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sábado, 23 de agosto de 2014

La represión fascista en As Pontes en 1936

El estallido de la Guerra Civil en 1936 se manifestó en el pueblo gallego de As Pontes –conocido entonces por su nombre castellano de Puentes de García Rodríguez-, como en otras partes de España, de manera muy violenta, con una serie de acciones punitivas, extorsiones y crímenes, oleada represiva que alcanzó aquí su máxima expresión en la masacre de la familia Ramos Ferreiro.

Sergio Guerra Vilaboy* / Especial para Con Nuestra América
Desde La Habana,  Cuba

Y, sin embargo, no tenemos nada mejor que la memoria para garantizar que algo ocurrió antes de que nos formásemos el recuerdo de ello.[1] Paul Ricoeur

Sobre estos trágicos acontecimientos de As Pontes, ocurridos hace ya casi ocho décadas, se dan noticias muy escuetas en la antigua Guía Urbana e Informativa de As Pontes, publicada en las postrimerías del régimen franquista:

       La Guerra Civil, igual que en las demás partes, enluteció muchas casas de nuestro Pueblo y comarca.

       Iniciado el Movimiento Nacional, también la Comarca de Puentes sufrió las consecuencias de la guerra fraticida que se había desatado: centenares de hombres fueron a terminar su vida a los frentes de Asturias, Bilbao, Teruel, etc.

            Asimismo, en consecuencia de aquella revolución, sucedió el enfrentamiento de los dos opuestos partidos (Derechas e Izquierdas) que llegó al extremo de que pereciesen víctimas gran número de personas de la comarca. Uno de los casos más destacados ha sido el de la familia Ramos Ferreiro, de Barrio de las Varosas, a la que ejecutaron cuatro miembros en la noche del 5 al 6 de septiembre de 1936 [sic.].[2]

Los antecedentes del asesinato de cuatro integrantes de esta familia gallega, como parte de la ola represiva que azotó Galicia y otras partes de la península ibérica, se remontan a tiempos anteriores al levantamiento militar fascista del 17 de julio de 1936. En 1931, As Pontes, un pequeño poblado de la Coruña cuya actividad económica fundamental descansaba en la agricultura, celebró los que serían sus últimos comicios locales antes del comienzo de la Guerra Civil.

En esas elecciones triunfó una candidatura popular encabezada por José Vilaboy Pajón y de la que formaba parte, como segunda figura, en calidad de teniente alcalde, Manuel Ramos Fernández.  Este último tenía cierta notoriedad en la villa por sus frecuentes viajes a Cuba –nueve en total-, a donde llevaba trabajadores para los jardines de La Habana, algunos de su propiedad. El primer viaje de Manuel Ramos a la isla lo había realizado cuando apenas tenía catorce años de edad, al término de la Guerra de los Diez Años (1868-1878) en la Mayor de las Antillas, donde al parecer pasó después su servicio militar.[3]

Los aspirantes a ocupar la dirección del ayuntamiento de As Pontes, liderados por Vilaboy y Ramos, obtuvieron diez de las trece bancas en el consejo local en las elecciones del 12 de abril de 1931, las que fueron repetidas el 10 de junio del mismo año con idénticos resultados. Los vencedores, respaldados en Puentes por el sindicato de San Mamed, fundado en 1928, y la Federación Agraria de Ortigueira, eran seguidores del dirigente agrarista gallego Leandro Pita Romero, destacada personalidad de la segunda república española.

Amigo personal de Niceto Alcalá Zamora, quien varias veces fuera presidente republicano, Pita Romero había estado desde 1926 al frente, en sustitución de su padre, de la Federación Agraria de Ortigueira y, al año siguiente, fue secretario general de la de Cámara de Comercio de la Coruña. Además de diputado a Cortes desde 1931, primero por la Organización Republicana Gallega y luego por el Partido Radical, fue también ministro de Marina (1933) de Estado (1934) y sin cartera.[4]

La victoria de los agraristas-republicanos de Puentes de García Rodríguez, como se les conocía a los partidarios de Pita Romero, se obtuvo gracias al respaldo de los labradores de la comarca, pues los nuevos concejales, como ha escrito el historiador local Manuel Souto López, “tenían una finalidad principal, el bienestar de los campesinos”.[5] Por eso, durante los cinco años de mandato de este consejo dominado por los agraristas-republicanos (1931-1936), el gobierno de As Pontes enfrentó diversos conflictos y la oposición de algunos profesionales y comerciantes de la localidad, perjudicados con varias de sus disposiciones de carácter social y económico.

