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sábado, 11 de mayo de 2013

La cumbre de SICA siembra incertidumbre

Sin duda, la política de Washington es desestabilizar la región. La pregunta sería a ¿qué objetivo inmediato o a corto plazo podría responder una estrategia de este tipo? La mafia norteamericana (que controla el tráfico de drogas global y el “lobby” anti-cubano) se siente cómoda con este acercamiento inesperado a la Casa Blanca. Los republicanos, que aún añoran los días en que los ‘halcones’ dirigían la política exterior de EEUU, ven con buenos ojos la posible guerra contra un país suramericano.

Marco A. Gandásegui, h. / ALAI

La visita del presidente de EEUU, Barack Obama, a Centro América dejó un amargo sabor a incertidumbre. Dejó su huella en los asuntos internos de Costa Rica y, de paso, en la cumbre de SICA notificó a los otros mandatarios de la región que sus países no tienen espacio alguno en la congestionada agenda de Wahington. Entonces, ¿a qué respondió el faraónico desplazamiento de centenares de personas hacia lo que sus asesores llaman las lejanas selvas tropicales de Centro América?

Durante su estadía en San José no dio respuesta a las múltiples preguntas que se hacían los pueblos centroamericanos y dejó a los mandatarios reunidos en SICA a la espera de nuevas líneas de acción. Los discursos de antaño y las promesas de sus antecesores quedaron soterrados bajo el peso del poderío imperial. A su homólogo panameño, Ricardo Martinelli, quien le pidió el envío de gas para un nuevo negocio que está creando a orillas del Canal, le respondió con una negativa tajante.

Martinelli es un magnate de supermercados y se metió con el abogado de los financistas más poderosos del mundo. Obama insistió en resucitar la propuesta de libre comercio regional planteada por Clinton hace 15 años. Se olvidó por completo que él mismo firmó un tratado de “libre comercio” asimétrico con las repúblicas de la región. ¿Estaría pensando en la locomotora china o en los problemas que presenta el fracaso de la zona euro?

Incluso, no respondió ante la pregunta de varios de sus colegas sobre la política que EEUU aplica contra Venezuela. La mayoría de los países centroamericanos quieren mejorar sus relaciones con el país del fallecido líder Hugo Chávez. Sólo Nicaragua es miembro de ALBA y PetroCaribe. Sin embargo, Guatemala, El Salvador e, incluso, Honduras, quieren sumarse a las ventajas que ofrece Venezuela en materia de petróleo a bajos precios. (En realidad, muy favorables comparados a los que ofrece la bolsa de valores de Nueva York que fija el precio del petróleo de Houston).

EEUU se ha quedado sólo, aislado en el mundo, en su posición obtusa de no reconocer los resultados de las elecciones presidenciales realizados en Venezuela el 14 de abril próximo pasado. La posición de Obama contrasta con el gobierno conservador español, que preside Mariano Rajoy, que ya reconoció a Maduro como nuevo mandatario. Igualmente, J. Miguel Insulza, secretario general de la OEA, tuvo que retroceder y aceptar el triunfo electoral de Maduro.

La lógica de Obama recuerda la política de Kennedy en 1961 cuando encerró a su país en una posición que finalmente terminó rompiendo con la Revolución cubana y su líder Fidel Castro. En el caso de Venezuela, las elecciones recientes le ofrecen aún a Obama la posibilidad de trabajar junto con el resto de los países de la región para avanzar hacia un acuerdo político hemisférico. Pero en vez de avanzar en una dirección que podría arrojar resultados favorables, en San José mantuvo su posición contraria a Venezuela e, indirectamente, contra el resto del continente. Abanicó el Pacto Trans-Pacifico que incluye a cuatro países latinoamericanos: México, Colombia, Perú y Chile. Lo hizo de tal manera que parecía un reto a la Alianza Bolivariana (ALBA) así como al MERCOSUR e, incluso, UNASUR.

El analista norteamericano Mark Weisbrot señala que “la administración Obama no acepta que la región cambió y está obstinado en eliminar a los gobiernos de izquierda”. Agrega que “Brasil también debe mantenerse vigilante”. Brasil ya le pidió a Obama que mantenga su distancia de Venezuela. Tanto la presidente Dilma Rousseff como Lula tuvieron palabras fuertes en defensa de la integridad de la patria de Chávez.

Sin duda, la política de Washington es desestabilizar la región. La pregunta sería a ¿qué objetivo inmediato o a corto plazo podría responder una estrategia de este tipo? La mafia norteamericana (que controla el tráfico de drogas global y el “lobby” anti-cubano) se siente cómoda con este acercamiento inesperado a la Casa Blanca. Los republicanos, que aún añoran los días en que los ‘halcones’ dirigían la política exterior de EEUU, ven con buenos ojos la posible guerra contra un país suramericano. No hay que olvidar que EEUU ya envió en una ocasión en el pasado sus barcos de guerra a las costas caribeñas de Venezuela.

Obama puede estar pensando en una gran estrategia por las líneas del tratado de libre comercio Trans-Pacífico. América latina y sus enormes riquezas siguen siendo de enorme importancia para EEUU. Tiene que cuadrar a los países latinoamericanos y Venezuela es un obstáculo. El presidente Maduro es visto todavía como el aprendiz de Chávez, dirigente inimitable quien guió a un continente sediento de justicia social. Pero el triunfo electoral reciente logró lo esencial: Maduro es el sucesor y continuador de las políticas de Chávez.

Lo importante en este nuevo escenario, y así lo entiende el círculo que gobierna con Obama, es que el movimiento iniciado por Chávez encontró su camino y continuará avanzando dando la lucha a pesar de la ausencia de su fundador. Aquí radica el peligro para la hegemonía de EEUU. Como consecuencia, Obama introduce en la cumbre de SICA la carta de la incertidumbre.

9 de mayo de 2013.

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