¿Puede la filosofía de la praxis, en otros términos,
incorporar a su concepción del mundo un enfoque de género, visiones de lo
humano y sus posibilidades de desarrollo distintas a las del liberalismo
Noratlántico, y una comprensión del vínculo entre lo social y lo natural que
trascienda a la visión de la ecología como mera ingeniería de ecosistemas?
Guillermo Castro
Herrera / Especial para Con
Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
Se plantea de nuevo, como volverá a serlo, que
Marx era –entre otras cosas– androcéntrico,
eurocéntrico y productivista. Es muy probable que todo ello sea cierto, en una
u otra medida, tratándose como se trató de un intelectual europeo de clase
media, que nunca salió de su región de origen entre su nacimiento en 1818 y su
muerte en 1882, y desarrolló en Londres –el centro del centro del centro del sistema mundial
de su época– lo fundamental de su labor creadora.
Y lo mismo podía decirse, también, de una pléyade de otros fundadores de
nuestra contemporaneidad, como Charles Darwin o José Martí, que si
no era eurocéntrico sí tenía opiniones
que hoy resultan conservadoras sobre las mujeres, y era un entusiasta
partidario del crecimiento económico sostenido por la aplicación del progreso
técnico a la explotación de los recursos naturales.
Vistas las cosas así, lo importante sería saber si
desde el pensar marxista –o, mejor, desde
aquella que Gramsci llamara la filosofía de la praxis– cabe no solo comprender aquellas ideas así
pensadas entonces, sino superarlas en el pensar de hoy. El interés de Marx por
las sociedades primitivas en 1859 en su reflexión sobre las formaciones
económicas precapitalistas, cuando la arqueología y la antropología modernas
apenas iniciaban su desarrollo, o el de Engels en el origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado –precisamente a
partir de los primeros frutos de ese desarrollo en la obra de Morgan-, ¿tienen algo que decirnos al respecto?
Aquí no sólo se trata de hacer caso a Engels cuando
decía que la mejor manera de superar a Marx era desarrollando en tiempos y
campos nuevos su pensamiento. Se trata además, y sobre todo, de que la
superioridad de una concepción del mundo sobre sus rivales se expresa en su
capacidad de dar cuenta de ellas como momentos necesarios en su propio
desarrollo, que puede y debe incorporar en su propia racionalidad sin verse
obligada a formularla en términos nuevos.
¿Puede la filosofía de la praxis, en otros términos,
incorporar a su concepción del mundo un enfoque de género, visiones de lo
humano y sus posibilidades de desarrollo distintas a las del liberalismo
Noratlántico, y una comprensión del vínculo entre lo social y lo natural que
trascienda a la visión de la ecología como mera ingeniería de ecosistemas? El
sí o el no a esta pregunta no puede resolverse mediante el mero recurso a citas
citables sobre la esclavitud de la mujer en el régimen patriarcal, la barbarie
de la civilización capitalista, o el antagonismo inherente a la acumulación de
capital en su relación con la naturaleza y el papel del trabajo en la relación
de nuestra especie consigo misma y con su entorno.
El único lugar donde ese sí – o ese no - puede ser
resuelto de manera verdadera es en el terreno de la práctica social, esto es,
en el del desarrollo histórico de la especie que somos. Para eso, es necesario
entender que las culturas que expresan ese desarrollo no sólo implican una
concepción del mundo, sino además una ética correspondiente a la estructura de
esa visión.
Dicho de manera sencilla, precisamente para no caer
en simplezas, la cultura no sólo supone una manera de entender las cosas de
este mundo, sino además la traducción de ese entendimiento en conductas
sociales que le sean características. Y eso nos lleva a lo fundamental del
asunto: que la cultura es, a fin de cuentas, el más político de los hechos, en
cuanto sólo podemos deducirla de la conducta social práctica en que se ejerce.
De esa praxis, y la filosofía que le sea inherente,
es de lo que hablamos. En ese suelo, antes que en las nubes que floten sobre
él, es donde cabe situar esta discusión, si es que queremos llegar a algo más
que un intercambio de agudezas y culteranismos en este debate que puede ser tan
útil como inútil, pero no ciertamente todo lo contrario.
Gracias por este artículo que me ayudará a explica a mi alumnado la necesidad incorporar un visión histórica de las ideas al leer a los clásicos(el conocimiento concreto de las condiciones ideológicas, los debates entre ideologías, la capacidad de leer la realidad desde la concreta posición tiempo-geográfica en las que la autora o autor está inscita/o)
ResponderEliminarNos complace mucho que le sea útil. Va un saludo desde Costa Rica.
ResponderEliminarLos editores.