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sábado, 4 de agosto de 2012

La integración estratégica de nuestra América

Los cambios que hoy tienen lugar en el Mercosur, y los temas de debate que allí se han instalado en los últimos meses, confirman que hay una transformación en curso: el paso del paradigma economicista dominante en los años noventa del pasado siglo, al nuevo paradigma de la integración independiente y multidimensional de nuestra América.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

La Cumbre del Mercosur en Brasilia formalizó el
ingreso de Venezuela a ese organismo regional.
El ingreso de Venezuela al Mercosur, formalizado el pasado 31 de julio en la Cumbre de Brasilia, es más que la simple apertura de una plaza para el comercio en América del Sur: constituye una acción estratégica de la mayor importancia, enmarcada en las grandes líneas de la política exterior suramericana –en sus expresiones progresistas y nacional-populares- y en lo que el exrepresentante de este organismo, Samuel Pinheiro Guimaraes, definió hace unos días como “la disputa por [la] influencia económica y política en América del Sur y de su futuro como región soberana y desarrollada”, frente al proyecto de libre comercio panamericanista de los Estados Unidos.

Desde el Congreso Internacional de Washington de 1889, esta pretensión de los Estados Unidos de imponer y afirmar su hegemonía a través del comercio ha sido uno de los ejes fundamentales de las relaciones interamericanas. “Nunca hubo en América Latina, desde la independencia, un asunto que exigiese más conocimiento, que obligase a más vigilancia, que demandase un examen más claro y minucioso, que la invitación cursada por los Estados Unidos, poderosos, desbordantes de productos invendibles y determinados a extender su dominación en América”, escribió José Martí, en una de sus crónicas para el periódico argentino La Nación, relatando su experiencia de aquel cónclave[1].

El sentido de vigilancia al que apelaba Martí, con toda seguridad, estuvo presente en las discusiones y deliberaciones que llevaron a la decisión de incorporar a Venezuela como miembro pleno del Mercosur, adoptada por los gobiernos de Brasil Argentina y Uruguay en la Cumbre de Mendoza a finales de junio.  Una decisión que tomó por sorpresa al gobierno de los Estados Unidos, que confiaba ciegamente en la derecha paraguaya –antes y después de golpe- para bloquear la solicitud venezolana; sin embargo, no previeron la audacia de la respuesta del bloque ante los movimientos imperiales en Paraguay, e indirectamente, para configurar un nuevo equilibrio de fuerzas frente a la Alianza del Pacífico, de corte neoliberal y conformada por gobiernos “aliados” de Washington (México, Colombia, Perú y Chile).

Ahora, el Mercosur se perfila como una región económica, energética y políticamente estratégica, cuyas economías aportan el 83,2% del PIB regional. En la Cumbre de Brasilia, la presidenta anfitriona, Dilma Roussef, explicó durante la Cumbre que con la inclusión de Venezuela, el “bloque comercial sudamericano se convierte en la quinta economía del mundo detrás de los países más ricos como Estados Unidos, China, Alemania y Japón”, al tiempo que este espacio de integración adquiere dimensiones inéditas. “De ahora en adelante nos extenderemos de la Patagonia al Caribe. Ahora hay un espacio todavía mayor para el crecimiento del comercio, las inversiones y la integración de cadenas productivas entre nuestros países”, explicó la mandataria (La Jornada, 01/08/2012).

El sociólogo brasileño Emir Sader, por su parte, en entrevista para TeleSur, aseguró que la novedad del ingreso de Venezuela al bloque es que abre la posibilidad de romper con “ese círculo vicioso de competencia privada entre empresas brasileñas y argentinas, y hacer que la integración sea mucho más amplia, en términos educativos, informativos, tecnológicos, deportivos, culturales, que no existen hasta ahora. Puede ser un nuevo momento de refundación del Mercosur, que lo ponga a la altura del proceso de integración regional que ya ha dado importantes pasos adelante”.
Visto en esa perspectiva mayor, por encima de consideraciones exclusivamente económicas –que siempre son importantes-, los cambios que hoy tienen lugar en el Mercosur, y los temas de debate que allí se han instalado en los últimos meses, confirman que hay una transformación en curso: el paso del paradigma economicista dominante en los años noventa del pasado siglo, al nuevo paradigma de lo que, con acierto, el politólogo cubano Luis Suárez define como la integración independiente y multidimensional de nuestra América.

Un momento fundacional de este giro fue la Cumbre de Mar del Plata en 2005, que, por un lado, significó la derrota de la iniciativa panamericana del Área de Libre Comercio de las Américas y el hegemonismo del presidente estadounidense G.W. Bush; y por el otro, permitió la convergencia de Argentina, Brasil y Venezuela, expresada en los proyectos kirchnerista, petista y bolivariano, en un aspecto clave: la comprensión de la importancia de la unidad, la complementariedad, la cooperación y, de manera especial, la creatividad en los procesos de integración. Algo que queda claro al repasar la línea cronólogica y política de creación del ALBA  en 2004, Petrocaribe en el 2005, el Banco del Sur en 2007, la UNASUR en 2008, el Consejo de Defensa Suramericano en 2009, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en 2011 (organismo del que no participan Estados Unidos ni Canadá);  y ahora, la ampliación del Mercosur hasta Venezuela y el Caribe.

En 1993, cuando se vivía el climax ideológico y cultural del neoliberalismo,  Fidel Castro pronunció un discurso en el cuarto encuentro del Foro de Sao Paulo en La Habana, en el que advirtió: “Cuando hablamos de la integración económica y política de América Latina, hablamos, sobre todo, de una cuestión de conciencia, de una conciencia que hay que formar, de un pensamiento que hay que crear. Si no se crea un pensamiento, si no se crea una conciencia, nada será posible”[2].

En el siglo XXI, esa conciencia y ese pensamiento han echado raíces en una generación de líderes latinoamericanos. Sin duda, se están dado pasos hacia el horizonte de lo posible.


NOTAS:
[1] Martí, José (1889). “Congreso Internacional de Washington. Su historia, sus elementos y sus tendencias”. En: Achúgar, H. (comp.) (2005). Nuestra América. Caracas: Biblioteca Ayacucho. Pág. 57
[2] Castro, Fidel (2009). Latinoamericanismo versus imperialismo. México D.F.: Ocean Sur. Pp. 235-236.

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