Gobernar en un sentido
de transformación de la sociedad no es un asunto solo de voluntad. Se requiere
fuerza política real y tomar decisiones que no siempre serán del agrado todos.
Y menos, de los poderes fácticos… de los mismos de siempre.
Héctor Solano Chavarría* / Especial para Con Nuestra América
El presidente Solís durante un encuentro con sindicatos el pasado mes de octubre. |
Se ha insistido, y con
mucha razón, en la importancia de caracterizar al gobierno de Luis Guillermo
Solís (LGS) como un campo en disputa. En disputa, entre los sectores y
comunidades organizadas pertenecientes al campo popular-progresista y las
élites político-empresariales vinculadas al modelo neoliberal. O al menos, así, es
como éstas últimas parecerían haberlo entendido en lo que va de los primeros
meses del actual gobierno.
Los hechos acontecidos en torno al avance de la
discusión en torno a la aprobación legislativa del presupuesto de la República
para el año 2015, así como en torno a la huelga de los trabajadores de la
estatal administradora de los puertos del Caribe (JAPDEVA) y la concesión de la
ampliación de la terminal de contenedores de Moín a la holandesa APM Terminals, no parecen dejar margen
para las dudas.
Y, como se desprende de
la reacción del gobierno frente a los acontecimientos, esa disputa parecería al
momento irse decantando en favor de los poderes fácticos.
Derecha se agrupa y toma la ofensiva
Bajo el sugerente
título “Costa Rica: ¿Hacia dónde vamos?”, el prestigioso grupo Summa convocó a toda la “plana mayor” de
los grandes empresarios, economistas y demás ideológicos del neoliberalismo
criollo. La finalidad: ponerlos a reflexionar acerca del curso de la economía
nacional.
La actividad, celebrada
el pasado 3 de noviembre en el lujoso hotel
Radisson, congregó entre otros a referentes tales como Alberto Trejos
(negociador del TLC con los EEUU), Eduardo Lizano, Gabriela Llobet y Tomás
Dueñas, quienes tuvieron la privilegio de reflexionar en torno a preguntas
tales como: “¿Hacia el estancamiento económico y social?”, “¿Hay riesgo de caer
en una crisis como la de los 80?” y “¿Nación con visión común o polarizada?”.
La actividad, tanto por
el tono como por el perfil de los participantes, hace imposible no remitir los
recuerdos y la memoria al llamado Kamakirazo
de 1983 contra la Administración Monge, en plena crisis económica de los
ochenta y en plena guerra en Centroamérica. Eran los tiempos del agotamiento de
nuestro Estado Social y de la implantación de los Planes de Ajuste Estructural
(PAE). Tiempos en los que la coyuntura incitaba a dichos sectores a aprovechar
el estado de cosas y (re)enrumbar el modelo de desarrollo costarricense
existente hasta entonces. La llamada década perdida de los ochenta… el auge del
neoliberalismo en nuestro país.
Entre tanto, entre las
principales conclusiones de la actividad celebrada en el Radisson, se destaca la necesidad de promover el involucramiento directo del empresariado en la política
y de reducir el “gasto” público y eliminar los “odiosos privilegios” que
“gozan” los trabajadores del Estado (entiéndase, convenciones colectivas,
salarios, pago de horas extra, anualidades…). El foro, cerró con un vehemente
“llamado” al mantenimiento de la “confianza” en la Administración LGS y a
caracterizar, tanto al FA como a las organizaciones sindicales, como agentes
“promotores de la desestabilización”.
Nada nuevo, por lo
demás. Si de algo conoce la población costarricense en el último tiempo ha sido
de campañas del miedo.
Lo cierto, es que los
ejes que se desprenden del foro empresarial celebrado en el Radisson, en lo que a política respecta,
son meramente coincidentes con la línea editorial de La Nación respecto de los problemas en cuestión. Tanto respecto de
la cuestión presupuestaria como respecto de la huelga del sindicato de JAPDEVA,
los lectores costarricenses han sido testigos de sendas publicaciones en dicho
diario que, en lo fundamental, coinciden en avizorar la existencia de rupturas
entre el gobierno de LGS y cuanta organización y/o partido ubicado hacia a su
izquierda exista.
A eso le apuntan la
derecha y los poderes fácticos, quienes ponen especial énfasis en el Frente Amplio
(FA). Saben bien a qué es lo que están jugando.
Puntos de inflexión
El próximo 17 de
diciembre vence el plazo que tiene LGS para decidir si levanta (o no) el veto
que pesa desde la Administración Chinchilla sobre la Reforma Procesal Laboral.
Si LGS no levanta el
veto antes de esa fecha, la reforma que actualiza el Código de Trabajo acorde a
la realidad de nuestro siglo y que, entre otras cosas, establece la Defensa
Pública Laboral, la oralidad en los juicios de trabajo y la posibilidad de que
las personas trabajadoras del sector privado puedan organizarse de una manera
más libre en sindicatos, será enviada al archivo de la Asamblea Legislativa.
En mucho, de esa
decisión, dependerá el rumbo que tome la relación del FA con el gobierno de
LGS, y en general, de los sectores vinculados al campo popular-progresista. Muy
seguramente, será el punto de inflexión
por excelencia, y eso lo saben tanto en Llorente [sede del diario La Nación, medio de los sectores de
derecha] como en el Radisson [el
edificio del diario La República, medio de derecha, está ubicado junto a un
hotel de esta cadena internacional].
El FA entregó al PAC
sus nueve votos el pasado 1° de mayo para la elección del Directorio de la
Asamblea Legislativa, y eso no fue en vano. LGS se había comprometido con el FA
a levantar el veto.
Noviembre será crucial.
El mes en el que LGS tendrá que pasar en definitiva de los selfies a la toma de decisiones. ¿Quiere efectivamente LGS gobernar
con el apoyo de los sectores populares y progresistas de Costa Rica, para así
poder contar con el músculo político suficiente para satisfacer las
expectativas de cambio que tenía (y
sigue teniendo) la ciudadanía que masivamente votó por el PAC en la segunda
ronda; o quiere, por el contrario, pasar a la historia como el gobierno de lo
que pudo haber sido, pero que no fue?
El camino a Roma está
lleno de buenas intenciones, y gobernar
en un sentido de transformación de la
sociedad no es un asunto solo de
voluntad. Se requiere fuerza política real y tomar decisiones que no siempre
serán del agrado todos. Y menos, de los poderes fácticos… de los mismos de
siempre.
*Politólogo. Asesor legislativo e integrante del equipo de
monitoreo y análisis de coyuntura del Frente Amplio.
Una visión y análisis muy preciso en relación a al proceder del gobierno actual.
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