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sábado, 2 de febrero de 2013

La geopolítica de los espacios marítimos complejos: la necesidad de una estrategia común

¿Cuál es el futuro geopolítico de América Latina? ¿Seguirá siendo América un espacio geográfico libre de conflictos? Estas dos interrogantes nos sitúan de lleno en el ámbito de la reflexión Geopolítica y de las Relaciones internacionales.

Patricio Carvajal* / Agencia Periodística de Argentina y América del Sur

El neoimperialismo británico tiene su mira en Malvinas.
La Geopolítica es la base de la política exterior de los Estados y constituye a la vez el fundamento de una estrategia de defensa y seguridad; para el caso de América Latina, desde la fundación de la Unasur, la seguridad y defensa deben entenderse como una propuesta regional. No podemos continuar con una estrategia de seguridad y defensa de carácter nacional. Ese tipo de estrategia está obsoleta y no constituye un instrumento adecuado para los desafíos de la política mundial del siglo XXI. Ahora bien, desde una perspectiva Geopolítica América Latina fue un espacio marginal hasta fines de la Guerra Fría.

Sin embargo, la Guerra de las Malvinas (1982), demostró que la estrategia británica correspondía no exclusivamente a la de un Estado soberano, sino a la estrategia de la Unión Europea -comunidad económica en ese momento- y de los intereses militares de la OTAN. Con el fin de la Guerra Fría (1989 -1991) se aprecia más aún el significado geopolítico de las Malvinas en la estrategia europea.

Concluida la Guerra Fría América Latina redefine su política regional con el mundo a base de dos principios: el realismo periférico propuesto por el especialista argentino en Relaciones Internacionales, Carlos Escudé, y el de centralidade da periferia propuesto por el Geógrafo brasilero M. Santos.

Para Escudé el realismo periférico consiste en el compromiso que tienen los Estados latinoamericanos en el ámbito de las Relaciones Internacionales, esto es, el respeto del derecho internacional y el cumplimiento de los tratados y acuerdos que dichos Estados han suscrito con el resto del mundo. Todo incumplimiento de esa normativa reduce a los Estados latinoamericanos a la condición de Estados “parias” de la comunidad internacional. Sin duda la propuesta de Escudé estaba fuertemente determinada por la experiencia de la Dictadura Militar argentina y su aventura bélica sobre la islas Malvinas. Para nosotros, latinoamericanos, las Malvinas son argentinas. Eso no puede estar en cuestión si queremos que la Unasur se consolide y alcance una política regional de seguridad y defensa. Por otro lado, la propuesta de M. Santos se refiere a que los espacios latinoamericanos durante la existencia de los imperios coloniales europeos constituyeron la periferia del sistema mundial, según criterios geohistóricos (Braudel, Wallertein).

Con el proceso de Globalización que sucede a la Guerra Fría, la política mundial pasa de una bipolaridad (USA / URSS) a una multipolaridad (Estados Unidos, UE, Rusia, China, India, Brasil, Japón). Esto implica que nuevos actores emergen como potencias regionales con aspiraciones a ocupar un sitio en la política mundial: las ex colonias europeas: América, Asia, África. El bloque geopolítico emblemático de esta nueva realidad corresponde a los BRICS. Los países que conforman esta unidad geopolítica se sitúan en un vector internacional distinto a los de los países de la TRIADA (Estados Unidos – Japón – Unión Europea) (Ohmae).

Los grandes espacios marítimos del Pacífico Sur, por donde se dirige el comercio mundial para llegar a los mercados asiáticos.

Ahora bien, ¿cómo concebir una Geopolítica y Estrategia marítima de la Unasur? Un punto de partida pueden ser las propuestas de Escudé y Santos, ya mencionadas. Por otro lado, contamos con un pensamiento geopolítico marítimo latinoamericano que nos permite formular esta estrategia común. En efecto, es necesario prestar atención a los discursos geopolíticos marítimos de los Almirantes Storni (Argentina), Buzeta, Ghisolfo, Martínez (Chile) y Vidigal (Brasil).