De la gestión realizada por la administración encabezada por Vilaboy y Ramos merecen destacarse la creación de escuelas y centros de salud públicos, así como una carretera para conectar As Pontes con Ortigueira. En este lugar, los campesinos de Puentes podían obtener mejores precios para sus animales y productos de la agricultura, así como adquirir mercancías más baratas, fuera del control monopólico de los especuladores y agiotistas de la villa.

Tras el levantamiento fascista de julio de 1936, que desalojó en As Pontes a las autoridades locales constituidas por la vía democrática, el poblado quedó casi de inmediato, como ha explicado el propio Souto, “totalmente dominado por los falangistas que vinieron del Ferrol acompañados por los milicianos armados y uniformados de la localidad”.[6] Esas fuerzas fueron organizadas a fines de ese mismo mes por el falangista Francisco Adalid Campos, con el propósito de evitar el avance de las “hordas marxistas” y perseguir a fugados y “desafectos de la causa Nacional”.[7] Según Souto: “Luego comenzó sobre los agrarios una persecución verbal y alguna que otra muerte. Eran acusados de comunistas para ser ejecutados sin derecho a juicio.”[8]

Ejemplo de ello fue el caso del joven Joaquín Antón Rodeiro, de 27 años de edad, asesinado el 17 de agosto de 1936 en el cementerio de As Pontes, poco después de ser detenido en su casa por orden del jefe de la Guardia Civil en esa localidad, el cabo Román Sillero. Poco después, el 23 de octubre de ese año, Avelino López Veiga, un mendigo de cincuenta años, fue víctima mortal de los disparos realizados por el falangista Narciso Corral Ocampo, al frente de una partida de milicianos integrada por Francisco Bellas Rivero y José Seoane López.[9]

Ese era el ambiente intolerante y revanchista existente en As Pontes tras el levantamiento franquista que rodeó el asesinato de varios miembros de la familia formada por Manuel Ramos Fernández –el mencionado teniente alcalde de As Pontes- y Juana Ferreiro Rodríguez. Este crimen, una venganza contra Ramos por su popularidad y el destacado papel jugado en el último gobierno republicano local, utilizó como pretexto la extraña muerte de un joven de la localidad, que estaba sin solucionar, ocurrido con anterioridad.

Información sobre este hecho aparece en un artículo del periódico Heraldo de Galicia,[10] editado en La Habana en 1935, donde se relata el asesinato de un joven natural de Mourela (As Pontes) llamado Manuel Fraga Tojeiro, quien contaba al morir 22 años. Su cadáver fue encontrado por la Guardia Civil del Puesto de Puentedeume, en el kilómetro 29 de la carretera de Ortigueira, en un sitio conocido como Brixeo.

La manipulada versión de esta publicación habanera, aduce que la víctima cortejaba a una muchacha de singular hermosura llamada Carmen Ferreiro Gregorio, de 19 años, que habitaba en Las Barosas, caserío también perteneciente a Puentes de García Rodríguez. Frente a su casa vivía un joven, Manuel Ramos Ferreiro -hijo del teniente alcalde de As Pontes, Manuel Ramos Fernández-, de poco más de veinte años de edad, quien desde la infancia era amigo de la muchacha. De acuerdo con las noticias del Heraldo de Galicia, que confunde el apellido Ramos por Ramón, éste también enamoraba a Carmen Ferreiro:

            La repulsa de la joven no contuvo los deseos de Manuel Ramón, [sic.] sino que éste arreció en el asedio a la muchacha, molestándola continuamente y donde quiera que la hallaba, en romerías, en fiestas, en todas partes, la hacía objeto de actos que llenaban de disgusto a los novios.

            Llegaba a tal extremo, que en los bailes trataba de impedir que aquellos estuvieran juntos, incluso poniéndose de acuerdo con otros amigos para que al ver bailar a la pareja interrumpiesen su danza por todos los medios.[11]

Según el distorsionado relato del periódico habanero, los jóvenes Manuel Fraga y Manuel Ramos Ferreiro más de una vez sostuvieron acaloradas discusiones, lo que fue el preámbulo de un crimen pasional. Para este diario, sólo unos días antes del asesinato, el joven Ramos había adquirido en un comercio de Puentes cinco cartuchos de caza mayor, semejantes a los que causaron la muerte de la víctima, de los que no pudo explicar su paradero:

            Manuel Ramón [sic.]  siguió o esperó a Manuel Fraga en el sitio donde apareció [muerto], por el cual tenía que pasar la víctima para dirigirse a su casa.

            A unos diez pasos de distancia le hizo un disparo de escopeta, hallándose el asesino escondido tras una pared que allí existe.

