Si el gobierno de Otto
Pérez Molina impulsa actualmente la interconexión de productores y grandes
consumidores de energía eléctrica, es porque en esta fase del proceso de
privatización del sector, a él le corresponde hacer lo que el poder imperial de
los organismos financieros internacionales y sus aliados los empresarios
locales establecieron para este momento.
Jorge Murga Armas* / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Guatemala
Introducción
Las comunidades indígenas resisten los proyectos de privatización de energía hidroeléctrica. |
Si es cierto que en
Guatemala la experiencia de construcción de represas e hidroeléctricas no es
nueva,[1]
y si es verdad que la privatización del sector eléctrico guatemalteco se inicia
en el contexto del Consenso de Washington,[2]
también es verdad que con la salida pública del Plan Puebla Panamá (PPP)[3]
y la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (DR-CAFTA),[4]
comienza otro momento de la historia de la generación de energía eléctrica en
Guatemala: se retoma la idea de utilizar el caudal de los ríos para la
construcción de hidroeléctricas y se impulsan entre otros proyectos de
generación de electricidad los que integran la Iniciativa Mesoamericana de
Interconexión Energética del Proyecto Mesoamérica antes llamado Puebla Panamá.[5]
Pero esos proyectos, lo veremos enseguida, favorecen nuevamente al gran capital
nacional y transnacional.
Los diversos momentos de la
privatización
Las primeras noticias
del proceso de privatización del sector eléctrico deben buscarse en los años
ochenta, porque fue en esa década que tanto el CACIF[6]
como el gobierno de Vinicio Cerezo (1986-1990) presentaron las primeras
propuestas e hicieron los primeros intentos. En 1984, recordemos, dirigentes
empresariales encabezados por Manuel Ayau Cordón empezaron a presionar para que
el Estado se deshiciese de las empresas públicas de telecomunicaciones y
electricidad. Pocos años después, recordémoslo también, la administración
Cerezo adheriría a la idea promovida por el Banco Mundial (BM) de
“desmonopolizar las empresas públicas”, pero el poder del sindicato del
Instituto Nacional de Electrificación (INDE) no se lo permitió.[7]
Fue, en verdad, durante
el gobierno de Jorge Serrano Elías (1991-1993) que comenzó la
desnacionalización del sector eléctrico guatemalteco. En este período, en
efecto, tanto la Cámara Empresarial (CAEM) como el CACIF realizaron sendos
estudios sobre la privatización de las empresas del Estado. Mientras la primera
proponía la privatización de 32 empresas, el segundo daba a conocer su “Libro
Amarillo” en que esbozaba la política económica y social deseable para el nuevo
gobierno y enfatizaba en las reformas al sector eléctrico. El interés por la
privatización de las empresas públicas era tal, que el CACIF llegó a conformar
una comisión del sector privado para redactar su proyecto de Ley General de
Privatización.[8]
Pero la crisis
energética de 1991 en Guatemala le arrebataría el control del proceso inicial
de desnacionalización. Con el expediente de la crisis, efectivamente, la
administración Serrano Elías quita el cerrojo para el acceso inmediato de la
transnacional estadounidense ENRON.[9]
Este hecho, por lo demás, evidenció las componendas y altos niveles de
corrupción con que inició la apertura del sector.[10]
En ese ambiente,
Serrano Elías nombra una Comisión Especial[11]
para evaluar al conjunto del sector eléctrico antes de avalar la privatización
del INDE y la venta de las acciones del Estado en la EEGSA. Pero las
discrepancias con el proyecto de Ley de desmonopolización (Decreto legislativo
59-92) salido de esa comisión, provocó el veto de Serrano y la formulación de
su propio proyecto de privatización. Este, básicamente, planteaba la venta de
los generadores eléctricos del INDE y de la EEGSA.
Después del “autogolpe”
de Serrano Elías que provocó el final de su mandato —el cual se cree estuvo
relacionado con las disputas entre las facciones empresariales que buscaban
beneficiarse con la privatización—, Ramiro de León Carpio (1993-1996) llega al
poder. Aunque las privatizaciones en el sector eléctrico se detuvieron en esos
años, las presiones de una de esas facciones obligaron al nuevo Presidente a
destituir del cargo de director de la Oficina de privatización y
desmonopolización del Estado a Manuel Ayau Cordón, hombre fuerte de la otra
facción.
