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sábado, 7 de septiembre de 2013

En el umbral de una nueva aventura imperial

En esta situación, y tal como ha ocurrido a través de la historia, Estados Unidos busca argumentos y justificaciones que legalicen la agresión contra el país árabe, incluso pasando por encima de la institucionalidad y el derecho internacional que regulan este tipo de operaciones.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

Han transcurrido 29 meses desde el inicio de la confrontación en Siria, lo que se inició como supuestos movimientos populares pacíficos en reclamo de mayor libertad y democracia, se transformó en pocas semanas en una intervención militar conducida por Estados Unidos, Europa, Israel y las monarquías petroleras árabes  que ha causado la destrucción y la muerte de decenas de miles de ciudadanos entre ellos, ancianos, mujeres y niños.

Los países de la coalición que ha organizado, armado y financiado la agresión contra Siria prometieron un rápido fin de las operaciones con la caída del gobierno de Bashar El Assad. La realidad ha sido otra, en el transcurso de los acontecimientos fueron defenestrados del poder Ali Abdullah Saleh en Yemen y Mohamed Mursi en Egipto, el emir de Catar abdicó dando paso a su hijo, quien no tardó en destituir al primer ministro, hombre fuerte del país y operador político de Gran Bretaña en el conflicto sirio, así mismo, el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan afronta graves dificultades internas.

El Consejo de Seguridad, una y otra vez ha intentado aprobar una resolución que  legalice la intervención armada en Siria, tal como ocurrió en Libia, sin embargo, esta vez esa opción ha chocado con la férrea oposición de Rusia y China que han vetado dicha alternativa.

En esta situación, y tal como ha ocurrido a través de la historia, Estados Unidos busca argumentos y justificaciones que legalicen la agresión contra el país árabe, incluso pasando por encima de la institucionalidad y el derecho internacional que regulan este tipo de operaciones. Ahora, ha fabricado la leyenda no demostrada de la utilización de armas químicas por parte del gobierno sirio. 

En  esta situación subyacen dos aspectos que conducen a entender la actuación de Estados Unidos en esta trama, por una parte, su desesperación por no lograr resultados favorables en las operaciones militares por parte de sus aliados de la oposición siria y los mercenarios financiados desde el exterior, lo que ha conducido a que varios analistas políticos y militares de Occidente hayan afirmado que una victoria militar es imposible y, por otro lado, en caso de llegar a la mesa de negociaciones, no podrán explicar las razones de estar sentados justo a organizaciones que ellos mismos han caracterizado de terroristas como Al Qaeda o el Frente Al Nusra. Para los países europeos es muy complejo persuadir a la opinión pública que están armando y financiando organizaciones terroristas que ante una eventual victoria en Siria se volverían contra ellos, usando el armamento y las fuerzas entrenadas por los ejércitos de los países de la OTAN. Incluso la Unión Europea  ha anunciado medidas para contrarrestar lo que llaman “turismo yihadista”, en medio de crecientes evidencias de la presencia  de ciudadanos de varias nacionalidades europeas participando como mercenarios en la agresión asiria.

Esto ha llevado a ir aceptando que es inevitable llegar a las negociaciones. Aunque Estados Unidos hay aceptado la propuesta rusa de llevar a las partes en conflicto a un diálogo que debería realizarse en Ginebra, en dos ocasiones, las mismas han sido pospuestas ante la inseguridad de que las fuerzas de oposición asistan cuando todavía no han sido capaces de ponerse de acuerdo en las propuestas y la estructura de su delegación. Ante esto. Occidente trata de ganar tiempo buscando que sus aliados no lleguen  a Ginebra en condiciones de debilidad y en las puertas de una probable derrota militar que se hace evidente ante los avances que ha hecho en el terreno el Ejército sirio. La supuesta aparición de armas químicas como instrumento para argumentar a favor de la intervención militar busca golpear a las fuerzas armadas sirias, favoreciendo una contraofensiva de la oposición a fin de llegar a la mesa de negociaciones en condiciones de mayor fortaleza frente al gobierno.

Estas variables han comenzado a incidir en el curso de las acciones. En el plano regional, los conflictos internos en Egipto y Turquía y el cambio en la conducción de Catar influyen en la articulación del frente regional anti-sirio. En esas condiciones, Estados Unidos solo tiene a Arabia Saudita -aunque transitando por los últimos días de vida del Rey Abdulah y en medio de profundas disputas hereditarias- como único aliado firme para sentar en la mesa de negociaciones junto a la desprestigiada oposición siria. En una muestra de la desesperada situación de la coalición árabe-occidental y en un acto de inaudita soberbia, la monarquía saudita ofreció a Rusia compras por 15 mil millones de dólares en armamento, a cambio de que  ésta alterara su posición en el Consejo de Seguridad y autorizara las acciones militares directas.  Rusia rechazó tajantemente dicha proposición e insistió en la necesidad de llevar a las partes en conflicto al diálogo en Ginebra. De su parte tiene a Irán, un actor presente y activo sin el cual hoy es imposible tomar decisiones en el oriente Medio y en particular en Siria.