Buzeta propuso en su escrito de Geopolítica de 1978 un programa que llamó “El Gran Proyecto Suramericano”, cuya base es la integración regional. En la década de 1980 el Almirante Ghisolfo postuló una Geopolítica específicamente naval, cuyo eje es la Isla de Pascua. Esta estrategia naval insular se complementa con el dominio argentino de las Malvinas, pues teniendo el dominio de ambos espacios insulares se tiene el control de las rutas oceánicas del Pacífico Sur y del Atlántico Sur. El Almirante Martínez postuló en 1993 una Océano – Política que ponía énfasis en la Convención de Jamaica (1982). Por último, el Almirante Vidigal en su propuesta de una Amazonía Azul (2006), incorpora a territorio brasilero las 200 millas de ZEE. De acuerdo con los criterios formulados por estos Almirantes en sus respectivos discursos, la Unasur debería explicitar que el espacio marítimo de los Estados ribereños de sus miembros corresponde a las directrices de los Almirantes mencionados. Pero dicha declaración, si se hiciere, no sería aún suficiente para consolidar una geopolítica y estrategia marítima de la Unasur.

Para esto último se requiere de una estrategia específicamente naval. En otras palabras, definir la existencia de una Fuerza Naval conjunta de la Unasur, que en un principio podría estar conformada por las Marinas más poderosas de la Alianza: Argentina, Brasil y Chile. El desarrollo de esta estrategia es imprescindible para la seguridad y defensa de los llamados espacios marítimos complejos. En efecto, si atendemos al desarrollo de las Fuerzas navales submarinas de China (T 093/ T 094), India (T Kilo, T Scorpene), Japón (Soryu class), Rusia (Borey class) y Estados Unidos (Virginia class), podemos apreciar la importancia que le asignan esos Estados al control de los espacios marítimos. A modo de ejemplo, se puede destacar la entrada en servicio en la Marina de los Estados Unidos de los submarinos clase Virginia, unidades multipropósitos que potencian la estrategia nuclear con operaciones tácticas específicas.

Una Fuerza Naval conjunta de los Estados del ABC requiere de un incremento sustantivo de la fuerza de submarinos, la creación de bases submarinas en los espacios insulares del Pacífico y del Atlántico Sur, y el desarrollo de unidades de superficie que puedan operar permanentemente en los mares australes. La Fuerza de submarino de la Armada chilena con la clase Scorpene se sitúa en un nivel de alto desarrollo tecnológico similar al de las Marinas arriba mencionadas, aunque sin duda requeriría de más unidades de este tipo dado el extenso espacio oceánico de nuestro litoral.

El Programa Submarino nuclear brasilero, que tiene la clase Scorpene como base, es una respuesta adecuada a los desafíos de seguridad y defensa del espacio regional. El caso de la Marina argentina es preocupante, dada la reducción permanente de presupuesto que afecta a las Fuerzas Armadas y la falta de una estrategia marítima congruente con los desafíos de la política mundial del siglo XXI, y de una estrategia conjunta con Brasil y Chile.

El neoimperialismo de Inglaterra al denominar “Tierra de la Reina Isabel” a más de 430.000km cuadrados de Territorio Antártico, es una clara demostración de las tendencias geopolíticas del Reino Unido, apoyadas por sus socios de la Triada: Unión Europea y Japón.

La explosión demográfica que afecta al planeta, la demanda creciente por recursos para la alimentación de esa población, la necesidad de agua y otros bienes señalan que muy pronto la Convención de Jamaica (1982) y el Tratado Antártico (1959) serán convenciones internacionales pertenecientes a la Historia del derecho y no a una dogmática jurídica internacional. Por consiguiente, son necesarias nuevas Convenciones internacionales sobre los espacios marítimos complejos. En este sentido el concepto de Geojurisprudencia desarrollado por la Geopolítica alemana y el Derecho Público alemán (Haushofer, Schmitt) nos pueden proporcionar una base conceptual rigurosa al momento de concebir estas nuevas convenciones.

La cartografía elaborada por el equipo del Profesor Dr. Martin Pratt del IBRU, deja en evidencia la controversia que ya se ha desatado entre los Estados miembros de la Comunidad Internacional por el control de los espacios marítimos complejos.

Para finalizar, citamos las palabras del ex canciller de Brasil y actual Ministro de Defensa, Dr. Celso Amorim, que pueden servir de base para la Geopolítica marítima de la Unasur: “Mas a política de defesa deve estar preparada para a hipótese de queo sistema de segurança coletivo baseado em normas venha a falhar, por uma razão ou por outra – como de resto tem ocorrido com indesejável frequência. Essa é uma das razões pelas quais devemos “fortificar” nosso poder brando, tornando-o mais robusto. Por isso, nossa estratégia regional cooperativa deve ser acompanhada por uma estratégia global dissuasória frente a possíveis agresores”.

El Autor es analista geopolítico de Chile. Docente e investigador universitario. Publicado en dossiergeopolitico.com

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