En enero de 1995, en
efecto, Ramiro de León Carpio veta la nueva ley del INDE que buscaba
desmonopolizar el sector de la electricidad, lo cual le provocó nuevas y
mayores tensiones con los empresarios interesados en acelerar el proceso. De
León Carpio, debemos decirlo, no se oponía a la privatización del sector.
Condicionado por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) que
financiaba la formulación del proyecto de Ley General de Electricidad que
avalaba el Banco Mundial, el nuevo Presidente sólo esperaba su terminación.
Mientras tanto, y en
medio de las críticas del CACIF que no desaprovechaba la ocasión para despertar
un sentimiento “nacionalista” en la sociedad que le asegurase el apoyo de los
sindicatos de la electricidad,[12]
Teco Power Services (TPS) construye la planta Alborada que opera desde entonces
a través de Tampa Centroamericana de Electricidad Ltd.
Se trataba, en
realidad, de transformar el monopolio estatal administrado por el INDE y la
Empresa Eléctrica de Guatemala, S. A. (EEGSA), en un monopolio privado en manos
de empresas extranjeras y nacionales. Fue eso, exactamente, lo que años después
afirmaría, con otro propósito, el director de Electroconsulting, una de las
empresas consultoras encargadas de patrocinar el estudio requerido por la
Comisión de Vestuario y Textiles (VESTEX) cercana al empresario de maquilas y
Presidente de la República, Álvaro Colom Caballeros (2008-2012):
La
apertura y privatización de las empresas del sector eléctrico en 1997
transformó un monopolio público en privado, además que el sector presenta falta
de competencia, instituciones reguladoras débiles, así como que los costosos
contratos preexistentes firmados a partir de 1993 han consolidado operadores
dominantes dentro del mercado y, por ende, los precios tienden a ser de los más
altos de América Latina.[13]
Hasta principios de los
noventa, en efecto, la matriz energética de Guatemala (compuesta por las
diferentes fuentes generadoras de energía disponibles) era monopolio del Estado
que a través del INDE generaba el 95% de la electricidad. Entonces, las
hidroeléctricas constituían la principal fuente generadora de energía y entre
ellas destacaba la controversial Chixoy.[14]
Pero en la medida en que se dieron los cambios, el INDE dejó de ser el más
importante distribuidor de electricidad y las empresas transnacionales ocuparon
su lugar.
Fue entonces cuando las
transnacionales privilegiaron la construcción de centrales termoeléctricas
altamente contaminantes cuyo funcionamiento depende de derivados del petróleo
(bunker y diesel), sólo para obtener ganancias inmediatas. Como consecuencia,
las tarifas del servicio eléctrico se elevaron exponencialmente,[15]
a pesar de que el discurso oficial y empresarial afirmaba lo contrario. Según
ellos, en la medida en que avanzara la privatización, la competencia en el
sector abarataría la electricidad.
En 1996, durante el
gobierno de Álvaro Arzú (1996-2000), y ya con una matriz energética altamente
dependiente del petróleo, se aprobó el Decreto Legislativo No. 93-96 Ley
General de Electricidad, que crea el Mercado Mayorista para facilitar la
privatización del servicio de distribución. Para ello, la ley de electricidad
planteó que tanto el INDE como la EEGSA debían separar sus funciones de
generación, comercialización, distribución y transmisión. Esto favoreció a
Unión Fenosa, empresa española que compró la Empresa de Distribución del INDE
por 101 millones de dólares, no obstante que su valor real, según el sindicato
del INDE, ascendía a 400 millones. Fue en ese contexto que Unión Fenosa creó
DEORSA y DEOCSA, empresas que, respectivamente, distribuirían la energía
eléctrica en el oriente y occidente del país.
En ese mismo ambiente,
EEGSA vende en 1997 sus plantas generadoras a la empresa estadounidense
Constellation Power Development (CPD), que operará a través de su subsidiaria
Guatemalan Genereting Group (GGG), y que en 2001 pasaría a manos de la
estadounidense Duke Energy. Pero fue en 1998 cuando el Estado vende todas sus
acciones en la EEGSA. Después de un “concurso internacional”, en efecto, remata
el 80% del capital accionario que desde 1972 poseía en la Empresa Eléctrica de
Guatemala.
La nueva propietaria
fue la compañía Distribuidora Eléctrica Centroamericana, S. A. (DECA), cuyos
accionistas eran la española Iberdrola de Energía, S. A. (49% del capital), la
estadounidense Teco Power Services representada por la TPS Ultramar Guatemala,
S. A. (30% del capital) y la portuguesa EDP-Electricidad de Portugal, S. A.
(29% del capital).[16]
Ahora bien, desde abril de 1999 esas multinacionales manejan su inversión a
través de la Distribuidora Eléctrica Centroamericana II, S. A. (DECA II), que
en 1999 crea la compañía Comercializadora Eléctrica de Guatemala, S. A.
