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sábado, 4 de mayo de 2013

América Latina no debe ser concebida como el patio trasero de EE.UU

Nuestros países deben aspirar a que las grandes potencias nos vean con respeto y que aprendan a establecer con América Latina relaciones de horizontalidad. Éstas deben estar basadas en el reconocimiento de la autodeterminación de los pueblos y la solidaridad.

Comité Ejecutivo Nacional del Partido Frente Amplio de Costa Rica

Razones para manifestarse ante la visita de Obama

Fue noticia en las últimas semanas y seguramente lo seguirá siendo en las próximas: el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, visita nuestro país. La visita ha despertado las más diversas reacciones, tanto en sectores vinculados al modelo neoliberal como en aquellos otros vinculados al campo popular-progresista. Sirva la ocasión para fijar posición sobre el tema y ampliar eventualmente en torno algunos otros que puedan ser de interés.

Como expresión político-partidaria de la izquierda costarricense, desde el Frente Amplio, estamos claros que la administración Obama en los EEUU no ha implicado mayores cambios respecto del carácter imperial de la política exterior de dicho país.

Asuntos tales como el posicionamiento de la Casa Blanca respecto de Medio Oriente –y más específicamente, respecto del holocausto sufrido por el pueblo palestino a manos del Estado de Israel, el mantenimiento de la prisión para “terroristas” en Guantánamo (Cuba) y en general su hostilidad hacia los procesos de cambio y gobiernos de izquierda en Nuestra América Latina –por citar apenas algunos, así lo confirman.

Ahora, si bien el arribo de Obama a la presidencia de los EEUU implicó muchas esperanzas de cambio en amplios sectores democráticos (incluso de izquierda), estaba claro que aún a pesar de las pretensiones o buenas intenciones que el propio Obama (en tanto individuo) pueda tener, no todo iba ser un “lecho de rosas”.

Y es que seamos claros: frente al simplismo que impera a veces en el análisis político, el “imperialismo” (en tanto categoría de análisis socio-histórica) trasciende –y por mucho- al gobierno de los EEUU en tanto “unidad de análisis”. El imperialismo es un complejo entramado que incluye a hombres de negocios, empresas multinacionales e industria armamentista –entre otras cosas, y que encuentra en potencias hegemónicas tales como los EEUU y los organismos financieros internacionales (FMI, Banco Mundial y OMC, entre otros) su expresión política.

Gobiernos que, a su vez, no son monolíticos. Obama (para el caso que nos ocupa) podrá “decir misa” desde la presidencia de su país, pero lo cierto, es que difícilmente podrá permear siempre sobre lo que se defina o las correlaciones de fuerza que existan en instancias tales como el Pentágono, la Corte Suprema de Justicia o a la CIA, cuya insularidad o autonomía respecto del presidente es muy alta. Lo mismo aplica para el caso de los poderes fácticos, tales como los medios de comunicación o las empresas transnacionales.

No podemos simplificar el análisis sobre el imperialismo, y es por esa razón, que probablemente desde la izquierda debamos hacer un esfuerzo por hacer más y mejores distinciones como parte de nuestro análisis. Obama no es Reagan, ni tampoco la Centroamérica del siglo XXI es la convulsa y compleja Centroamérica de los años 80 del siglo pasado.

Si bien la administración Obama ha implicado continuidad en términos del carácter históricamente imperialista que caracterizó la política exterior de los EEUU, lo cierto, es que en algunos ámbitos de su política interna, Obama ha hecho cosas que podríamos incluso señalar o reconocer como “progresistas”. 

Ese es el caso, por ejemplo, de la reforma impulsada sobre el sistema de salud de ese país entre 2009 y 2010, y que contó con la férrea oposición de los poderes fácticos que históricamente se oponen a cualquier tipo de cambios en beneficio de las mayorías.



El Frente Amplio es un partido latinoamericanista. Vemos con simpatía con simpatía los procesos de cambio que se viven en América Latina. A diferencia de otros sectores políticos –inclusive aquellos que ven con cierta simpatía algunos aspectos de la política interna de Obama, no consideramos que nuestra región deba necesariamente –y para siempre- ser el “patio trasero” de los EEUU ni de nadie. 

No nos parece que Costa Rica –ni nadie- deba “recomendarle” al presidente de los EEUU –ni de ningún país- qué tipo de gobiernos debe apoyar y qué no en América Latina. Después de tantas guerras y golpes de Estado promovidos por ese país en nuestra región, ya mucha sangre ha corrido como para que las y los latinoamericanos no estemos un poco cansados de tantas intervenciones político-militares en nuestros países.

Nuestros países deben aspirar a que las grandes potencias nos vean con respeto y que aprendan a establecer con América Latina relaciones de horizontalidad. Éstas deben estar basadas en el reconocimiento de la autodeterminación de los pueblos y la solidaridad. Esa sería, de hecho, la principal apuesta del Frente Amplio en materia de política exterior en caso de acceder al gobierno.
En política exterior el Frente Amplio tiene razones para manifestarse ante la visita de Obama. El Frente Amplio se pronuncia por la paz en el mundo, rechaza el creciente armamentismo promovido por el complejo militar-industrial y las agresiones militares imperialistas.

El Frente Amplio denuncia los actos de injerencia en los asuntos internos de aquellos países que caminan por la ruta de la independencia y la defensa de la soberanía en Centro y Suramérica.

El Frente Amplio clama por el fin del neocolonialismo que impide la independencia de Puerto Rico o la soberanía de Argentina sobre las Islas Malvinas.

Nos pronunciamos por la liberación de los cinco patriotas cubanos detenidos injustamente en los Estados Unidos, igual que exigimos que se acabe el brutal bloqueo económico contra Cuba, tal y como lo piden todos los años más de cien países, incluida Costa Rica, en las Naciones Unidas.

Consideramos que la visita de Obama es una oportunidad propicia para el replanteamiento de las políticas neoliberales que bajo la impronta del libre comercio se han impulsado en nuestro país en los últimos 25 años.

Ahora en el contexto de la aprobación del TLC en el 2007, afirmamos la necesidad de revisar, renegociar y eventualmente denunciar ese tipo de políticas y tratados comerciales que no han hecho más que profundizar el estado de la pobreza y desigualdad social que se vive en nuestro país.

En síntesis, es una oportunidad propicia para replantear nuestro estilo de desarrollo y encauzar este por la senda del bien común y del buen vivir. Bajo la senda de la esperanza.

San José, Costa Rica, 3 de mayo de 2013

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