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sábado, 17 de mayo de 2014

Panamá: El voto popular garantizó el triunfo conservador

Los 1.25 millones de votantes que derrotaron a Martinelli seguirán su rutina diaria para sobrevivir en un país cuya clase gobernante concentra cada vez más riqueza a expensas de los trabajadores. La única noticia positiva producto de los comicios – además de la derrota de Martinelli – es la confirmación que en Panamá existe un pueblo sabio.

Marco A. Gandásegui, h. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

Han pasado diez días desde el triunfo del equipo que encabezó el presidente electo, Juan C. Varela. Aún siguen festejando los despachos superiores de las grandes corporaciones, así cómo los buffet de las prestigiosas firmas legales. Las cúpulas empresariales todavía no se explican como fue derrotado el presidente saliente, Ricardo Martinelli. Sólo saben que se sacaron de encima un peso que amenazaba con acabar con sus planes de gobernar el país –en estrecha convivencia con los intereses de EEUU- por muchos quinquenios más.

Este sentimiento de sosiego también se reflejó entre los sectores de las capas medias altas – conservadoras – que sentían amenazados sus estilos de vida e, incluso, en algunos casos, su estabilidad económica. Martinelli había promovido algunas leyes que incrementaban los impuestos a los bienes inmuebles.

El triunfo electoral de la candidata a diputada independiente y ex-procuradora general de la Nación, Ana Matilde Gómez, fue celebrado con igual entusiasmo que la victoria de Varela y del candidato a la Alcaldía del distrito de Panamá, José I Blandón. La victoria de Varela fue del Partido Panameñista, colectividad debilitada en los últimos lustros. Sin embargo, el logro de Varela fue asumido como propio por los sectores más conservadores del gran capital y de las capas medias más acomodadas del país. Incluso, sectores de la oposición que no eran de la alianza de Varela se sintieron satisfechos con la derrota de Martinelli.

El triunfo de Varela, sin embargo, no se lo debe a la votación de esos sectores anquilosados en el tiempo. Sin hacer fiesta, sin celebraciones, los sectores populares del país – del campo y de la ciudad – salieron a votar  por el candidato panameñista. Votaron y regresaron a sus casas para ver por televisión el espectáculo de los políticos gritando y festejando mientras que otros (como el presidente saliente) no podía contener las lágrimas.
El 70 por ciento de los panameños que votaron en contra de Martinelli no creen que Varela va a cumplir con sus promesas. Varela también sabe que no cumplirá con sus promesas. Congelar, regular o controlar los precios de los productos de la canasta básica no están en su plan de gobierno. Tampoco pretende desarrollar una política que enfoque las demandas populares en materia de educación, salud y vivienda. La política económica de Varela estará al servicio  de los grandes capitales nacionales y extranjeros que explotan, por un lado, y despojan, por el otro, a la población trabajadora. Los intereses mineros, hidroeléctricos e inmobiliarios (ciudad y playa) tenderán su lugar privilegiado en el consejo de Gabinete. Igual suerte tendrán los representantes de los intereses bancarios, marítimos y especulativos. Coparán los cargos del Gabinete, de la Corte Suprema de Justicia, de la Autoridad del Canal de Panamá, del Banco Nacional y otras instancias.

Los 1.25 millones de votantes que derrotaron a Martinelli seguirán su rutina diaria para sobrevivir en un país cuya clase gobernante concentra cada vez más riqueza a expensas de los trabajadores. La única noticia positiva producto de los comicios – además de la derrota de Martinelli – es la confirmación que en Panamá existe un pueblo sabio. Si se analizan los resultados de las elecciones – presidencia, diputados, alcaldes y representantes – salta a la vista que los panameños no votaron siguiendo una línea política determinada o los deseos de los ‘gamonales’.

Votaron por lo que creyeron que representaba mejor sus intereses a corto plazo. Muchos pueden rechazar esta lógica que propongo teniendo en cuenta la bajísima votación captada  por los candidatos progresistas o de la izquierda política que presentaron sus candidaturas en el torneo electoral.

Ambas ofertas, de Juan Jované y de Genaro López, tenían el mejor contenido programático en función de los intereses de las mayorías del país. Sin embargo, los activistas políticos de la izquierda aún no conectan su discurso con las aspiraciones populares. Jované fue aplaudido por su capacidad para identificar los problemas del país. Genaro fue felicitado por su liderazgo sindical.

La falta de un elemento que conecte estos discursos progresistas con los anhelos populares es lo que falta para convertirlos en propuestas electorales viables. La clase gobernante con su estilo cada vez más arrogante y excluyente está ayudando a las organizaciones progresistas. Jovane y el FAD seguirán trabajando para encontrar la fórmula que les permita llegar a las bases sociales del país. Cuando eso ocurra – más temprano que tarde – tendremos el país que todos anhelan, con democracia y justicia social.

15 de mayo de 2014.

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