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sábado, 9 de agosto de 2014

La última Eva

Evita es la clave femenina de la lucha por la emancipación contemporánea, en estos tiempos convulsionados donde se vienen cristalizando reivindicaciones históricas para la mujer.

Maximiliano Pedranzini* / Especial para Con Nuestra América
Desde Misiones, Argentina

El pueblo y Eva.
Se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de Eva Perón [7 de mayo de 1919 - 26 de julio de 1952], una de las mujeres más importantes del último siglo, no solo de Argentina, sino también de nuestra América.

Esto nos lleva a reflexionar en torno a lo que representa su figura para los sectores desclasados y marginados de la sociedad. ‘La abanderada de los humildes’ fue uno de los tantos epítetos que recibió por parte del pueblo esta mujer cuyo propósito fundamental era el de incorporar a los grupos sociales postergados al sistema económico, restituyéndoles la dignidad despojada por la oligarquía a través de la cultura del trabajo, proceso que, en el contexto de Bienestar Social y en el marco de las políticas keynesianas asumidas por el Estado, ha sido efectivo y cristalizado por su rol determinante que, pese a su desaparición física en 1952 y el posterior golpe de Estado de 1955, perduró en sus acciones sociales , estando latentes en el corazón del pueblo y su legado continuaría vivo a pesar de todos los intentos por borrarlo del mapa. Un legado que no estaba vinculado únicamente a su memorable praxis social, sino que tomaba forma en la lucha por la igualdad y la liberación de su propio género, en la lucha de las mujeres.

En este sentido, es menester remarcar el contexto histórico en el que se desenvolvía la militancia de Eva Perón, ya que fueron posibles las reivindicaciones sociales gracias a la próspera situación económica que atravesaba la Argentina, teniendo como plataforma de ejecución de dichas políticas al Estado. Sin los resortes estratégicos que brindaba el aparato estatal, toda la acción de ‘Evita’ difícilmente se hubiera llevado a cabo. En consecuencia, el contexto es un factor esencial para poder comprender de qué manera se van construyendo las diferentes figuras de nuestra historia.

Asimismo, uno de los pilares de esta lucha que llevó adelante Eva Perón se encuentra en la sanción del voto femenino en 1947, haciendo que las mujeres se incorporen formalmente a la arena política, lugar dominado hasta ese entonces por el género masculino. Gracias a esta legitimidad conseguida por Eva Perón, la Argentina se adscribe a la lista de países latinoamericanos que obtuvieron el sufragio femenino, que tiene como precursor a Ecuador, que consiguió el derecho al voto gracias a la médica Matilde Hidalgo de Prócel, quien en 1924 plateó la necesidad de que la mujer pudiera ejercer su derecho a votar.

Este largo y difícil proceso iniciado en Ecuador ha sido el faro para que ‘Evita’ haya tomado las riendas de la lucha para extender la ciudadanía política a las mujeres en Argentina.

Pero la figura de Eva Perón va más allá de la lucha por la ciudadanía política. En el breve -pero intenso- tiempo que estuvo en la vida pública y con un fuego que parecía nunca apagarse, se ha convertido en el paradigma de lucha de la mujer latinoamericana. Porque a nuestro juicio, Evita no es patrimonio de la Argentina sino de todo el continente; como ocurre con la figura del ‘Che’ Guevara, quien se ha transformado en un ícono de lucha para Nuestra América.

Con Evita pasa lo mismo. Su reconocimiento ha sido tan grande en las últimas décadas que ocupa un lugar privilegiado en la historia latinoamericana. Ni el ‘Che’ ni Evita tienen una nacionalidad específica y única. Su nacionalidad es la Patria Grande. Dos símbolos que transcienden a su lugar de origen para hacer de toda América su hogar. Como saben quién fue Ernesto Guevara, también han oído hablar de María Eva Duarte de Perón y lo que significa para el pueblo oprimido. Su nombre tiene el mismo valor que el del ‘Che’ y otros revolucionarios latinoamericanos. En cada rincón donde exista exclusión, desigualdad y lucha por la dignidad, ahí está Eva Perón.

Ahora, ¿cuál es ‘la última Eva’? ¿Dónde reside? ‘La última Eva’ es la primera, la que surgió una noche de 1944 cuando conoció a Juan Domingo Perón. Una figura que a diferencia de otros personajes de nuestra historia, no tiene varias etapas a lo largo de su trayectoria. No existe por lo tanto una última Eva. Ni en la historia ni en el mito. Solo hay una, que con el paso de los años se vuelve cada vez más grande y tenaz. Una mujer consecuente, sin contrapuntos o contradicciones que se le puedan señalar. Una mujer unidimensional, no en el sentido crítico que planteaba Herbert Marcuse en 1964, donde el sujeto está subordinado al capitalismo, sino que su unidimensional libertaria chocaba con un universo plagado de injusticias. Ella apareció para torcer el rumbo de ese universo y ponerlo de cabeza.

Evita ha sido una bisagra en la historia de la mujer y de los más necesitados de América Latina, quienes fueron acogidos por ella. Muestra de esto fue el terremoto que sufrió Ecuador en 1949 y que con la ayuda de su fundación social que llevaba su mismo nombre logró asistir a las poblaciones damnificadas por el sismo. Un gesto de altruismo que quedaría marcado en la sociedad ecuatoriana.

Evita es la clave femenina de la lucha por la emancipación contemporánea, en estos tiempos convulsionados donde se vienen cristalizando reivindicaciones históricas para la mujer.

‘La última Eva’ encarna, por tanto, la mujer luchadora que surge de las masas populares. Una mujer que no descansa por la liberación, no solo de su género, sino de su pueblo. Una Eva colectiva en la que el espíritu de Evita vive en cada una de esas mujeres que luchan para transformar la realidad. Una realidad que nace desde lo cotidiano y avanza hacia lo social.

Esa es ‘la última Eva’. La que habita en el pueblo. Un pueblo que tiene rostro de mujer.

*Maximiliano Pedranzini es ensayista e integrante del Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales ‘Felipe Varela’, de Argentina.


"Eva" (1976), de María Elena Walsh.




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