Costa Rica es el país de América Latina
en el que más ha crecido la desigualdad en el último año. Otrora señalada en el
continente por lo contrario, hoy tres décadas de políticas neoliberales dejan
su impronta.
Rafael
Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Revertir el rumbo neoliberal de Costa Rica: el desafío del candidato Luis Guillermo Solís. |
No ha habido un estallido social porque
el país aún vive de las rentas de su pasado: existen instituciones
amortiguadoras de la debacle que, aunque ellas también seriamente afectadas,
amortiguan la caída libre. Las principales, la Caja Costarricense del Seguro
Social (CCSS) y el Instituto
Costarricense de Electricidad (ICE), que produce y distribuye energía y ofrece
servicios de telecomunicaciones.
Hace tres años, cuando estalló la etapa
más aguda de la crisis europea, algunos proclamaron la muerte el
neoliberalismo. Se decía que este había mostrado sus límites, ya no era
funcional ni siquiera para la acumulación capitalista, y se derrumbaría de un
día para otro.
La realidad nos ha mostrado otros
escenario: el capitalismo se recompone de su crisis dando una nueva vuelta de
tuerca profundizando y extendiendo aún más el ajuste; despoja a los
trabajadores de sus derechos, echa sobre los hombros de la población el pago de
la crisis, apoya y estimula al capital financiero y concentra aún más la
riqueza. Ante el malestar y la indignación ciudadana, criminaliza la protesta;
cuando le conviene, se salta olímpicamente los mecanismos de la democracia e
impone primeros ministros y presidentes. Ha transformado a los medios de comunicación
en un arma a su servicio.
La receta es universal. No se trata solo
de Europa, sino se sigue ofreciendo como panacea para crecer y salir de la
crisis en todo el mundo, y solo se atreven a desafiar las recetas del FMI los
países en donde prevalecen gobiernos progresistas o de izquierda, como los que
existen en América Latina que no son, ni lejanamente, todos.
Costa Rica está en la lista de los que
ha seguido apostando no solo por seguir sino, además, profundizar el modelo que
muestra, a las claras, signos de agotamiento. La señora Presidenta, Laura
Chinchilla, y su ministra estrella, doña Anabelle González, ministra de
Comercio Exterior, insiste en una serie de medidas que apuntan en esa
dirección.
En primer lugar, proponen una reforma
fiscal que echa la carga sobre los trabajadores, como ha sucedido especialmente
en España, Grecia, Italia e Irlanda pero, en general, en toda Europa. Al igual
que en esos países, se aduce que el desbalance de las finanzas públicas se debe
a los “privilegios” de los trabajadores y propone recortarlos. Divulga y crea
opinión favorable en torno a esta posición el diario La Nación, quien
titulariza un día sí y otro también, sobre las “nefastas” consecuencias de las
convenciones colectivas, las pensiones, y los salarios. Nada dice, claro está
de las millonarias exenciones a las compañías trasnacionales, de los capitales
golondrina que llegan, lucran y se van.
Se lamentan las dos señoras, también, de
no tener más tiempo para concluir procesos internacionales que inscriben al
país en la internacional del neoliberalismo. Se trata de la aceptación de Costa
Rica en la OCDE y la Alianza del Pacífico.
La señora González, en entrevista publicada por el semanario El Financiero, el domingo 30 de marzo, se dolía de no haber culminado la incorporación
del país a la Alianza del Pacífico, con
vistas a integrarse posteriormente al Tratado Trans Pacífico (TPP), que le
abriría los mercados –según ella- del sureste asiático.
Por su parte, la aún presidenta Laura
Chinchilla, misma que dejara su puesto el próximo 8 de mayo, pidió en Panamá
-en donde se realiza el Foro Económico para Mundial sobre América Latina-, a
sus colegas presidentes, que por favor presionaran al nuevo presidente
costarricense para que culminara con éxito el ingreso de sus país a la OCDE.
Claro está que los presidentes
asistentes apoyaron jubilosos la propuesta de la señora Chinchilla. ¿No habrían
de hacerlo Otto Pérez Molina de Guatemala, Enrique Peña Nieto de México,
Ricardo Martinelli de Panamá u Orlando Hernández de Honduras?
No cejan, pues, los neoliberales
costarricenses en su afán, aunque los indicadores muestren las heridas que
están dejando en el organismo social. Son tercos y prepotentes, como lo ha
mostrado la señora Chinchilla en sus cuatro años de gobierno que,
afortunadamente, culminarán próximamente, en los cuales ha descalificado,
regañado y vilipendiado a todo el que no ha estado con ella y sus propuestas.
Queda al nuevo gobierno, cuyo presidente
se elige el domingo 6 de abril, la oportunidad de enderezar el rumbo.
Dejar de ver a esas señoras no tiene precio.
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