            Manuel Fraga recibió el tiro por la espalda, destrozándole el riñón derecho, hígado, pulmón de aquel lado y alojándose parte de la perdigonada en el corazón y en una costilla.[12]

En realidad, esta parcializada narración de los acontecimientos, difundida por el periódico habanero, nunca fue corroborada por las indagaciones policíacas realizadas entonces en Galicia, que apuntaron en diferentes direcciones y condujeron al arresto de 18 personas, entre ellos los hermanos Manuel y Vicente Ramos Ferreiro, a pesar de que en su vivienda no se encontró ningún arma. Para muchos, incluyendo los miembros de esta familia, el verdadero autor del crimen de Fraga había sido otro joven del poblado, que más tarde se suicidó. En opinión de Vicente Ramos Ferreiro, la acusación era una treta política, pues su padre era un conocido político agrarista-republicano, que se desempeñaba entonces como vice alcalde.[13]

Depuesto el gobierno republicano en este pueblo gallego, tras la sublevación fascista, el asesinato sin resolver de aquel joven fue enarbolado como arma contra los republicanos y, muy en particular, para atacar la familia de Manuel Ramos Fernández por parte de la antigua oposición derechista, que ahora nutría las filas falangistas. Según advirtió, en pormenorizado testimonio, el que fuera alcalde republicano de As Pontes hasta junio de 1936, José Vilaboy Pajón:

            Resulta que la muerte de ese fulano [el joven Fraga] se la cargaron a la familia Ramos, [concretamente] a un hijo de Ramos. Pero no se pudo probar nada y salió libre; otro de los Ramos, que está casado ahí en Barreiro [se refiere a Vicente Ramos Ferreiro], también estaba en el asunto y otro ahí de Gondré, de Romeu. Pero nada, no se pudo probar nada y salieron libres. Y aunque salieron libres, todos decían que el asunto era de Ramos. El muerto era un infeliz. Entonces la juventud, todo estaba en favor del muerto, pero mezclaron la política. Los políticos contrarios [a los republicanos] apoyaron a la familia del muerto, que era pobre y quedó en el sentimiento del pueblo [que Ramos] saliera libre por la política, por la influencia, y así quedó y todavía hoy muchos piensan igual.

            Y resulta que estando ese fulano [se refiere a un miliciano falangista nombrado Narciso Corral Ocampo que era primo carnal del fallecido Fraga] ahí en el cuartelillo, presumiendo todos de justicieros, y todos no eran más que unos asesinos, coño [alguien dijo:] "a ver ahora a descubrir el asunto de Ramos, vamos a ir a buscar al hijo de Ramos, y ahí junto al Cristo, [en el sitio (Brixeo) donde fue muerta la victima, darle] leña hasta que declare que él fue." Allí también estaba un guardia civil que se llamaba Travieso, [que] era muy malo. Y estaba ese fulano [se refiere al primo falangista] pariente del otro [la víctima] y además un falangista de Ferrol [Donato Sierra], junto a otros más. Estaba Luís Blanco, Ubaldo Fernández, Nazario del Café [Nazario López Vérez], además de ese Travieso; y fueron los cuatro para allá, aunque el guardia civil [Travieso] dijo: "yo para ir tengo que pedir permiso". Y fue a pedir permiso al cuartel y el Jefe [cabo Román Sillero] por poco lo arresta [y le advirtió:] "Lárgate de ahí y no te metas en eso que no es asunto nuestro." 

            Eso contuvo a Travieso. Y resulta que regresa Travieso y dice "no me deja ir el Cabo Sillero". Entonces quedaron los otros e iban armados. Pero llegó un fulano, otro miliciano falangista de aquí y [exclamó] "coño para eso no hacen falta guardias, para eso vamos nosotros." Y cogió un coche y los llevó allí.[14]

A diferencia de esta versión, ofrecida por el ex alcalde republicano de As Pontes, al parecer la acción punitiva no surgió de esa manera tan espontánea, sino que fue resultado de una orden expresa proveniente de El Ferrol, por lo que el asesinato del joven Fraga sirvió de cortina humana para llevar adelante criminales acciones revanchistas. Prueba de ello es el testimonio del propio jefe de la milicia organizada por los falangistas en Puentes de García Rodríguez, Francisco Adalid Campos, uno de los victimarios de esta familia, en sus ya mencionadas declaraciones ante el juzgado de El Ferrol, donde hizo constar que:

[…] sin recordar la fecha exacta, pero cree que fue en Agosto o Septiembre de 1936, se presentó al que narra, el falangista DONATO SIERRA, de aquí de El Ferrol, sobrino de D. JOSE SIERRA, que era en dicha fecha Alcalde de Puentes de García Rodríguez, manifestándole que iba de orden del Delegado de Orden público de El Ferrol del Caudillo, para practicar unas diligencias en casa de un tal RAMOS, y que era bastante significativo en política izquierdista y que había sido Teniente Alcalde del Frente Popular de Puentes[…].[15]