(COMEGSA), la más importante de las 14 empresas de comercialización de electricidad
que entonces existían en el país.[17]
Por lo demás, el alza
desmedida de los precios de la electricidad llevó al INDE a instituir en 1998
una “tarifa social” que subsidiaría a millones de usuarios que no podían pagar
los altos precios de la electricidad. Pero esta tarifa social, contrariamente a
lo imaginado, favorece también a los capitales nacionales y transnacionales
dueños del oligopolio de la electricidad. Si es verdad que los subsidios
permiten que muchos usuarios continúen utilizando el servicio, y si es verdad
que su existencia sirve para mantener el proceso de electrificación rural en
marcha, también es verdad que los mayores beneficiados con la instauración de
la tarifa social han sido las empresas generadoras y comercializadoras de
electricidad a las que el INDE paga el suministro.
El proceso de
privatización de la generación y comercialización de energía eléctrica no se
detuvo allí. Durante la administración de Alfonso Portillo (2000-2004),
importantes capitalistas construyeron plantas generadoras de electricidad con
el aval del INDE y muchos otros se beneficiaron con la concesión de nuevos
proyectos geotérmicos. Más y más ingenios azucareros erigieron sus propias
plantas generadoras de energía eléctrica, y desde entonces hacen magníficos negocios
vendiéndola al INDE a precios altos.[18]
Así, los más favorecidos terratenientes y agroexportadores del país, que en
esos mismos años se insertaron en el negocio de los agrocombustibles,[19]
extienden sus tentáculos al sector eléctrico amenazando con convertirse en
elementos estratégicos del nuevo oligopolio de la generación de electricidad.[20]
Fue justamente eso lo
que favoreció la administración de Oscar Berger (2004-2008). Apoyado y
comprometido abiertamente con ellos, se propuso transformar la matriz energética
altamente dependiente de los hidrocarburos y de la volatilidad de sus precios,
por otra que privilegia la construcción de plantas hidroeléctricas y a base de
carbón. Su objetivo, decían, era abaratar los costos de generación de
electricidad para atraer inversión extrajera, pero era evidente que también
buscaba beneficiar al sector industrial local que concentra a los principales
usuarios del servicio eléctrico del país.
Después de cuatro años de profundizar en ese modelo, y aunque los
resultados fueron casi imperceptibles, la definición de políticas energéticas y
los compromisos alcanzados a nivel institucional fueron suficientes para que su
sucesor consolide lo iniciado.
Por eso, Álvaro Colom
anuncia desde el inicio de su gobierno la intención de modificar la matriz
energética. Esta, afirmaba, dependía en un 46% del petróleo para su generación,
lo cual había impactado desfavorablemente en los costos de la energía del país.[21]
La administración Colom, pues, se propuso fortalecer la plataforma institucional
creada por su antecesor —el Programa Nacional de Competitividad (PRONACOM), la
Agencia de Promoción de Inversión Extranjera Directa (Invest in Guatemala) y la
Comisión Nacional de Energía Eléctrica (CNEE)— y promover la construcción de
proyectos hidroeléctricos y plantas carboneras para avanzar hacia el objetivo
final fijado en el Plan de Expansión Indicativo del Sistema de Generación
2008-2022: reducir la dependencia de los hidrocarburos y producir casi dos
tercios de la electricidad por medio de hidroeléctricas en el 2022.
Se avanza entonces en
la interconexión con México, El Salvador y Honduras, se pone énfasis en los
proyectos binacionales con el Salvador y México —todo ello según lo previsto en
el Plan Puebla Panamá— y se concesionan nuevos proyectos hidroeléctricos.
Estos, al instante, provocan el rechazo de las comunidades afectadas que se
oponen al otorgamiento de sus territorios y recursos naturales a capitales
locales y transnacionales. El caso más conocido, aunque no el único, es el del
proyecto Xalalá en los municipios de Ixcán, Uxpantán y Cobán, en los
departamentos del Quiché y Alta Verapaz, cuya licitación fracasó en noviembre
de 2008 debido a la falta de ofertas de las empresas transnacionales y locales
en un contexto de fuerte oposición comunitaria.
