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sábado, 12 de abril de 2014

Panamá: ¿Nación sin Estado?

Es urgente hacer una lectura política y crítica de nuestra historia, para replantearnos nuestros procesos de formación en curso como país en un mundo globalizado.

Abdiel Rodríguez Reyes / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

El 22 de enero moderé la presentación del libro Panamá: nación sin Estado (2014), escrito por Roberto Arosemena Jaén, Antonio Cortés Madrid y Domingo Gonzales Estévez. El libro, desde su título, despierta mucha polémica.

La presentación del libro estuvo a cargo de Carlos Lee, Rimsky Sucre, hijo de Antonio Sucre, científico que estudió en el Massachusetts Institute of Technology, que propuso el canal a nivel, además de ser un permanente promotor de una cultura política, de estar consciente de los problemas nacionales, cuestión que pierde espacio en los debates públicos y queda marginada a pequeñas élites intelectuales.

Además de las emotivas palabras de Rolla Pimentel, la presentación del libro culminó con las palabras de Roberto Arosemena Jaén, en representación de los autores.

Sobre la problemática que despierta el título del libro, el sociólogo Marco Gandásegui h. ha señalado lo siguiente: “Me pregunto, ¿tenemos una Nación sin Estado? No será al revés: ¿Un Estado sin Nación? La pregunta me la formulo como el filósofo que no soy. ¿Puede haber una idea de Nación sin Estado? Me parece más probable que exista el Estado sin Nación”. Este debate aún está pendiente, y de seguro que el profesor Marco ya tendrá más que aportar después de la lectura del texto, y el profesor Arosemena, mucho que responder. De lo que se trata es de debatir nuestra historia.

El texto es una “rememorización del nueve de enero”, que busca en ese plano una “reactualización del pasado en el presente para proyectarlo hacia el futuro”. Para lograr una comprensión de esta temática es fundamental contextualizar nuestro pasado en torno a la gesta heroica del 9 de enero de 1964, lo ocurrido en días posteriores hasta el 12 de enero de ese mismo año es un punto de inflexión significativo para nuestra historia en la formación de un bloque histórico con nuevas perspectivas.

Un hecho que se nos presenta como irrefutable es que Estados Unidos antes de nuestra formación como república en 1903, ya tenía injerencia en las decisiones políticas que se tomarían no solo en Panamá, sino en todo su Sur. Como diría Boaventura de Sousa Santos “el sur global”.

Es decir, “Estados Unidos como Imperio impone sus intereses”. (Putin estaría de acuerdo con esta afirmación en la coyuntura internacional sobre la situación de Ucrania). La operación “Causa Justa de 1989” no es más que la materialización de la política exterior de Estados Unidos en Panamá.

Panamá: Nación Sin Estado vuelve a traer al debate público toda la historia política al menos desde 1846, desde su particular interpretación en torno al nueve de enero, como péndulo de reflexión.

Teniendo en cuenta que entre las reivindicaciones de enero del 64 está la soberanía territorial de la franja canalera que fue arrebatada en 1903 por el tratado Hay-Bunau Varilla, recuerda mucho aquella frase lapidaria de Omar Torrijos: “yo no quiero entrar en la historia quiero entra a la zona del canal”, que fue alcanzado hasta 1977 por los tratados Torrijos–Carter. De ahí empezó la cuenta regresiva hasta un día antes del siglo XXI, cuando se “entregó la administración del Canal” a manos panameñas.

El texto plantea una diferencia muy curiosa entre el canal de esclusas y el canal de neutralidad, este producto del Tratado de Neutralidad y Funcionamiento del Canal, que garantiza el control hegemónico de Estados Unidos en nuestro territorio.

Los tratados Torrijos–Carter cedían en gran medida el canal de esclusas a los panameños, pero Estados Unidos ganaba terreno y mantenía el control hegemónico con el canal de neutralidad. No era más que una ganancia a medias que incluso nunca perdonaron los norteamericanos a Torrijos. En tal sentido, lo que en realidad le interesa a la política exterior de los Estados Unidos es el canal de neutralidad para continuar con el control real, ya que este tratado es a perpetuidad.

En tal sentido, “el nueve de enero de 1964 es el proyecto (aún en marcha) de erradicar y liquidar la presencia hegemónica de la potencia norteamericana en la zona del canal, no ha sido logrado”. Estos breves comentarios no son más que una concitación a la lectura del texto y una lectura política de nuestra historia.

Para finalizar, también una invitación y creo que es oportuno convocar a un Segundo Congreso Nacional por el rescate de la Soberanía, que ponga en cuestión todo nuestro proceso de formación social, económica y cultural desde al menos el intento de buscar nuestra soberanía que empezó en enero de 1964 y aún no termina.

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