La presencia de nuevas fuerzas políticas
en la coalición de partidos y movimientos que posiblemente salga ganadora en
las próximas elecciones chilenas, abre una puerta de oportunidad para iniciar
un viraje posneoliberal en Chile.
Rafael
Cuevas Molina /Presidente AUNA-Costa Rica
La expresidenta Bachelet es la favorita para triunfar en las elecciones de noviembres. |
En noviembre de este año habrá
elecciones en Chile. Encuestas y analistas dan a la candidata del pacto Nueva
Mayoría, Michelle Bachelet, muy buenas posibilidades de que vuelva a ocupar el
sillón presidencial que ya ocupó en el período 2006-2010.
En el período en que fue presidenta,
Bachelet estuvo apoyada por la Concertación de Partidos por la Democracia,
también conocida simplemente como la Concertación. Esta, estuvo en el poder desde 1990 hasta el 2010,
con dos gobiernos democratacristianos y dos socialistas. Los partidos de la
Concertación forman parte, ahora, del pacto Nueva Mayoría.
Es decir, el espectro de partidos y
movimientos que originalmente lograron derrotar al dictador Pinochet en 1988 y
luego, manteniéndose unidos, eligieron sucesivamente a Patricio Aylwin, Eduardo
Frei, Ricardo Lagos y a la misma Bachelet, se ha ampliado en esta oportunidad,
incluyendo, entre otros, al Partido Comunista.
Esta nueva coalición electoral pone fin
a la Concertación y abre un nuevo panorama político que, posiblemente, incline
más hacia la izquierda al gobierno que eventualmente pueda realizar Michelle
Bachelet a partir de noviembre próximo.
Entre las limitaciones que se le achacan
a los gobiernos de la Concertación, está el haber mantenido el neoliberalismo
instalado por la dictadura de Pinochet, llevándolo a un punto tal que ha sido
considerado modelo a ser emulado por otros gobiernos neoliberales de América
Latina.
Esta situación se agudizó especialmente
después de la elección de un gobierno de derecha en el 2010, en el que han
participado incluso algunos exministros y funcionarios del gobierno de la
dictadura.
El descontento popular eclosionó de
forma dramática a partir del 2011, cuando el movimiento estudiantil,
inicialmente reivindicador de una educación pública y de calidad, se
convirtiera en catalizador del descontento popular.
No es que este descontento y las
protestas callejeras surgieran a partir del 2011, porque ya se habían hecho presentes
desde el gobierno de Bachelet, sino que a partir de ese año se convirtieron en
multitudinarias. En ellas participaron, inicialmente, estudiantes
universitarios; luego ellos con sus padres, que se encuentran ahorcados con la
cuantiosas deudas económicas que deben contraer para que sus hijos estudien; y
a ellos se unieron después los jubilados, que se siente estafados con los
planes privados de pensiones que han deteriorado su nivel y calidad de vida.
Pronto, las protestas se convirtieron en expresión del descontento popular no
solo con la educación y las pensiones, sino también con el modelo en su
conjunto, que ha hecho de Chile un país cada vez más segregado y desigual.
El hecho que la Concertación sea
identificada como una coalición que ha mantenido el estatus quo neoliberal, le
ha granjeado a las nuevas fuerzas políticas integrantes de la Nueva Mayoría,
especialmente al Partido Comunista, muchas críticas.
Camila Vallejo, un referente de este
partido que alcanzó gran visibilidad siendo presidenta de la Federación de
Estudiantes de Chile, dijo al respecto que “por un lado, se nos critica por
venir a ‘izquierdizar’ el programa de Bachelet y de ser el elemento de
desestabilización social, y por otro, se nos pretende acusar de supuestas
traiciones a los principios de izquierda, al movimiento social y, en particular,
al movimiento estudiantil”.