A la cabeza de los participantes del brutal crimen que se gestaba figuraba el inescrupuloso Narciso Corral Ocampo quien, según el maestro de As Pontes Pablo Hernández Gilarranz, “al estallar el Movimiento y vistiendo de Falange, se dedicó a sembrar el terror en las Parroquias, imponiendo multas, cuyo metálico ingresaba en sus bolsillos.” [16] Otro de los principales actores era el connotado falangista de Ferrol, recién llegado a As Pontes, Donato Sierra –sobrino del nuevo alcalde José Sierra-, portador de las órdenes para castigar al ex teniente alcalde y su familia. Para lograr su objetivo, se valieron de la muerte impune del joven Fraga, que atribuyeron a Manuel Ramos Ferreiro, con vistas a exaltar los ánimos y atraer a sus turbios planes a otras tres personas (Ubaldo Fernández, Narciso López Vérez, conocido como “Nazario del Café”, y Luís Blanco López) e ir en su busca al caserío de As Barosas.

Para el párroco del pueblo, José Ríos Seijo, los complotados se proponían conducir al joven Manuel “junto donde había ocurrido el suceso [esto es, el asesinato de Fraga]  y [que] estampara un beso en la cruz que conmemora el triste suceso”.[17] En realidad, como expresan las declaraciones de Adalid Campos ya citadas, la verdadera finalidad era castigar al antiguo vicealcalde republicano y a toda su familia, para marcar la fuerza de las nuevas autoridades y sembrar el terror en la localidad. Con ese propósito estaban dispuestos a realizar cualquier acción violenta.

Al caer la tarde del 22 de agosto de 1936 los cuatro individuos mencionados (Sierra, Fernández, López y Blanco), armados con fusiles y pistolas, se presentaron en As Barosas, situado en una elevación a siete kilómetros de As Pontes, “la víspera de haberse puesto en las escuelas los crucifijos”,[18] dispuestos a fustigar a los integrantes de aquella familia que había sobresalido en la política local durante la segunda república.

Llegados al apiñado caserío, compuesto de cuatro casas de piedra con sus techos cubiertos por lajas de pizarra al estilo tradicional, aledañas a los típicos hórreos para guardar el maíz, los falangistas preguntaron por los Ramos. Ellos se encontraban trabajando en el sitio de Leira Nova de Abaixo, del que regresaban, con sus guadañas al hombro, extenuados por la faena del día. El primero que llegó del campo fue José Ramos Ferriero, a quienes los invasores apresaron en el interior de su casa que había quedado “sola y abierta como tienen por costumbre”.[19]

Luego arribaron sucesivamente las mujeres, Dolores Ramos Ferreiro, que venía de recoger verdura en Casanova, su madre Juana Ferreiro, de recolectar hierba en el Seijo, y Manuel Ramos Ferreiro, el otro hijo, y a continuación el padre de familia. Forzados a salir de la casa, los falangistas hicieron varios disparos al joven Manuel, hiriéndolo en el lado derecho de su cuerpo, en el brazo, el pecho y el vientre, resultando también herida Dolores, que recibió un tiro en la mano, y su hermano José otro en la cabeza.[20]

Según el relato brindado cinco años después por la principal testigo de estos hechos, la propia Dolores Ramos, ante el juez de instrucción de Santa Marta de Ortigueira, al regresar a su casa sobre las seis de la tarde de ese trágico día, luego de trabajar en el campo vio:

[…] por detrás de la misma, provisto de fusil a Ubaldo Fernández al que dio las buenas tardes, contestándole él; que siguió para su casa, y entrando en ella vió la deponente que un individuo apellidado Sierra [Donato] de El Ferrol estaba agarrando a su hermano José y a la puerta se hallaba un tal Blanco, mejor dicho, Luís Blanco López, de Puentes, y Nazario López Vérez, también de la villa de Puentes, no pudiendo precisar cual de estos dos apuntaba a su hermano José con el fusil que llevaban estos dos y el Ubaldo, llevando pistola el Sierra; que la deponente les preguntó que qué pasaba y nada le contestaron; que como cinco minutos después llegó la madre de la que depone y enseguida su hermano Manuel, al que acompañaba el Ubaldo; que seguidamente les ordenaron salir afuera, y según lo hicieron el Sierra disparó con la pistola sobre el Manuel, y seguidamente el Ubaldo hizo también fuego, preguntando la que depone “si no tenían derecho a la vida”, el Sierra disparó también sobre ella, hiriéndola en la mano derecha, logrando escapar, pues aunque el Sierra quiso hacer más disparos, la pistola “no daba más tiros”; que sus dos hermanos mencionados y su madre quedaron heridos en el suelo, ignorando quién fue el que le causó las lesiones. Que desde lejos [vio] marchar a los cuatro individuos mencionados, entonces la que depone regresó a su casa, viendo a sus hermanos y a su madre en el momento de levantarse del suelo, que al Manuel le dijo que lo habían matado, y le trasladaron a su casa entre la deponente, su madre y el José, echándole sobre un colchón, acudiendo entonces sus convecinos Amador Ferreiro Rodríguez y Jesús Pena Otero. Que su padre se podía valer, por que sólo tenía un golpe en la cabeza, y José, aunque una bala le atravesó la cabeza por la parte superior, también se podía valer.