Esto, sin embargo, no
impidió que la administración Colom adicionara a la lista de proyectos
hidroeléctricos aprobados y en operaciones desde 1998, otra de plantas térmicas
e hidroeléctricas a construirse en los próximos años.[22]
Entre éstas sobresalen los proyectos hidroeléctricos Renace II sobre el río
Cahabón, en San Pedro Carchá, Alta Verapaz (propiedad del Grupo Multi
Inversiones de la familia Gutiérrez-Bosch), el cual se estima generará 163
megavatios de energía con una inversión de 320 millones de dólares; e
HidroXacbal sobre el río Xacbal, en San Gaspar Chajul, El Quiché (propiedad del
Grupo Terra de Honduras), que generará según estimaciones 94 megavatios de
energía a un costo de 190 millones de dólares.
La continuidad de la
política privatizadora del sector eléctrico ha sido evidente durante la
administración de Otto Pérez Molina (2012-2015). Además de profundizar el
proceso de licitación y concesión de proyectos hidroeléctricos a empresas
extranjeras y nacionales (Xalalá, por ejemplo), y además de reprimir a las
poblaciones que se oponen valientemente a la construcción de hidroeléctricas en
sus territorios (Santa Cruz Barrillas, por ejemplo), su gobierno impulsa
discretamente el Proyecto de Electrificación Territorial (PET) que interconectará
a los productores de electricidad con los grandes consumidores del Mercado
Mayorista. Entre ellos, la industria minera, Cementos Progreso, Cervecería
Centroamericana y Aceros de Guatemala, los mayores demandantes de energía
eléctrica del país.[23]
Conclusión
Vemos que si el
gobierno de Otto Pérez Molina impulsa actualmente la interconexión de
productores y grandes consumidores de energía eléctrica, es porque en esta fase
del proceso de privatización del sector, a él le corresponde hacer lo que el
poder imperial de los organismos financieros internacionales y sus aliados los
empresarios locales establecieron para este momento.
No es verdad, pues, que
los “Presidentes de Guatemala” gocen de soberanía en sus decisiones. Si es
cierto que el cargo les confiere autoridad, también es verdad que durante su
mandato se consagran a realizar los designios del imperio y del gran capital
nacional y transnacional: “Sólo dos Presidentes ha tenido Guatemala: Arévalo y
Árbenz. Los demás han sido administradores coloniales”.
Contundente y certera
afirmación del defensor incansable de los intereses nacionales, Rafael
Piedrasanta Arandi.
NOTAS:
* Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales
de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
[1] Entre las más
importantes: el Zapote (1884), Palín (1885), Santa María (1927), Río Hondo
(mediados de la década de 1950), Jurum Marinalá (principios de los años
setenta), Aguacapa (1982), Chixoy (1983).
[2] Se trata del paquete de
reformas económicas y políticas “sugeridas” a los países latinoamericanos a
finales de los años ochenta y principios de los noventa por el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial: apertura completa de las economías a
los mercados y al capital internacional, recorte del gasto público y
eliminación de los subsidios sociales, privatización de las empresas estatales
y, en general, el establecimiento del contexto más propicio para la inversión
extranjera.
[3] Véase Jorge Murga
Armas, Guatemala en el Plan Puebla
Panamá. Las tramas de este modelo de integración regional, Revista Economía,
No. 169, IIES, Guatemala, julio-septiembre 2006, pp. 51-81.
[4] Véase Jorge Murga
Armas, La trama del DR-CAFTA en Guatemala,
Boletín Economía al día, No. 7, IIES, Guatemala, julio 2005.
[5] Son cuatro los
proyectos de la Iniciativa de Interconexión Energética: 1) Proyecto del Sistema
de Interconexión Energética de los Países de América Central (SIEPAC); 2)
Proyecto de Interconexión México-Guatemala; 3) Proyecto de Interconexión
Guatemala-Belice; 4) Proyecto de Interconexión Panamá-Colombia.
[6] Comité Coordinador de
Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF).
[7] Más de 15 días de
huelga de los trabajadores del sector eléctrico forzaron a Vinicio Cerezo a
destituir a su padrino Roberto Balsells de la presidencia del INDE. Vinicio
Cerezo, debemos decirlo, había nombrado ilegalmente en el cargo a ese
millonario empresario que a través de sus empresas Aerolux y Telectro también
proveía al INDE. La fuerza de los trabajadores también le obligó a asumir el
compromiso de no privatizar el INDE y evitar el alza de las tarifas eléctricas.
