Conferencia
de Rigoberta Menchú, premio Nobel de la paz, en la Universidad de Oriente de
Valladolid, Yucatán, México, con motivo de la entrega del Doctorado Honoris Causa
el 22 de octubre de 2013.
Trascripción y versión de Rafael Cuevas
Molina / Presidente AUNA-Costa Rica.
Rigoberta Menchú, premio Nobel de la paz. |
Primero
quiero saludar a las autoridades de la universidad a quienes agradezco su
anuencia a que camináramos juntos en la academia con los saberes ancestrales,
con las enseñanzas ancestrales, y con la reivindicación de la memoria colectiva
de nuestros pueblos en Mesoamérica, en donde realmente permanecen las huellas
más profundas de nuestra civilización maya, de su tiempo, de su calendario, se su
identidad, de su cultura, de sus idiomas. Gracias por esta oportunidad.
Quiero
también saludar a todas las autoridades, a los profesores, al cuerpo docente.
Sabemos que una universidad es un espacio para la formación pero, también, para
el proceso de crecimiento de cada persona que busca un horizonte para acompañar
con su vida y sus ideas las transformaciones sociales. Gracias a todos ustedes
por esta oportunidad.
El sagrado
día de hoy es el Ahau Kan. El Kan es la unión de dos fuerzas, la fuerza cósmica
y la fuerza de la Madre Tierra, de la cual todo proviene: nada de lo que
tenemos en la vida es propiedad de nosotros, todo proviene de las entrañas de
nuestra Madre Tierra. Y eso es válido para todos, no solo para los mayas.
Nuestros abuelos mayas identificaron que la fuerza del ser humano es la fuerza
de todos los seres vivos de la Tierra, que ellos son energía y nosotros somos
energía. Somos producto de la fuerza cósmica y la fuerza de la Tierra. Y hoy
toca un día Kan que es la autoridad, que es donde tenemos la posibilidad de
construir caminos y, en ellos, no solo hacia adelante sino en las diversas
direcciones que nuestros ancestros nos enseñaron. Para ellos hay un camino
hacia el sol, otro hacia el nacimiento de la noche, hacia el nacimiento el
agua, hacia el nacimiento del aire, hacia el Corazón del Cielo y hacia el
nacimiento del Corazón de la Tierra.
Y por eso,
la Luna tiene sobre nosotros un efecto extraordinario sobre nuestras vidas, y
cada vez que se mueve la Tierra nosotros sentimos su efecto y tenemos unas
transformaciones extraordinarias en nuestro ser, algo de lo cual hemos ido
perdiendo conciencia.
Para mí,
vincularme a la universidad es también un desafío. Me gustaría compartir con
ustedes lo que el caminar de mi vida me ha dado para saber de dónde vengo, no
solo ayer o anteayer sino que de los miles de años que lleva caminando la
humanidad hacia su futuro. También para saber en dónde estoy hoy, qué hago, a
dónde me dirijo mañana. Esta enseñanza me ha dado ha ayudado mucho a mí para
salir adelante.
Por eso,
creo profundamente que los abuelos mayas tenían la razón cuando hicieron una
separación entre saber y conocer. Saber es la conciencia de la vida en cada ser, es la conciencia
propia; es lo que te dan los años, lo que te dan las lecciones de la vida. Conocer es lo que tú puedes conocer de
todos los demás, de su vida, de su historia, de sus conocimientos, de todo lo
que ellos pueden imaginar desde su propio saber, que es lo que tú mismo
construyes.
Entonces, en
este caminar del saber y el conocer tenemos mucho que aportarle a la humanidad.
Ella muchas veces solo conoce pero no sabe, y si nosotros tenemos alguna
enseñanza qué hacer respecto al saber, entonces estamos haciendo una
contribución a la humanidad.
El doctorado
para mí también implica una memoria colectiva. Nosotros, desde el momento que
respiramos nuestro primer oxígeno, nuestra primera bocanada de oxígeno cuando
nacemos, nos convertimos en un ser social integral. Porque es gracias a la
afluencia del aire que viene de la Madre Tierra, de las plantas y las flores
que vienen de ella, que entra en nuestro interior el primer oxígeno y de
antemano nos hace un ser colectivo. Entonces nada de lo que yo hago es solo una
memoria personal sino que es al mismo tiempo una memoria colectiva. Esta ha sido
la lucha de los pueblos indígenas, de personas progresistas, de personas no
racistas, porque el racismo lo que hace es cerrar los ojos, los oídos, las
mentes de las personas para que no se vea lo diferente. Eso, también, es una
epidemia, es una patología social. Entonces, si logramos conjugar nuestros
esfuerzos es por el esfuerzo de todos los que hacemos posible una obra nos
encontramos con nuestra diversidad, en medio de una construcción de caminos
diversos.