Tras la retirada de los agresores fascistas, los Ramos, con tres de los miembros de la familia heridos y unos de ellos de gravedad, enviaron a su nieto Jesús, de sólo tres años e hijo de Vicente Ramos Ferreiro, a una casa vecina, para su protección. En la noche volvieron los falangistas, envalentonados con un refuerzo de unas veinte personas armadas. Obligaron a salir de la vivienda a dos vecinos que allí se encontraban auxiliando a los heridos, a las dos mujeres y al joven José Ramos, quedando en el interior de la casa de piedra de dos pisos Manuel Ramos y su hijo del mismo nombre, este último acostado en una cama muy mal herido.

Varios de los agresores entraron entonces en la vivienda y con sus armas mataron a golpes al joven Manuel Ramos Ferreiro, mientras su padre, que había salido de su escondite al escuchar las amenazas de prender fuego a la casa, fue alcanzado al bajar las escaleras por un disparo realizado por el falangista José Pernas y rematado enseguida por el cabo Sillero, quien le tiró en la cabeza.[21] Acorde al relato de Vilaboy Pajón, reconstruido con las distintas versiones que escuchó después:

Bueno, los milicianos [falangistas] no esperaban que sucediera eso, los que fueron allí, Ubaldo, Nazario y todos esos; no pensaban que iba a pasar lo que pasó, y tuvieron miedo, y se fueron para el pueblo.

            Llegaron al pueblo y [con ellos] venía el falangista herido, [que era] el jefe.[22] Se armaron aquí, contaron el cuento a su manera y de allí salieron en dos coches con 50 hombres, con todos los milicianos que había por aquí. Aunque algunos escaparon y se escondieron para no ir. Fueron allá y uno de ellos [el joven Manuel Ramos] estaba herido en la cama y la hija se escapó, la que estaba herida que se pudo zafar de un falangista, con un tiro en la mano y se fue a esconder al bosque, (tiene una hija por aquí casada en el pueblo), después de tres o cuatro días en el monte, comiendo hierbas y cuanto podía sin presentarse, ya que ellos [los falangistas] llegaron y se presentaron como caballos en la casa de Ramos.

Al primero que le metieron el machete fue al que estaba moribundo en la cama, acabaron de matarlo, [mientras] el padre bajaba por la escalera cuando por ella subía un miliciano, que [después] murió en la guerra, quien le pegó [al padre] un tiro en la barriga y [este] también cayó; y después se quedó el resto buscando al padre, pues este [herido] se había escondido allí [...] Y como gritaban [los falangistas] que iban a quemar la casa, [el padre de los Ramos] salió debajo del lugar donde se sala la carne y dijo: "no berréis más oh, porque de Ramos no queda nada, porque me estoy muriendo del tiro que me pegástes en la barriga". Lo sacaron de allí, debajo del baño, porque ya no podía levantarse, lo llevaron para afuera, para ahí para el corral, y allí lo acabaron de matar.

Para la joven Dolores Ramos, única víctima de los fascistas que escapó con vida la noche de esta horrible matanza, los acontecimientos se sucedieron de la siguiente manera:

