más vulnerables de América del Sur, en donde su mediterraneidad naturalmente lo hace depender de sus vecinos argentinos y brasileños.

Quien no se mostró optimista fue el mandatario uruguayo, quien rompiendo el protocolo se quejó: “hablamos mucho pero hacemos poco por las necesidades que tiene la gente en nuestro continente”. La conducta austera de Mujica le da autoridad para decir siempre lo que piensa, aunque desaliente las esperanzas que tenemos todos de que prospere la integración, no dejamos de concederle algo de razón.

Un amigo del servicio diplomático, residente en Asunción, me contaba estos días que su empleada doméstica lloraba desconsoladamente por la renuncia del presidente. Su madre, con problemas cardíacos había sido excelentemente atendida en los hospitales públicos, mejorados durante la gestión de Fernando Lugo. Estas historias mínimas, son la prueba más elocuente de los cambios que se van logrando y que reivindican a la política en forma práctica, como reclama el presidente uruguayo.

Otra cosa que ha quedado de manifiesto estos dos días, es el decisivo rol de la mujer, la que siempre acompañó callada y sumisa al hombre en esta parte del mundo. Este es otro aporte esperanzador dentro de la primavera latinoamericana que estamos disfrutando.


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