Yo no
pretendo dar una conferencia magistral, solo pretendo decirles a ustedes que
nuestros ancestros sí nos enseñaron formas prácticas para poder vivir felices.
Ellos vieron que lo más sagrado que persigue el ser humano, como criaturas
pequeñas del universo (porque somos un microcosmos, demasiado pequeño en
relación al todo) es ser felices. Si somos felices, entonces nos realizamos con
plenitud. Si no hay felicidad, muchas veces la buscamos en un horizonte lejano,
pero no lo encontraremos si no nos encontramos con nosotros mismos. Es una
filosofía profunda que nos ayuda a revitalizar nuestra vida cotidiana.
Nuestros
ancestros nos enseñaros a ser humildes, que no es lo mismo que humillación. Si
los señores que toman decisiones se han equivocado porque creen que ser humilde
es ser humillado, están equivocados. Nosotros somos humildes porque así es la
forma de vida que nos enseñaron nuestros ancestros, y la humildad nos hace
personas con varias características o con varias formas de vida.
Una de las
formas de vida es la gratitud, y por eso nosotros besamos a la Madre Tierra,
nos hincamos ante las fuerzas de la naturaleza. Muchos no nos entienden porque
hablamos nuestro propio idioma, pero son códigos que nos enseñaron nuestros
abuelos. Gracias abuelo sol, gracias luna, gracias aire, gracias tierra, gracias
árbol. Nosotros tenemos una reverencia extraordinaria porque somos seres
agradecidos, y eso es lo que ha pedido la humanidad en general, no sabe
agradecer lo que tiene.
También
somos seres complementarios: tú me das algo, yo te doy algo. Y esa complementariedad
yo la quería simbolizar el día de hoy. Yo jamás me he quitado mi indumentaria
maya quiché guatemalteca. He usado las indumentarias de los mames, los chujes,
los quekchíes, los kakchiqueles, los uspantecos, los ixiles y todos los trajes
de los pueblos mayas allá en mi tierra natal, Guatemala. Pero nunca he usado
una indumentaria de fuera de la frontera guatemalteca. Pero al recibir este
doctorado en una tierra maya, hago una reverencia al símbolo ancestral de la
indumentaria maya de Yucatán. Por eso vengo vestida así, con el vestido de las
mujeres yucatecas. La gratitud es algo que nos enseñaron nuestros abuelos, la
reciprocidad: hermano, dame porque yo te ayudo; no es solo “dame, dame, dame” y
“tú tienes la obligación”. Es decir, hay que ser recíproco. A veces me dicen,
“¿pero que ha hecho usted por mí?” y yo respondo, “bueno, nos estamos
conociendo, no sé qué quiere que haga yo por usted pero, también, qué puede
hacer usted por mí”. La reciprocidad nos ha dado vida por miles de años, ¿por qué no nos podría dar vida de aquí hacia
delante?”
El respeto,
lo repetimos una y otra vez, muchas veces se pide que nos respeten pero no
sentimos la obligación de respetar. Entonces yo respeto: yo te respeto y
nosotros nos respetamos, es el respeto que nos permite ver más allá de los ojos
que tenemos actualmente; nos permite ver la diversidad de nuestra Madre Tierra,
la belleza que tenemos, usar nuestro oído para oír los diversos vientos que
corren. Pero si creemos que solo nosotros debemos ser respetados somos capaces
hasta de destruir todo aquello que creemos que no nos respeta. Entonces, la
grandeza del ser humano es la humildad. Si no puedo usar esta enseñanza en la
vida cotidiana, por lo menos hay que tener conciencia para decir que he
fallado, que herí y para usar la herramienta de nuestros ancestros que dice
“perdón, perdón, perdón”.
