Las identidades colectivas van
adquiriendo nuevas características, más acordes con las necesidades que impone
la sociedad de mercado y consumo galopante en la que vivimos. De eso se tratan
los esfuerzos que diferentes gobiernos del orbe hacen por construir lo que se
conoce como la marca país.
Rafael
Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Identidad, mercado y consumo: la marca país. |
Las identidades nacionales
latinoamericanas se construyeron en el siglo XIX al amparo del proyecto
liberal. Fue un proceso en el que en el vasto territorio que se independizó de
la Corona Española, debía justificarse la parcelación en repúblicas y
republiquetas, crearles una fisonomía propia que las diferenciara de sus
vecinos y proveerlas de un horizonte de futuro propio.
Este proceso tuvo raíces en el período
colonial, cuando fueron naciendo regionalismos e intereses asociados a los
espacios que había delimitado la Corona para administrar sus posesiones. Tales
intereses encontraron terreno fértil para florecer en la confusa situación que
siguió a la independencia, y así fueron naciendo las nuevas naciones.
Con dificultades y limitaciones se
construyó el aparato del Estado y paralelamente, pero sobre todo a partir de
los años cincuenta del siglo XIX, se vio la necesidad de encontrar un
cohesionador ideológico que le diera sentido al proyecto nacional. Se apeló
entonces a hechos históricos, tradiciones locales y regionales, y se les
atribuyeron características específicas a los habitantes del país para ir
construyendo una identidad nacional.
Fue un proceso lento en el que el
aparato educativo jugó un papel muy importante. La escuela, sobre todo la
escuela pública, se encargó de propalar la historia patria recién estrenada, y
valores que sacralizaban símbolos y hábitos asociados a las nuevas naciones.
Como se puede ver, las identidades
nacionales tuvieron mucho de “invento”, si por ello entendemos que hubo una
organización intencionada de elementos dispersos de la historia, y elucubración
y presentación selectiva de valores que caracterizarían a los habitantes y los
diferenciaban del vecino, el cual fue identificado, la más de las veces, con
valores negativos a los que nadie querría aspirar.
Ese proceso de construcción y afirmación
de las identidades nacionales se vio alimentado por guerras y disputas que
acentuaron aún más, entre las masas, la convicción que a la par vivían hordas
de desalmados, hipócritas, ignorantes y perversos.
Estas identidades nacionales llegan
hasta nuestros días, abolladas y raspadas por los nuevos tiempos globalizados
que vivimos, pero continúan siendo un ligamen aglutinador muy importante,
fundamental, de la nación.
Pero, a tono también con estos nuevos
tiempos, estas identidades colectivas van adquiriendo nuevas características,
más acordes con las necesidades que impone la sociedad de mercado y consumo
galopante en la que vivimos. De eso se tratan los esfuerzos que diferentes
gobiernos del orbe hacen por construir lo que se conoce como la marca país, que pretende “vender” una
imagen de lo que se es, con el fin de tener una posición clara en el mercado de
mundial.
Países como Puerto Rico, Colombia,
República Dominicana, Uruguay y Ecuador por ejemplo, han desarrollo ya sus
propias marca país. Colombia, consciente del estigma de país violento que pesa
sobre ella, tiene un eslogan que dice: “Colombia, el riesgo es que te quieras
quedar”; Uruguay se promociona como “un país natural” y así sucesivamente. El
eslogan encierra, sintéticamente, la idea central alrededor de la cual giran
los valores y ventajas que el país en cuestión quiere promover.
Las viejas identidades nacionales
encuentran hendiduras por las que se cuelan en estas marcas. Costa Rica, por
ejemplo, que se encuentra en proceso de construir su marca, pone acento en el
pacifismo de sus habitantes, que se expresaría en el hecho de no tener
ejército; las riquezas naturales que posee su territorio y su estabilidad
política. Hay, pues, elementos viejos y nuevos en esto que podríamos llamar un remake neoliberal y posmoderno del
proceso de construcción de las identidades nacionales.
Estas marcas, como toda marca, una vez
listas son promovidas por todos los medios disponibles, incluso dentro de los
mismos países a los cuales responden, y van reorientando la percepción que
sobre ellos mismos tienen.
Estas nuevas identidades,
conscientemente construidas por compañías de marketing a pedido expreso de los
gobiernos, serán las nuevas identidades nacionales del siglo XXI.
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