Tal vez estas palabras
de Francisco aclaren su manera de vivir y de ver la misión de la Iglesia: «Veo
la Iglesia como un hospital de campaña después de una batalla. Es inútil
ponerse a preguntar a un herido de gravedad si tiene el colesterol y la glucosa
altos. Primero hay que curar las heridas, luego se puede hablar de lo demás».
Leonardo Boff / Servicios Koinonia
Son conocidas las
muchas innovaciones que el Papa Francisco, el obispo de Roma como le gusta que
le llamen, ha introducido en los hábitos papales y en el estilo de presidir la
Iglesia, en la ternura, la comprensión, el diálogo y la compasión. No son pocos
los que están perplejos, porque estaban acostumbrados al estilo clásico de los
papas, olvidando que es un estilo heredado de los emperadores romanos paganos,
desde el nombre de «Papa» a esa capa sobre los hombros ricamente adornada, la
muceta, símbolo el poder imperial absoluto, rechazada rápidamente por Francisco.
Hay que recordar una
vez más que el actual Papa viene de la periferia de la Iglesia central europea.
Tiene otra experiencia eclesial, con nuevas costumbres y otra forma de sentir
el mundo con sus contradicciones. Conscientemente lo ha expresado en su larga
entrevista a la revista jesuita Civiltà Católica: «Las Iglesias jóvenes
desarrollan una síntesis de fe, cultura y vida en devenir, y por lo tanto
diferente de la desarrollada por las Iglesias más antiguas». Éstas, no están
marcadas por el cambio sino por la estabilidad y les cuesta incorporar nuevos
elementos provenientes de la cultura moderna secular y democrática.
Aquí el Papa Francisco
hace hincapié en la diferencia. Tiene conciencia que viene de otra manera de
ser Iglesia, madurada en el Tercer Mundo. Este se caracteriza por profundas
injusticias sociales, por el número absurdo de favelas que rodean casi todas
las ciudades, por las culturas autóctonas siempre despreciadas y por el legado
de la esclavitud de los afrodescendientes, sometidos a grandes
discriminaciones. La Iglesia entiende que, además de su misión religiosa
específica, no puede eludir una misión social urgente: ponerse del lado de los
débiles y de los oprimidos y luchar por su liberación. En varias reuniones los
obispos continentales de América Latina y del Caribe (CELAM) maduraron la
opción preferencial por los pobres contra su pobreza y la evangelización
liberadora.
El Papa Francisco viene
de este caldo eclesial y cultural. Aquí, estas opciones con sus reflexiones
teológicas, con su forma de vivir la fe en redes de comunidades y con
celebraciones que incorporan el estilo popular de orar a Dios, son cosas
evidentes. Pero no lo son para los cristianos de la vieja cristiandad europea,
llena de tradiciones, teologías, catedrales y un sentido del mundo impregnado
de la cultura greco-romana- germánica en la articulación del mensaje cristiano.
El Papa por venir de una Iglesia que dio centralidad a los pobres visitó
primero a los primeros refugiados en la isla de Lampedusa, a continuación, en el
centro de los jesuitas en Roma y luego a los desempleados en Córcega. Es
natural para él, pero es casi un «escándalo» para la curia y sin precedentes
para otros cristianos europeos. La opción por los pobres reafirmada por los
últimos Papas era sólo retórica y conceptual. No había un encuentro real con
los pobres y los que sufren. Francisco hace exactamente lo contrario: el
anuncio es práctica afectiva y efectiva.
Tal vez estas palabras
de Francisco aclaren su manera de vivir y de ver la misión de la Iglesia: «Veo
la Iglesia como un hospital de campaña después de una batalla. Es inútil
ponerse a preguntar a un herido de gravedad si tiene el colesterol y la glucosa
altos. Primero hay que curar las heridas, luego se puede hablar de lo demás».
«La Iglesia –continúa– a veces se cierra en las pequeñas cosas, en pequeños
preceptos. Lo más importante, más bien, es el anuncio primero: "Jesús te
salvó". Por eso, los ministros de la Iglesia, en primer lugar, deben ser
ministros de la misericordia y las reformas estructurales y de organización son
secundarias, es decir, vienen después, por tanto la primera reforma debe ser la
de la actitud». Los ministros del Evangelio deben ser capaces de calentar los
corazones de las personas, caminando con ellas en la noche, saber dialogar y
también entrar en la noche de ellas, en su oscuridad sin perderse». «El pueblo
de Dios –concluye– quiere pastores y no funcionarios o clérigos de Estado». En
Brasil, hablando a los obispos de América Latina les pidió hacer la «revolución
de la ternura».
La centralidad, por lo
tanto, no está ocupada por la doctrina y la disciplina, tan dominantes en los
últimos tiempos, sino por la persona humana y en sus búsquedas e indagaciones,
sea o no sea creyente, como lo demostró en el diálogo con el ex editor del
diario romano La Repubblica, Eugenio Scalfari, una persona no creyente. Son
nuevos aires que soplan desde las nuevas iglesias periféricas aireando toda la
Iglesia. La primavera realmente está llegando, llena de promesas.
Buen artículo, y el Papa Francisco, Jesuita, demuestra su amor expandido a los pobres, con hechos, no con palabras. Saludos cordiales. Julio Trejo Pin. 17/10/2013 10:55 UTC -6:00
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