Estas modificaciones en el escenario de los combates, así como en la realidad regional, la consideración cada vez más arraigada de que no es posible una victoria militar, el peso de la carga de alrededor de 2 millones de refugiados en los países vecinos que ya han generado una crisis humanitaria y, -vale decirlo- una fuerte presión de la opinión pública. En Estados Unidos y Europa,  han comenzado a movilizar actores internos de esos países que en los últimos años habían sido apartados del proceso de toma de decisiones, pero que ante la crítica situación económica se ven obligados a tomar cartas en el asunto, so pena de transformarse en cómplices y adláteres de una decisión en lo que no tienen ninguna seguridad de salir airosos y ante la cual deberán rendir cuentas por las repercusiones que pudieran producir dichas decisiones.

Aunque desde el punto de vista militar, es evidente que las tropas de Estados Unidos se vienen preparando desde hace varios meses para una acción militar contra Siria, la decisión de llevar a cabo el ataque es política. En esa medida y a diferencia de Afganistán, Irak y Libia, Estados Unidos no han logrado consenso en el ámbito interno ni en el internacional.

A pesar que el  enviado especial de la ONU para Siria Lakhdar Brahimi, ha declarado que Estados Unidos y Gran Bretaña aún no han presentado a la ONU pruebas del uso de armas químicas por parte del gobierno sirio, el presidente Obama reclamó por “la incapacidad del Consejo de Seguridad para avanzar ante una clara violación de las normas internacionales”. El tema es claro: cuando la ONU accede a sus peticiones está actuando en el marco del derecho internacional. Caso contrario no es así. En ese marco la justificación superficial y violatoria del derecho internacional la dio el secretario de Estado de John Kerry, quien dijo que la investigación que lleva adelante la comisión de armas químicas de la ONU no determinará quién fue el responsable de los ataques del pasado 21 de agosto en las afueras de Damasco y agregó “Creemos en las Naciones Unidas y la investigación sobre armas químicas pero el secretario general lo ha dicho, la ONU no dirá quién usó las armas químicas, debemos afirmar que quien la usó fue el régimen de al Assad y las Naciones Unidas no puede decirnos nada”. El más puro lenguaje de un matón.

Por su parte,  el gobierno “socialista” de Francia ha declarado estar dispuesto a acatar la decisión estadounidense e involucrarse en el ataque. En el caso de Gran Bretaña a pesar de las presiones del Primer Ministro David Cameron, el parlamento rechazó la propuesta gubernamental tras una votación de 285 diputados en contra y 272 a favor. En este país las encuestas indican que  el 70 % de los ciudadanos han manifestado estar en contra de las ambiciones bélicas de su primer ministro.

Asimismo, en Estados Unidos las encuestas indican que solo una minoría (20% de los ciudadanos) apoya un ataque a Siria. Incluso al interior del partido Demócrata se han alzado voces de protesta. Los representantes Barbara Lee del partido Demócrata  y Scott Rigell del Republicano  han redactado sendas cartas llamando a un debate nacional sobre el tema y rechazando que el presidente Obama tome unilateralmente la decisión para un ataque militar contra Siria.

Según el diario The Washington Post, más de una docena de oficiales estadounidenses, mostraron su preocupación acerca de las probables consecuencias de un ataque con cohetes crucero contra objetivos en Siria como lo ha sugerido el presidente Obama.

Incluso el presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, general Martin Dempsey, expresó recientemente su oposición a un ataque contra Siria. En una carta dirigida al congresista demócrata Eliot Engel, Dempsey, el militar de más alto rango en Estados Unidos descartó la posible realización de ataques con cohetes crucero y otras opciones similares sin emplear tropas terrestres en suelo sirio, porque dichas acciones llevarían a Washington a una guerra sin perspectivas en Oriente Medio.

El general aseguró que no se conoce la orientación política de los que adversan al gobierno de Al Assad y que algunas de ellas “constituyen un  peligro para los intereses de Estados Unidos”. Agregó en Siria hay muchos contendientes  y,  “cuando Estados Unidos seleccione uno de ellos será porque el equilibrio está a su favor y eso no es posible en las condiciones actuales”.

A pesar de todo, Obama, en una clara manifestación de su obcecación por derrocar al gobierno sirio declaró estar preparado para lanzar una ofensiva en cualquier momento, aún sin tener las pruebas del presunto uso de armas químicas.  Ante las voces que le han dicho que debe recurrir a la aprobación del Congreso expresó que: “Tengo autoridad para llevar a cabo esta decisión sin la autorización del Congreso”.

Se sabe que en Estados Unidos la democracia es muy particular, finalmente el presidente es el administrador de los intereses de las grandes empresas, en primer lugar las del Complejo Militar Industrial y son estas las que toman las decisiones,  aunque el 80% de los ciudadanos manifieste su oposición contraria a esta decisión,  pasar por encima de sus propias leyes y de las que rigen el sistema internacional es sólo un detalle sin mucha importancia.

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