Que cuando iba a ser noche, volvieron a presentarse en la casa los mismos cuatro mencionados individuos, y además Narciso Corral Ocampo, Manuel Prieto López, Manuel González Vale, Francisco Gómez Levices, Antonio Gómez Otero, Pepe “el de Tola” [José Gómez Bouza], José López, José Picos, José Fraga [hermano del joven asesinado años atrás], José Blanco, Arsenio Dopico, José Baamonde, José Bellas Barro, Fernando Barbeyto García, Constantino Freire, José Pernas Cal, José Soto, y los Guardias Civiles, entre ellos el Cabo Sillero y un hermano de éste, un andaluz [nombrado Ángel Martín, que era guardia civil], y Ferreiro. Que estos encontraron en el camino a Crescencio Cabaleiro, al que mandaron que entrara en la casa y les dijera a todos los de la familia que salieran; que la deponente se escondió en el fayado [especie de desván que se usa para guardar trastos], su padre se metió en la habitación de la deponente debajo de su cama, su madre y su hermano José salieron, los obligaron a estarse quietos con los brazos en alto, y su hermano Manuel continuó sobre el colchón donde se le había colocado mortalmente herido; que al oír a los individuos mencionados [decir] “falta la muchacha”, la declarante salió y la obligaron a quedarse con las manos en alto, lo mismo que a Jesús Pena y Manuel Ferreiro Rodríguez [vecinos del lugar], que estaban dentro de la casa haciéndoles compañía. Que en esta ocasión sintió barullo en la casa y la detonación de un disparo, y oyó la voz de su padre que decía “ya me matásteis”, que aunque “depusieron” los he visto, por la referencia de otras personas, y por las huellas que había en la sabana, a su hermano Manuel le destrozaron la cabeza a golpes, quedando muerto, y su padre quedó también muerto en unos escalones que hay en el pasillo hacia la cuadra, y en esta situación el Cabo le disparó otro tiro en la cabeza, lo cual vio la que depone por que era frente de la puerta, y antes de hacerlo los autores del hecho advirtieron a la deponente y a los demás que estaban fuera, que se echaran sobre la braña [campo de hierba húmeda], y que el que se moviera le volarían la cabeza. Que el Cabo cogió una cuerda y amarró a la madre de la que habla, y después al José, mano con mano, es decir, por la mano derecha a la primera y por la izquierda al segundo. Que cuando la que dice oyó decir que faltaba cuerda para amarrarla a ella, se levantó rápidamente, y emprendió la huida, y aún cuando le hicieron fuego, tuvo la suerte de que ningún disparó la alcanzó.

Cometidos los asesinatos, los falangistas trasladaron por la carretera los dos cadáveres de la familia Ramos (el padre y un hijo) hacia el cementerio de Puentes, ubicado a siete kilómetros. Allí los muertos fueron arrojados a una fosa común ya dispuesta e inmediatamente después dispararon, a la vista de varios habitantes del pueblo, al que pretendían aterrorizar, sobre José Ramos, que cayó fulminado. Su madre, Juana Ferreiro, que se había negado a hacer el saludo fascista ante los cuerpos sin vida de su esposo y dos de sus hijos, fue también ejecutada a balazos. Según el relato de Vilaboy Pajón:

            Y trajeron a la madre, los dos muertos [Manuel Ramos y su hijo Manuel], el padre y un hijo, y al otro hijo que estaba vivo [José]. Cogieron un carretón de vacas que requisaron [a Josefa Caaveiro] y los echaron encima, al padre y al resto, y ataron a los demás [vecinos que se presentaron a ayudar a los Ramos y que juntaron y obligaron a seguirlos andando] detrás del carro [conducido por Alejandro Ferreiro, padre de la muchacha que había sido objeto de la disputa años atrás] y los llevaron hasta la carretera y después los metieron en el coche [propiedad de Antonio López Fuentes] y al carro lo llevaron para la casa. Y los [otros] dos que venían [también] amarrados que eran parientes que estaban en el caserío, y había venido a ayudar [a los heridos]. Y un miliciano dijo: "coño, pero porque tienen que llevar estos, los fulanos están aquí como a cualquiera de nosotros que nos dijeran que hay un fulano muriendo y vamos a ayudarlo". Aunque estaban acusados de cómplices, por fin los desataron y los dejaron ir.

            Y aquel [falangista] y los otros [asesinos] siguieron para abajo [al pueblo] venían por ahí abajo con los coches, los dos muertos y los dos vivos [de la familia Ramos]. Y ahí abajo [en el cementerio] ya tenían la fosa abierta y a los que estaban muertos los tiraron dentro, y al otro hijo [que estaba vivo, pero herido] le pegaron un tiro por detrás y [también] lo metieron en la fosa. Y a la madre, la que habían dejado afuera [del cementerio], le dijeron que si decía "arriba España" con la mano [haciendo el saludo falangista], era el signo que había, le perdonaban la vida. Pero ella dijo que no, era más testaruda que el carajo; le habían matado a dos hijos y al marido, y respondió, arrimada a la puerta del cementerio, que no tenía nada que hacer. A mi me contó Travieso, que estaba allí, que era el jefe de los matones, al ver que [la madre] no accedía, se acercó el falangista [se refiere al teniente jefe de milicias Francisco Adalid Campos] y dijo "vamos acaba de una vez." [Travieso] estaba nervioso y respondió: "pues mátala". Pero el guardia contestó que no, que la matara él que era el responsable de esto y se sacaron las pistolas uno al otro y, finalmente, prevaleció la idea de Travieso, según Travieso, y el otro [Adalid Campos]  le pegó un tiro y la mató, luego la llevaron a rastras y la tiraron en la fosa y la taparon. Y allí están los cuatro en una fosa común en la esquina del cementerio.[23]

