Un aniversario con doble faz: por
un lado, de júbilo por haber logrado llevar al gran genocida al banquillo de
los acusados. Por otro, de frustración e impotencia ante las maniobras de la
pandilla que sigue gobernando a Guatemala.
Ríos Montt se ampara en la impunidad para evadir su responsabilidad por los delitos de genocidio. |
Rafael
Cuevas Molina
Presidente AUNA-Costa Rica
Este 10 de mayo se cumple un año
de la condena por genocidio al ex general Efraín Ríos Montt en Guatemala,
sentencia que no fue posible ejecutar por una serie de tecnicismos que fueron
aducidos por la defensa del señor Ríos, los cuales no son más que una cortina
de humo que trata de ocultar las verdaderas razones para anularla: el miedo a
ser juzgados, ellos también, de los sectores dominantes guatemaltecos y
miembros del ejército involucrados en crímenes de lesa humanidad.
En el juicio que se le siguió al
señor ex general, después de muchos años de evadirlo por tener inmunidad como
diputado al Congreso de la República, hubo un largo y escalofriante desfile de
testigos que, frente él, los jueces, el público presente en la sala y el mundo,
atestiguaron las atrocidades de que fueron víctimas. El señor militar vio y oyó
todo impasiblemente, sin que se le moviera uno solo de los pelos de su poblado
mostacho, y al final declaró ante los jueces con el tono evangelizador e
histérico que le caracteriza, y con el que pretendió aleccionar y evangelizar a
los guatemaltecos en la década de 1980, cuando peroraba por televisión
discerniendo entre el bien y el mal, la vida y la muerte.
Los desmanes a los que fue
sometido el pueblo guatemalteco han sido ampliamente documentados de múltiples
y variadas formas. Hay miles de testigos y víctimas, y las pruebas abundan en
todo el territorio nacional. ¿Por qué, entonces, los principales responsables
siguen viviendo en la impunidad y algunos, como el ex general Otto Pérez
Molina, llegan incluso a la más alta investidura del país?
Porque ellos siguen teniendo la
sartén por el mango.
Y no tienen el mango de cualquier
sartén: tienen el control de un aparato estatal corrupto hasta la médula,
penetrado por los intereses corporativos del crimen organizado en asocio con
miembros del ejército de Guatemala, que hicieron de la guerra un negocio.
Hay, entonces, demasiados
intereses poderosos en juego.
La unión de cámaras empresariales
de Guatemala, llamada CACIF por sus siglas, fue la primera que, al conocerse el
resultado del juicio, salió a oponérsele pública y radicalmente. Los mismo hizo
el señor presidente, el ex general Otto Pérez Molina, conocido en los años de
la guerra como comandante Tito, cuando con lujo de detalles describía cómo se
reprimía a la comunidad de Nebaj en el altiplano guatemalteco.
A ninguno de estos señores les conviene
que se condene al ex general Efraín Ríos Montt, porque hacerlo significa
legitimar una vía en la que, en algún momento, la justicia se encontrará con
ellos en alguna vuelta del camino.
Tratan de tapar el sol con un
dedo.
Los hechos son tan conocidos hoy y
están tan bien documentados que aún quienes fueron cómplices de todo lo
sucedido no pueden hacer más que reconocer lo que llaman “excesos” de la
guerra. Es el caso de los Estados Unidos, quienes de diversas formas y
tímidamente, han ido reconociendo paulatinamente que colaboraron con una banda
de asesinos que se ensañó contra la población civil, la más de las veces
indefensa.
Esto no les resta
responsabilidades pero certifica aún más la existencia de los hechos. Ellos
también deberán ser juzgados alguna vez.
Sabiendo que, dadas las artimañas
que han utilizado, el juicio en algún momento deberá ser retomado posiblemente
el año entrante, se han dado a la tarea de deshacerse de las personas honestas
que, en ese aparato estatal corrupto hicieron posible, con su actitud valiente,
el juicio.
De esta forma, la han emprendido
contra la jueza Yassmín Barrios, quien presidió el Tribunal que juzgó y condenó
al ex general, y contra la Fiscal General de la República Claudia Paz y Paz,
que le dio prioridad a este tipo de procesos en su gestión. A la primera la
suspendieron un año de sus funciones por supuestamente faltarle el respeto al
abogado defensor de Ríos Mont en el juicio, y a la segunda le impidieron
postularse de nuevo al cargo de Fiscal que ocupaba, acortando, además, el
período de su gestión.
Piensen nuestros lectores que si
esto es lo que hacen con figuras prominentes que se encuentran a la vista de
todos, qué no harán con los y las testigos que, en la montaña, en caseríos
dispersos y solitarios, en casas aisladas, se encuentran fuera de toda
atención.
Un aniversario con doble faz: por un lado, de júbilo por haber logrado llevar al gran genocida al banquillo de los acusados. Por otro, de frustración e impotencia ante las maniobras de la pandilla que sigue gobernando a Guatemala.
¿Cómno se podrá vivir así? Son personas podridas, sin escrúpulos, enfermas...¡qué horror!
ResponderEliminar