Páginas

sábado, 6 de octubre de 2012

De géneros, regiones y ecosistemas, y de ayer y mañana.

¿Puede la filosofía de la praxis, en otros términos, incorporar a su concepción del mundo un enfoque de género, visiones de lo humano y sus posibilidades de desarrollo distintas a las del liberalismo Noratlántico, y una comprensión del vínculo entre lo social y lo natural que trascienda a la visión de la ecología como mera ingeniería de ecosistemas?

Guillermo Castro Herrera / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

Para Ana Elena Porras, en Panamá

Se plantea de nuevo, como volverá a serlo, que Marx era –entre otras cosas– androcéntrico, eurocéntrico y productivista. Es muy probable que todo ello sea cierto, en una u otra medida, tratándose como se trató de un intelectual europeo de clase media, que nunca salió de su región de origen entre su nacimiento en 1818 y su muerte en 1882, y desarrolló en Londres –el centro del centro del centro del sistema mundial de su época– lo fundamental de su labor creadora. Y lo mismo podía decirse, también, de una pléyade de otros fundadores de nuestra contemporaneidad, como Charles Darwin o José Martí, que si no era eurocéntrico sí tenía opiniones que hoy resultan conservadoras sobre las mujeres, y era un entusiasta partidario del crecimiento económico sostenido por la aplicación del progreso técnico a la explotación de los recursos naturales.

Vistas las cosas así, lo importante sería saber si desde el pensar marxista –o, mejor, desde aquella que Gramsci llamara la filosofía de la praxis– cabe no solo comprender aquellas ideas así pensadas entonces, sino superarlas en el pensar de hoy. El interés de Marx por las sociedades primitivas en 1859 en su reflexión sobre las formaciones económicas precapitalistas, cuando la arqueología y la antropología modernas apenas iniciaban su desarrollo, o el de Engels en el origen de la familia, la propiedad privada y el Estado –precisamente a partir de los primeros frutos de ese desarrollo en la obra de Morgan-, ¿tienen algo que decirnos al respecto?

Aquí no sólo se trata de hacer caso a Engels cuando decía que la mejor manera de superar a Marx era desarrollando en tiempos y campos nuevos su pensamiento. Se trata además, y sobre todo, de que la superioridad de una concepción del mundo sobre sus rivales se expresa en su capacidad de dar cuenta de ellas como momentos necesarios en su propio desarrollo, que puede y debe incorporar en su propia racionalidad sin verse obligada a formularla en términos nuevos.

¿Puede la filosofía de la praxis, en otros términos, incorporar a su concepción del mundo un enfoque de género, visiones de lo humano y sus posibilidades de desarrollo distintas a las del liberalismo Noratlántico, y una comprensión del vínculo entre lo social y lo natural que trascienda a la visión de la ecología como mera ingeniería de ecosistemas? El sí o el no a esta pregunta no puede resolverse mediante el mero recurso a citas citables sobre la esclavitud de la mujer en el régimen patriarcal, la barbarie de la civilización capitalista, o el antagonismo inherente a la acumulación de capital en su relación con la naturaleza y el papel del trabajo en la relación de nuestra especie consigo misma y con su entorno.

El único lugar donde ese sí – o ese no - puede ser resuelto de manera verdadera es en el terreno de la práctica social, esto es, en el del desarrollo histórico de la especie que somos. Para eso, es necesario entender que las culturas que expresan ese desarrollo no sólo implican una concepción del mundo, sino además una ética correspondiente a la estructura de esa visión.

Dicho de manera sencilla, precisamente para no caer en simplezas, la cultura no sólo supone una manera de entender las cosas de este mundo, sino además la traducción de ese entendimiento en conductas sociales que le sean características. Y eso nos lleva a lo fundamental del asunto: que la cultura es, a fin de cuentas, el más político de los hechos, en cuanto sólo podemos deducirla de la conducta social práctica en que se ejerce.

De esa praxis, y la filosofía que le sea inherente, es de lo que hablamos. En ese suelo, antes que en las nubes que floten sobre él, es donde cabe situar esta discusión, si es que queremos llegar a algo más que un intercambio de agudezas y culteranismos en este debate que puede ser tan útil como inútil, pero no ciertamente todo lo contrario.

2 comentarios:

  1. Gracias por este artículo que me ayudará a explica a mi alumnado la necesidad incorporar un visión histórica de las ideas al leer a los clásicos(el conocimiento concreto de las condiciones ideológicas, los debates entre ideologías, la capacidad de leer la realidad desde la concreta posición tiempo-geográfica en las que la autora o autor está inscita/o)

    ResponderEliminar
  2. CON NUESTRA AMERICA6 de octubre de 2012, 16:07

    Nos complace mucho que le sea útil. Va un saludo desde Costa Rica.
    Los editores.

    ResponderEliminar