Es decir que
una vida plena requiere un código de conducta y creo que mucho de eso es lo que
pervive aún en nuestras comunidades. Ya se está perdiendo también, y por eso
necesitamos a la universidad. Por ejemplo, si queremos ver cómo está la
violencia intrafamiliar entre nuestros pueblos, cómo tratan a las mujeres, cómo
las mujeres tratan a sus hijos y a sus esposos, para ver si todavía merecemos
ser nietos de los mayas, porque ellos dijeron que hombre y mujer somos duales.
Hablaron de la dualidad y la complementariedad; dijeron que nadie puede vivir
solo y triunfar solo. Solo podemos salir adelante si usamos el concepto de la mutuotredad: es decir, nosotros, y no
solo yo, yo y yo. El yo es occidental, yo aquí, yo allá, yo en todas partes.
Nosotros, donde quiera que estemos, esa pertenencia colectiva nos tiene que
diferenciar.
En esta sala
hay muchos jóvenes, y por eso estoy hablando así, porque mucha de nuestra
juventud reniega de su pasado. El día en que se sienta orgulloso de sus
ancestros va a aprender cada vez más los códigos de vida de ellos y, al final,
hasta puede interpretar algunos glifos, pero si pretende interpretar primero
los glifos, hermanos, no alcanzaran a entender un solo glifo durante el ciclo
de vida que nos toca a los humanos. No traten de teorizar sobre nuestros
abuelos porque ellos no solo fueron teóricos. Ellos, como nosotros, fueron y
somos vida, una vida práctica, cotidiana que tiene los códigos y que ahí está,
solo que muchas veces no los vemos por nuestros lentes diferentes con los que
hemos crecido.
Doy muchas
gracias a la Universidad de Oriente, de Yucatán, por dar esta oportunidad a la
juventud maya de llevar una educación superior. Se llama superior porque se
basa en las reglas de la academia, y yo creo que es muy importante que nosotros
hagamos un esfuerzo por entender los avances de la academia. Yo lo he hecho y
difiero de varios conceptos, pero no por diferir dejo de conocerlos, porque mis
abuelos me dijeron que hay que conocer y si no lo hiciera no sería coherente;
debo prepararme académicamente, pero tampoco me quedo con los libros en la
cabeza porque se me va el sueño y debo volver a la madre que me recicla. ¿Y
dónde está la madre? Está en las altas montañas, en donde nacen los ríos, en
donde canta y habla el viento, en donde está el vientre de la Madre Tierra de
la cual somos descendientes.
Una madre
recicla así que yo no vengo en tono de regañar pero quiero dejar algunos
conceptos, y eso es lo que quería hacer hoy. Si nosotros cuando nos levantamos
decimos gracias, gracias abuelos, gracias abuelas por permitirnos vivir hasta
ahora y, tal vez mañana otros nos seguirán, esa gratitud es muy importante.
Nosotros, cada vez que nos toca hacer algo también debemos devolver algo para
no hacernos miserables y pobres.
Nosotros no
somos miserables ni somos pobres. Y sobre todo, hermanos mayas, mayas jóvenes,
mayas mujeres, mayas niños, nosotros no somos mendigos; porque a veces las
políticas públicas hacen que nuestro pueblo sea como mendigo. Hasta he
escuchado a muchos que dicen “nuestros indígenas”. Esa expresión me ofende a mí
hasta el alma porque yo jamás voy a decir “nuestros franceses, nuestros
alemanes, nuestros norteamericanos”, y ahora “nuestros chinos y nuestros
coreanos”, porque yo no tengo jamás el valor para comprar patente sobre un
pueblo.
Entonces,
para los hermanos y hermanas que no son mayas, tienen que aprender a dirigirse
a nosotros con solemnidad y con respeto. Somos pueblos porque tenemos idiomas,
porque tenemos cultura, y esta proviene de una civilización, no al revés. No
señores, nosotros somos de una civilización que produce cultura, y la cultura
nuestra no es lo último, sino que es una expresión de lo que somos. Nosotros no
somos solo cultura, somos un sistema ancestral y una civilización ancestral.
Si nos
asumimos así, vamos a encontrar métodos de organización para salir adelante;
vamos a encontrar conceptos y filosofías de vida que nos ayudan a que nuestros
hijos incrementen su identidad propia, y vamos a sentir las vibraciones de esa
gran civilización de nuestros ancestros. Es un proceso de formación permanente,
de una transición permanente, de una evolución y construcción hasta que termina
nuestro ciclo y heredamos un futuro para las
nuevas generaciones.