De la familia de Ramos-Ferreiro que estaban en As Barosas aquella terrible noche solo escaparon con vida dos de sus miembros, el pequeño Jesús Ramos (Suso), gracias a que fue llevado con anterioridad, como se ha dicho, a casa de uno de los vecinos, y la hija Dolores Ramos, que huyó a tiempo de los asesinos y se mantuvo escondida en el bosque, con un tiro en la mano. [24]  Refugiada en casa de familiares, fue capturada por un Guardia Civil, aunque finalmente logró encontrar refugio en casa del sacerdote Valentín Carballo, que la protegió.[25]

De la familia Ramos Ferreiro solo sobrevivieron, además de los dos miembros mencionados, otros tres hermanos que no se encontraban esa noche en el caserío de As Barosas. Nos referimos a Vicente y María, que ya estaban casados y no vivían con sus padres en el momento de la masacre, así como Antonia, y su hija Genoveva Vilaboy Ramos, una niña de trece años, pues ambas habían viajado a Cuba. Antonia Ramos Ferreiro, mi abuela materna, a quien escuché contar con sufrimiento esta terrible historia, nunca más pudo volver a su tierra natal.

La Habana, agosto de 2014


* El autor es Catedrático de Historia de América Latina y Jefe del Departamento de Historia de la Universidad de La Habana, Presidente de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC) y Académico de Número de la Academia de la Historia de Cuba. Premio Extraordinario Casa de las Américas por el Bicentenario de la Emancipación Hispanoamericana (2010). Ph. D. por la Universidad de Leipzig (Alemania). Autor de numerosos libros sobre la historia latinoamericana, entre ellos El dilema de la independencia (Premio de la Academia de Ciencias de Cuba, 1995), Breve historia de América Latina (2006) Cinco siglos de historiografía latinoamericana (2009), Cronología del Bicentenario y Jugar con Fuego. Guerra social y utopía en la independencia de América Latina (2010), así como Luchas sociales y partidos políticos en Guatemala (2014), este último una edición aumentada y actualizada de la obra con la que obtuviera en 1983 el premio Ensayo en el concurso 13 de Marzo de la Universidad de La Habana




NOTAS: 