Sin embargo, según el análisis del
Partido Comunista, en voz de Vallejo, “el actual escenario político nos dice
que nuestro país no es el mismo (que anteriormente eligió a la concertación
n.n.). El movimiento estudiantil y social del cual hemos sido parte fundamental
desde mucho antes del 2011–siendo profundamente político- ha logrado, por
primera vez desde el retorno de la democracia, instalar con fuerza y amplitud la
conciencia sobre las perversidades del modelo neoliberal, mercantilizador de la
vida y lo espurio de una institucionalidad política contrademocrática que
requiere con urgencia ser superada”.
Es decir que la presencia de nuevas
fuerzas políticas en la coalición de partidos y movimientos que posiblemente
salga ganadora en las próximas elecciones chilenas, abre una puerta de
oportunidad para iniciar un viraje posneoliberal en Chile.
Ojalá y así sea.
La izquierda chilena, durante todos estos años de la era post-Pinochet, en realidad cedió su espacio a los sectores de la centro derecha y centro izquierda, tanto es así que hasta en las elecciones pasadas el Partido Comunista ha tenido la oportunidad de postular y ganar tres diputados propios. Pese al prestigio y apoyo que goza la presidente Bachelet, algo no estuvo bien y es que Chile exhibe elegantes resultados y datos en lo macroeconómico, no así en el campo redistributivo que afectó mucho a la clase media. La gente quería un cambio pero Frei, democratacristiano, no estaba en condiciones de ofrecerlo ni la izquierda tampoco por sí sola. La derecha populista, que es muy hábil en esto, logró canalizar esas aspiraciones populares, aunque luego vino el crujir de dientes. Así la izquierda latinoamericana que impulsa el proyecto bolivariano de integración continental, sobre todo los “indios” bolivianos tuvieron que esperar por la devolución de su salida al mar que Chile le arrebató mediante una guerra de conquista. Incluso en esto último quien sabe que actitud asumirá Bachelet, ante el peligro de una reacción nacionalista de los chilenos.Los proyectos como el ALBA, el banco del Sur, el Sucre y otros de solidaridad, ayuda mutua e integración tuvieron que esperar mejores momentos y limitarse a otros países.Solo si se construye una verdadera centro izquierda, estas aspiraciones tendrán algún lugar en la agenda. El apoyo del Parido Comunista y otros partidos de izquierda a Bachelet tiene sentido, serán votos de contenido, con propuestas y no votos lanzados al vacío.Estas alianzas suman de verdad y no son resultado de claudicación alguna.
ResponderEliminarLa izquierda chilena, durante todos estos años de la era post-Pinochet, en realidad cedió su espacio a los sectores de la centro derecha y centro izquierda, tanto es así que hasta en las elecciones pasadas el Partido Comunista ha tenido la oportunidad de postular y ganar tres diputados propios. Pese al prestigio y apoyo que goza la presidente Bachelet, algo no estuvo bien y es que Chile exhibe elegantes resultados y datos en lo macroeconómico, no así en el campo redistributivo que afectó mucho a la clase media. La gente quería un cambio pero Frei, democratacristiano, no estaba en condiciones de ofrecerlo ni la izquierda tampoco por sí sola. La derecha populista, que es muy hábil en esto, logró canalizar esas aspiraciones populares, aunque luego vino el crujir de dientes. Así la izquierda latinoamericana que impulsa el proyecto bolivariano de integración continental, sobre todo los “indios” bolivianos tuvieron que esperar por la devolución de su salida al mar que Chile le arrebató mediante una guerra de conquista. Incluso en esto último quien sabe que actitud asumirá Bachelet, ante el peligro de una reacción nacionalista de los chilenos.Los proyectos como el ALBA, el banco del Sur, el Sucre y otros de solidaridad, ayuda mutua e integración tuvieron que esperar mejores momentos y limitarse a otros países.Solo si se construye una verdadera centro izquierda, estas aspiraciones tendrán algún lugar en la agenda. El apoyo del Parido Comunista y otros partidos de izquierda a Bachelet tiene sentido, serán votos de contenido, con propuestas y no votos lanzados al vacío.Estas alianzas suman de verdad y no son resultado de claudicación alguna.
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