[8] Dicha comisión estuvo integrada
por Edgard Heinemann, Peter Lamport, Juan Luis Bosch, Alfredo Chinchilla,
Gustavo Anzueto Vielman y Víctor Suarez Valdez.
[9] El contrato original
fue firmado en 1992 por la EEGSA y la transnacional Texas Ohio Power (TOP) y
luego trasladado a ENRON. Con el 37% de las acciones hasta su quiebra en el
2003, ENRON estaba asociada en Guatemala con las empresas Common Wealth
Development Corp. y Centrans Energy Services (CES) que poseían el 63% de las
acciones. En ese momento, ENRON empezaría a generar 110 megavatios de energía
eléctrica a través de su subsidiaria Puerto Quetzal Power. Véase Luis Solano, El negocio de la electricidad:
transformación de la matriz energética y sus impactos, en El Observador,
Análisis alternativo sobre política y economía, Recursos naturales y energéticos en manos privadas, Año 3, No. 16,
Guatemala, Diciembre 2008 - Enero 2009, pp. 3-34.
[10] En ese proceso
participaron los empresarios guatemaltecos Oswaldo Méndez Herbruger, Roberto
López, Henrik Preuss, Marco Antonio Lara Paíz y Raúl E. Arrondo. Véase Luis
Solano, op. cit., p. 22.
[11] Integrada por Víctor
Suárez Valdez, Fernando García Molina y Leonel López Rodas. Este, debemos
decirlo, presentó una propuesta de privatización durante el gobierno de Serrano
Elías y otra durante la administración de Ramiro de León Carpio. Este asesor
del Congreso que después se convertiría en un millonario empresario, ocupó
durante el gobierno de Álvaro Arzú entre otros cargos el de Ministro de Energía
y Minas.
[12] “La pretendida Ley
General sobre Electricidad, decía el CACIF, no es nada más que una imposición
d2el Banco Mundial, la cual se utiliza como pretexto para posponer el proceso
de desmonopolización”. Véase: Inforpress Centroamericana, Fricciones gobierno-CACIF por veto presidencial, edición del 26 de
enero de 1995.
[13] elPeriódico,
22/01/2008.
[14] Véase Alfredo
Ankermann, El legado del megaproyecto
Chixoy: Sangre, sudor y lágrimas, en El Observador, op. cit., pp. 51-65.
[15] Mientras que entre 1980
y 1989 el precio promedio de la electricidad para el consumidor creció 44%,
entre 1990 y 1998, en pleno proceso de privatización, el alza fue de 145%. Así,
el precio del kilovatio que en 1989 se ubicó por debajo de los Q0.22, en 1998
alcanzó un poco más de Q0.54. Luis Solano, op.
cit., p. 21.
[16] El 21 de octubre de
2010, el Grupo EPM de Medellín, Colombia, compra el 80% de las acciones de la
EEGSA al consorcio integrado por Iberdrola de Energía, S. A., Teco Power
Services y EDP-Energías de Portugal, S. A.
[17] Luis Solano, op. cit., p. 25.
[18] Ibid.
[19] Véase Jorge Murga
Armas, El costo social de la producción
de agrocombustibles en Guatemala, Boletín Economía, No. 6, IIES, Guatemala,
junio 2011.
[20] 6 de las 19 empresas
generadoras de electricidad en el 2008 eran propiedad de alguno de los 15
ingenios azucareros del país: Central Agroindustrial Guatemalteca, S. A.
(Ingenio Madre Tierra), Compañía Agrícola Industrial Santa Ana, S. A. (Ingenio
Santa Ana), Concepción, S. A. (Ingenio Concepción), Ingenio La Unión, S. A.,
Ingenio Magdalena, S. A., Pantaleón, S. A. (Ingenio Pantaleón). Luis Solano, op. cit., p. 25.
[21] “La actual matriz de
energía eléctrica depende en un 46% del petróleo (bunker) para su generación,
el que ha tenido constantes incrementos a nivel internacional lo que ha
impactado en los costos de energía del país”. Ministerio de Energía y Minas.
Comunicado de prensa, 25/05/2008.
[22] Véase Luis Solano, op. cit., pp. 12-14.
[23] Comunicado del Consejo
del Pueblo Maya K’iche’, Guatemala 2/10/2013.
Exelente Sr. Jorge Murga gracias por esta informacion Lo vï en veacanal justamente unos dias despues de la muerte de mi mas admirado mentor el Lic. Alfonso Bauer Paiz. y usted lo comento y veo que hay sustituto a quien se pueda ir a consultar. ahora solo tengo una pregunta como comparto el articulo...
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