[1] Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, Madrid, Trotta, 2003, p. 23.
[2] Guía Urbana e Informativa de As Pontes [Puentes de García Rodríguez, s.e. y s.f.], p. 19. La fecha de la masacre es equivocada, como se explica a continuación.
[3] Datos en la entrevista a su hijo Vicente Ramos Ferreiro, realizada por el autor en As Pontes, en julio de 1999.
[4] El levantamiento militar sorprendió a Pita Romero como embajador en el Vaticano. Exiliado en Portugal tras la caída de la república, estableció su residencia en Argentina, donde murió el 25 de junio de 1985. Regresó a España en los sesenta, pero sólo de visita.
[5] Manuel Souto López: “II República nas Pontes, 1931-1936, os agrarios republicanos” En Catedra. Revista Eumesa de Estudios, Pontevedra, 2002, pp. 157-178.
[6] Ibid.
[7] Acta de la declaración de Francisco Adalid Campos en El Ferrol, el 4 de mayo de 1942, en calidad de testigo en la causa abierta entonces contra Narciso Corral Ocampo. Este y otros documentos y actas judiciales me fueron facilitados por el historiador Manuel Souto López, del Archivo Municipal de As Pontes, a quien agradezco su indispensable ayuda..
[8] Souto López, “II República nas Pontes, 1931-1936, os agrarios republicanos”, loc.cit., p.. 158.
[9] Acta de la declaración del párroco de Santiago de Cápela, provincia de Coruña, Ramón Permuy, firmada el 31 de julio de 1979 por los testigos José Pita, Juan Gabeiras, Victoria Salgado y Jesús Arnoso, así como la Declaración del maestro Pablo Hernández Gilarranz ante el Juzgado de Ferrol, fechada el 20 de marzo de 1942.
[10] Este periódico, fundado por Manuel Fernández Doallo, se autodefinía como consagrado a los intereses del pueblo galiciano y paladín de la colonia gallega en Cuba, y era editado por la Sociedade Editora Empresa de Publicidad Galiciana. Dedicaba habitualmente cinco páginas a la sección “Noticias de Galicia”. Los números 62-80 de 1933, 81-92 de 1934 y 93-100 y 102 de 1935 se encuentran en los fondos del Instituto de Literatura y Lingüística de La Habana. Existen microfilmes del Heraldo de Galicia en el archivo de la Emigración Gallega (AEG) en Santiago de Compostela.
[11] “Un crimen por cuestiones amorosas en Mornela-Puentes (Coruña)”, Heraldo de Galicia, La Habana, 1935, p.8.
[12] Ibid. En esta, como en todas las citas que siguen, las aclaraciones entre corchetes son del autor de este trabajo (SGV).
[13] Entrevista del autor con varios descendientes de la familia Ramos y también la citada con Vicente Ramos Ferreiro de julio de 1999.
[14] Entrevista a José Vilaboy Pajón realizada a fines de los ochenta, facilitada al autor por el historiador local Manuel Souto López.
[15] Declaración citada de Adalid Campos del 4 de mayo de 1942.
[16] Acta con la declaración del maestro de Puentes, Pablo Hernández Gilarranz, ante el juzgado de El Ferrol el 20 de marzo de 1942, Narciso Corral había emigrado a Cuba, de donde regresó en 1931 a la Coruña. Aquí hizo propaganda a favor de Pita Romero, pero enemistado con este político se pasó a la derecha. El 2 de septiembre de 1936 fue liberado de su servicio como soldado del Regimiento de Infantería de Mérida para que se encargara de la Falange Española en Puentes. Luego sería alcalde de As Pontes entre 1940 y 1941.
[17] Declaración de Don José Ríos Seijo (sacerdote de Puentes), hecha en El Ferrol, el 26 de marzo de 1942, ante las autoridades judiciales.
[18] Tomado de la citada Declaración de Don Pablo Hernández Gilarranz (Maestro Nacional) al juzgado de El Ferrol, el 20 de marzo de 1942, en la causa contra Narciso Corral Ocampo por los sucesos de As Barosas y la muerte de Avelino López Veiga.
[19] Declaración de Dolores Ramos Ferreiro en el Juzgado de Instrucción de Santa Marta de Ortigueira el 19 de octubre de 1941.
[20] Declaración de Vicente Ramos Ferreiro, fechada el 9 de octubre de 1941, ante las autoridades judiciales de El Ferrol y también de su testimonio en la mencionada entrevista con el autor.
[21] Declaración citada de Vicente Ramos Ferreiro ante las autoridades judiciales de El Ferrol y entrevista con el autor.
[22] Según otras versiones, incluido el relato de la testigo Dolores Ramos citado en el texto, ninguno de los agresores resultó herido aquel día.  Al parecer el supuesto herido era Sierra.
[23] En 1941 se abrió un proceso judicial por homicidio contra Narciso Corral Ocampo, jefe de la Falange y uno de los principales responsable de la masacre –se excluyó a otras 18 personas identificadas por su participación en este crimen-, que finalmente fue sobreseído por el régimen franquista. El fallo, del 22 de junio de 1942, se basó en que “los accidentes se produjeron por resistir a las fuerzas los paisanos que eran francamente izquierdistas y socialmente sospechosos” Por ello, a tenor del número 2 del artículo 536 del Código de Justicia Militar, el hecho no constituye delito por obrar “en cumplimiento de su deber”. A fines de agosto de 2006, un equipo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) de España, encabezado por el arqueólogo Javier Ortiz y en el que figuró el voluntario japonés Toru Arakawa, exhumó los cadáveres, identificó los cuerpos –dos de ellos enterrados en caja por el sepulturero al día siguiente de los trágicos sucesos- y corroboró la causas de las muertes.
[24] Dolores Ramos, en su declaración ya citada, aclara que ella no presenció lo ocurrido en el cementerio, donde fusilaron a su madre y a su hermano José, en presencia de Francisco Adalid Campos, y que sólo lo conoce por referencia de José Castro Bouza y Andrés Otero. Las actas de defunción consultadas de Manuel Ramos Fernández (# 916), Juana Ferreiro Rodríguez (# 919) de 59 años, Manuel Ramos Ferreiro (# 918), de 25 años y José Ramos Ferreiro (# 917) de 28 años, fechadas en Puentes de García Rodríguez, provincia de la Coruña, el 23 de octubre de 1936, dice que murieron el 5 de septiembre último y donde debe aparecer la causa del fallecimiento pone en forma escueta, según resulta de "oficio del delegado militar de orden público." 
[25] Entrevista citada a Vicente Ramos Ferreiro

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