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sábado, 22 de marzo de 2014

Guatemala: Manuel Colom Argueta, el gran líder

A 35 años del asesinato de Manuel Colom Argueta, el mundo cambió radicalmente. El socialismo real encabezado por la Unión Soviética ha desaparecido. El neoliberalismo rampante también destruyó a los pensamientos socialdemócrata y socialcristiano más auténticos. La moribunda democracia cristiana es  una de las expresiones de la derecha y la socialdemocracia dominante se volvió neoliberal.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

La contrarrevolución de 1954 pretendió restaurar el orden oligárquico gestado con la  revolución liberal de 1871. Aquella gesta modernizadora degeneró en la dictadura unipersonal, el latifundismo agroexportador sustentado en el trabajo forzado indígena y   el oscurantismo reaccionario. La restauración oligárquica no pudo reimplantar plenamente aquel orden, pero le dio continuidades esenciales que fueron reproducidas por la dictadura militar crecientemente asentada en el terror. Fue contra este mundo que en diversas vertientes  muchos  se rebelaron. El más conservador de este disenso antioligárquico fue la democracia cristiana. El más radical fue la izquierda revolucionaria sustentada entre otras fuentes en el marxismo. En el centro de esta lucha, se encontró la socialdemocracia en sus diversos afluentes. Fue en ese espacio que surgió el más grande liderazgo político desde la segunda mitad del siglo XX, el de Manuel Colom Argueta.

En 1979, el orden oligárquico heredado del implantado en el último tercio del siglo XIX, había entrado en crisis en Centroamérica. La izquierda revolucionaria ganaba adeptos,  se  perfilaba  la revolución sandinista y la sublevación armada en El Salvador y Guatemala. En ese contexto, la  izquierda democrática en Guatemala, representada por figuras como Colom Argueta y Alberto Fuentes Mohr, heroicamente buscaban una salida a ese orden en crisis a través de los métodos pacíficos y democráticos. Ambos fueron asesinados y al igual que el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro en Nicaragua y el de Monseñor Arnulfo Romero en El Salvador, dichas muertes violentas acicatearon el estallido revolucionario. El asesinato de Colom Argueta, planificado por la dictadura militar e implementado por el general David Cancinos, según el informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico, fue una maniobra política racionalmente calculada. La dictadura legalizó al Frente Unido de la Revolución el 15 de marzo de 1979 y el 22 de marzo asesinó a su líder indiscutible, cortando así todas las potencialidades de su partido.

De manera explícita o implícita, las distintas vertientes de la rebelión antioligárquica se unieron en el Frente Nacional de Oposición en 1974 con la candidatura presidencial de Efraín Ríos Montt. El estallido revolucionario centroamericano, iniciado con la ejecución de Chamorro en Nicaragua, hizo caminar por senderos distintos en Guatemala a la izquierda democrática y a la revolucionaria. A 35 años del asesinato de Manuel Colom Argueta, el mundo cambió radicalmente. El socialismo real encabezado por la Unión Soviética ha desaparecido. El neoliberalismo rampante también destruyó a los pensamientos socialdemócrata y socialcristiano más auténticos. La moribunda democracia cristiana es  una de las expresiones de la derecha y la socialdemocracia dominante se volvió neoliberal.

Pero en Centroamérica y en otras partes, el neoliberalismo y el fin del socialismo real han tenido un efecto positivo: la posibilidad de la unidad de todas las vertientes   antaño antioligárquicas en una coalición antineoliberal y plural  de largo alcance. En Guatemala, esta coalición tendrá en la  figura de Manuel Colom Argueta un símbolo indiscutible. Porque su pensamiento socialdemócrata resulta hoy subvertor del dogma neoliberal y sus infamias.

He aquí la vigencia del más grande líder de la historia reciente de Guatemala.


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