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sábado, 30 de marzo de 2013

Renovación del Sistema Interamericano

Ecuador, que tomó la iniciativa en los cuestionamientos a la CIDH, ha sido determinante para que los países americanos comiencen a tratar temas antes considerados inamovibles; y en la Asamblea de la OEA, América Latina ha demostrado que avanza en la toma de posiciones para una era distinta

Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)

Ecuador nunca planteó “debilitar” a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), tampoco “acabar” con el Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH) y peor aún “liquidar” la protección a la libertad de expresión. La tergiversación llegó por la vía de los opositores políticos, los empresarios de medios de comunicación privados, y los interesados internacionales en conservar inamovible la institucionalidad americana nacida en otras épocas.

La reciente Asamblea de la OEA, en la que el tema central fue la revisión del SIDH y del papel de la CIDH, ha sido un paso inédito desde el nacimiento de la OEA (1948). Varios países coincidieron en la necesidad de revisar las formas del financiamiento del Sistema, los alcances de la Comisión, la necesaria ratificación de todos los países americanos de los instrumentos institucionales y jurídicos emanados del mismo sistema (un claro mensaje a los Estados Unidos), la igualdad que deben tener las relatorías (lo que implica cuestionar el privilegio que hasta hoy ha mantenido la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión) e incluso la posibilidad de cambio de sede de la CIDH.

No importa si los consensos todavía no fueron ampliamente logrados. Lo cierto es que Ecuador, que tomó la iniciativa en los cuestionamientos a la CIDH, ha sido determinante para que los países americanos comiencen a tratar temas antes considerados inamovibles; y en la Asamblea de la OEA, América Latina ha demostrado que avanza en la toma de posiciones para una era distinta, pues la región ha dejado de subordinarse a los criterios hegemónicos que en otras épocas mantuvieron los Estados Unidos.

Han quedado atrás las antiguas alineaciones de América Latina con el “americanismo” monroísta del siglo XIX; el “panamericanismo” o “interamericanismo” de inicios del siglo XX; las estrategias internacionales, militares y diplomáticas de la época de “guerra fría”, tras la II Guerra Mundial (1939-1945); y las convergencias con el “neoliberalismo” de fines del siglo XX.

América Latina, otrora región dependiente de tales influjos y condicionamientos, ha ingresado a una nueva era, de la mano de los países con gobiernos de Nueva Izquierda; de manera que hoy plantea y adopta posiciones de avanzada, encaminadas a reformas profundas en las relaciones continentales, que están colocando en la resistencia defensiva a las diplomacias tradicionales y arrinconando a las antiguas visiones hegemónicas.

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