Quiero con
todo mi corazón que ustedes hagan reaccionar a las personas sobre estas cosas;
no peleando, porque muchas veces la gente no lo hace de mala fe sino porque así
les decían nuestros abuelos, “nuestros indios”, y si mis abuelos decían que son
nuestros pues yo también digo que son
nuestros porque a lo mejor los compró antes de que yo naciera. Pero eso
ya se acabó, ninguna deuda nos queda a nosotros, si es que la teníamos.
Recibo este
doctorado con todo mi corazón, en nombre de tantos miles y miles de héroes y
heroínas de nuestros pueblos mayas que no han sido reconocidos, que no son
parte de la historia oficial y que hoy, poco a poco, se están asomando en esta
historia oficial.
Pero también
lo recibo en nombre de los abuelos mayas que hasta dieron su vida, que fueron
matados, masacrados, torturados; que fueron desaparecidos, humillados y que
aguantaron todo eso para que nosotros nos sintiéramos orgullosos de ellos.
Por todos
ellos es que recibo este doctorado, dejando en la mente de cada uno de ustedes
que el ser humano es un ser maravilloso, es un ser trascendental, integral,
extraordinario, y por eso somos energía, y por eso somos grandes, y nosotros
los mayas somos seres humanos extraordinarios. Nuestros hijos tienen que
aprender esa maravilla para que no se sientan víctimas y que jamás permitan la
esclavitud. Cuidado hoy, porque hoy estamos expuestos al neolimitarismo, al
neofascismo, al neocolonialismo, a la nueva invasión. Hay tanto que hacer, que
es bueno prevenir, como hacían nuestros ancestros, lo que les permitió tener
una academia y una inteligencia altas para poder sentir y palpar la esencia de
la humanidad. ¿Qué es el calendario maya si no la esencia de la humanidad?
Si queremos
encontrar lo bueno, lo vamos a encontrar. Es importante que tengamos una visión
positiva. En una universidad como esta debe hacerse un monumento en donde
aparezcan los 46 artículos de la Declaración Universal de los Pueblos
Indígenas. Cuando empezamos a trabajar esa declaración en las Naciones Unidas,
muchos hermanos sufrieron humillación, fueron sacados arrastrados por la
policía de las Naciones Unidas solo porque iban vestidos con su indumentaria. Y
nosotros dijimos “vamos a tomar la palabra del Jefe, hermano nuestro, Estajé,
de Estados Unidos”. Él dijo “señores, vengo a esta sociedad de naciones,
ábranme la puerta y solo quiero sentarme cinco minutos en una silla en donde
los gobiernos se han sentado siempre en nombre de nosotros”, y le dijeron que
no podía entrar, a lo que él respondió, “bueno, si no quieren que entre en paz
también puedo entrar a patadas”, y lo dejaron entrar.
Trabajamos
en esa Declaración Universal casi 20 años, y en esos 20 años fue cuando se
cometió el genocidio en Guatemala. Si esa declaración se hubiera acelerado no
hubiera permitido ese genocidio porque hablaba del respeto a los pueblos. Esa
declaración es muy importante que la conozca la juventud maya y, si es
necesario, tratemos de adecuarla a nuestra realidad, porque esa declaración la
hicieron no solo los mayas sino muchos indígenas, pero con la participación e
influencia de nosotros.
Y también
ojalá pudiera materializarse en esta universidad el conocimiento del uso
cotidiano del calendario maya; así como tenemos uno que nos sirve a diario, tal
vez nos puede ayudar cotejar ese con el maya cotidiano, que todavía no está muy
difundido.
Todas estas
iniciativas las tomamos para que el doctorado que me dan genere algo, porque
para nosotros los mayas, si tenemos algo que no es nuestro, nos genera pobreza
y eso yo lo he tomado muy en serio. Si me dan un regalo que no corresponde a mi
postura espiritual o social, me genera pobreza, así que para responder por este
doctorado que me dan, yo respondo con estas propuestas.
Termino
diciendo que todos nosotros, mayas o no mayas, busquemos nuestra salud mental,
espiritual, social, e incrementemos un poquito nuestra humildad para que desde
aquí podamos dar un mensaje a la humanidad, y que nunca más usemos violencia
para destruir o aniquilar al otro porque nos estamos autodestruyendo a nosotros
mismos.
esta muy interesante es una gran verdad.
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