Uno de los legados fundamentales de
Chávez fue mostrar que con la unión se puede ir lejos, hacer grandes cosas,
cambiar el mundo. Ojalá que ese legado florezca en el futuro en Venezuela.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
En la década de 1960, sistematizando su
experiencia en la guerra revolucionaria cubana de la década anterior, el Che
Guevara desarrolló la Teoría del Foco, que hizo carrera en América Latina
durante los siguientes 20 años. Según ella, las condiciones objetivas
para un cambio revolucionario estaban dadas en América Latina por la situación
de explotación y pobreza en la que vivía el pueblo. Faltaban, sin embargo, las
condiciones subjetivas, es decir, no
solo la conciencia de la necesidad del cambio sino, también, la voluntad de
llevarlo a cabo.
Esas condiciones subjetivas –planteaba
el Che- debían crearse, y quien las creaba era una vanguardia que con su
ejemplo y su entrega total iban enseñando el camino. No era, sin embargo,
cualquier vanguardia, sino una con características determinadas que el
“guerrillero heroico” decantaba de su experiencia cubana: la guerrilla. Ésta,
se constituía en el foco a partir del
cual se gestaba la dinámica que desembocaba en la revolución.
Este modelo de hacer la revolución se difundió
en todos los confines de nuestro subcontinente, y las guerrillas surgieron en
todas partes. El mismo Che murió fiel a sus convicciones intentando generar una
dinámica similar a la cubana en Bolivia, con vistas a desembocar en su natal
Argentina.
Poco han cambiado estas circunstancias
objetivas. La explotación que sufren las masas latinoamericanas no solo no ha
desaparecido sino que, además, la brecha entre ricos y pobres se ha acrecentado
en las últimas tres décadas, acicateada por las reformas neoliberales.
A pesar de ello, las circunstancias
políticas posteriores al derrumbe de la Unión Soviética a inicios de la década
de los 90 llevaron a un virtual túnel sin salida a las fuerzas progresistas, a
las que se les cantaba el verso del fin de la historia, lo que en buen
cristiano significaba que había que olvidarse de una vez y para siempre de los
sueños de cambio social, para entrar en una era de perfeccionamiento del
capitalismo.
Fueron días de desazón, decepción y
desconcierto. Los sectores populares, ajenos a estos devaneos teóricos que les
auguraban la permanencia eterna en su papel subordinado, explotaban furiosos
pero sin norte. Toda América Latina se vio estremecida por avalanchas populares
que no dejaban títere con cabeza, y que igual podían desembocar en saqueos
generalizados de las zonas comerciales de las grandes ciudades, como en el
derrocamiento de presidentes que, como en el caso de Bolivia o Ecuador, a veces
no duraban más de dos meses en su puesto.
Eran fuerzas ciegas, disímiles y variadas;
fragmentadas y, muchas veces, opuestas y enfrentadas entre sí, a las que
solamente unían situaciones coyunturales a las que afrontaban con liderazgos
sectoriales y temporales, que luego desaparecían tragados por la marea popular.
En Venezuela, Hugo Chávez fue el
catalizador de ese torrente que ya se había expresado de esa forma anárquica y
violenta en el Caracazo. Fue catalizador porque canalizó de forma positiva la
furia ciega que se rompía la crisma contra la pared de la clase dominante. Su
figura aproximó a quienes estaban distantes a pesar de querer llegar al mismo
punto; dio confianza a fuerzas disímiles que se veían con recelo; permitió que
quienes desconfiaban del pueblo encontraran un lugar en un proyecto conjunto.
En otras palabras, unió, fue bisagra, puente, punto de encuentro, y posibilitó
que se construyera un gran movimiento, que en Venezuela llaman chavismo, que
permitió confiar en las fuerzas propias para impulsar el cambio para el que
estaban dadas las condiciones objetivas.
Este tipo de liderazgo no se encuentra
en una fórmula matemática ni puede ser deducido científicamente. En otras
partes y en otros contextos florecen formas distintas, con rasgos disímiles,
que funcionan en sus condiciones particulares. O, también, no funcionan, como sucedió
en Chile con Camila Vallejo, quien luego de haberse convertido en referente de
un movimiento popular que iba más allá del estudiantil que ella lideraba, se
sintió superada por las circunstancias y sin las condiciones necesarias para ir
más adelante.
Uno de los legados fundamentales de
Chávez fue ese, mostrar que con la unión se puede ir lejos, hacer grandes
cosas, cambiar el mundo. Ojalá que ese legado florezca en el futuro en
Venezuela.
América Latina pare de vez en cuando hombres como Chávez, que luchan dentro del capitalismo por darle justicia social al pueblo. Lo lamentable es no haber creado instituciones de las cuales se puedieran agarrar esas grandes masas y ser autosustentables.
ResponderEliminarComo siempre Doctor excelente análisis.
Abrazos, Marylena Bustamante.