En el mundo contemporáneo, las ideas de
Martí son las de un continente que se ha atrevido a desafiar lo que parecía
imbatible. Como él nos aconsejó, hoy buscamos afanosamente conocernos y
juntarnos, y en esa tarea estamos. No es nada fácil, y más bien es una vía
llena de desencuentros y yerros, pero también de hallazgos y alegrías.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
El 30 de enero de 1891, José Martí
publicó su ensayo Nuestra América en
el periódico mexicano El Partido Liberal.
Se trata de un texto relativamente breve, escrito en el lenguaje poético y
metafórico propio de su época, que sin embargo toca con precisión y claridad
algunas de las características más representativas de ese vasto territorio que,
desde él, muchos llamamos Nuestra América.
La potente voz martiana, que nos llega
desde las postrimerías del siglo XIX, sigue siendo tan vigente hoy, que se ha
hecho coincidir la fecha de publicación de este ensayo con el día de la
identidad latinoamericana, es decir, día de celebración y reflexión sobre lo
que somos.
Mucho y poco ha cambiado desde entonces.
Poco, porque algunas de las características de nuestras tierras, que Martí
denuncia y proclama en su escrito, siguen tan vigentes como entonces: la miopía
pueblerina de quienes no pueden dejar de anteponer sus mezquinos intereses al
bien común; la presencia avasallante del imperio norteamericano; la necesidad
de la unidad nuestroamericana; la importancia de asumir la defensa de lo
propio; el orgullo por las características de nuestra cultura; la necesidad de
conocer lo que somos y pensar con cabeza propia; la urgencia por hacer causa
común con los oprimidos. Pocas veces se ha dicho tanto, de forma más hermosa y
sintética.
Pero también han cambiado muchas cosas.
Algunas de las más relevantes es que, como nunca antes, incluyendo la época en
la que Martí escribió su opúsculo, en Nuestra América soplan vientos de
renovación que, precisamente, toman en cuenta ese espíritu martiano que llama a
la unidad, al interés por los oprimidos, al orgullo por lo que somos y su
rescate.
No podía ser más pertinente, en este
sentido, la celebración de la cumbre de la CELAC en este aniversario, porque
sobre ella gravitó el espíritu martiano. Es un gesto simbólico que han puesto
de relieve lo que se ha avanzado en los últimos diez años al respecto, y que ha
enervado a los que, por primera vez sintiéndose al margen, ladran rabiosos
desde el otro lado de la valla.
Pero, al sur del Río Bravo los pueblos
despiertan. Algunos ya caminan, y otros apenas se desperezan, o buscan como en
sueños, el rumbo que trazara Martí: el de pensarnos a nosotros mismos partiendo
de nuestras propias condiciones “naturales” (como él las llamaba), sin
menospreciar pero justipreciando lo que se hace y se piensa en otras partes, que
con tanta frecuencia hemos seguido acríticamente, y que tantas veces, también,
nos han impuesto.
Los que despiertan o están despertando a
la utopía martiana bregan en el mar de la confusión que los “sietemesinos”,
como les llamara Martí, construyen como valladar para mantener mezquinos
privilegios, las más de las veces enganchados como furgón de cola del tren de
los intereses foráneos. Tratan de ahogar las voces nuevas, no tienen empacho en
mentir y asustar, pero el tiempo que vivimos, independientemente de los
adelantos y los retrocesos, es en el que les ha llegado su hora.
En el mundo contemporáneo, las ideas de
Martí son las de un continente que se ha atrevido a desafiar lo que parecía
imbatible. Como él nos aconsejó, hoy buscamos afanosamente conocernos y
juntarnos, y en esa tarea estamos. No es nada fácil, y más bien es una vía
llena de desencuentros y yerros, pero también de hallazgos y alegrías.
El tiempo de Martí ha llegado.
Nuestra América ha sido faro en mi vida desde que lo leí a los 10 años, hoy tengo 70 y sigue siendo guía de mis decisiones.
ResponderEliminarHa que se refiere jose marti cuando habla de el genio?
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