Algunos que se creían asesores en
política hacia Cuba, están deprimidos porque nunca fueron tomados en cuenta.
Mientras ellos escribían infamias, los dos gobiernos desarrollaban un diálogo
de alto nivel, desde hace muchos meses.
Ángel
Bravo / Especial para Con Nuestra América
La industria contrarrevolucionaria
batistiana de Miami no acepta que Cuba y Estados Unidos normalicen relaciones.
Ejercieron por más de cinco décadas todo tipo de ataques contra la Revolución y
no lograron destruirla. Al pasar de los años, enrolaron a impostores, a cambio
de dinero. Y siempre gozaron del soporte de la extrema derecha, que con sus
representantes en el Congreso, hicieron lobby, para apoyar planes subversivos
contra Cuba.
Una parte de esa industria es la
mediática, que tiene en América Latina y Europa periódicos, canales televisivos
y programas radiales. Algunos de sus miembros se pasean y pavonean por el
mundo, repitiendo falacias contra Cuba. La industria la integran pseudo
periodistas, políticos, escribidores y publicistas. Algunos han atesorado
riquezas, propiedades y premios, por mentir. Urden congresos de intelectuales
sin intelectuales; de periodistas sin periodistas; de escritores sin
escritores; de defensores de derechos humanos con implicados en violencia y
terror. Otorgan premios fantasmas y publican libros biográficos de personajes
inexistentes.
El anuncio del restablecimiento de
relaciones ha sido un batazo contra esa industria. Por las incoherencias que
publican, siguen mareados. Algunos que se creían asesores en política hacia
Cuba, están deprimidos porque nunca fueron tomados en cuenta. Mientras ellos
escribían infamias, los dos gobiernos desarrollaban un diálogo de alto nivel,
desde hace muchos meses.
Los canallas más conocidos de esa
industria -unos más edulcorados que otros-, son los impresentables Carlos
Alberto Montaner, Andrés Oppenheimer y el padre putativo de ambos, Mario Vargas
Llosa. Los tres, en ese orden, escribieron estos días artículos llenos de resentimiento
contra esos acuerdos. Para “variar”, fue El
Nuevo Herald quien les publicó a los dos primeros, y El País al tercero. Leerlos es como un castigo celestial.
Por higiene mental no vale la pena
referirse a cada uno; juntos tocan la misma partitura: gimen que se levante el
bloqueo; rumian que es un triunfo de Cuba (no pueden negarlo); sufren por la
orfandad del “exilio cubano” y los “disidentes”; rezan para que llegue “la”
democracia a la Isla; y alucinan que Cuba cambiará cuando no estén los hermanos
Castro. Los artículos son de lamento, rencor, frustración y desesperación.
Aun así, tienen comicidad. El histérico
Montaner, que no leyó el discurso de los presidentes, donde dicen que los
acuerdos son logros de conversaciones de muchos meses, piensa que fue The New York Times con sus siete
editoriales, quien influyó en esas decisiones. Como publicista, cree, que el
“culpable” es ese diario. Por eso el errático Montaner, lo sataniza.
El autor del cachivache llamado La hora final de Castro (1992), que está
lleno de inventos, tampoco oyó el mensaje de Raúl Castro; el “analista” sólo
atinó a ver el atuendo del presidente cubano. El muy ridículo dice: “El General
Castro dio su discurso vestido de uniforme militar, mandando la señal de que su
país aún está en guerra”. Oppenheimer, premiado por anunciar profecías -como su
compinche Montaner-, hoy, delira de amargura por sus desaciertos.
El escribidor –distinto a sus “hijos”-,
reaccionó más tarde. Novela al decir que Raúl Castro ha comprendido que Cuba no
puede vivir de las “dádivas” petroleras de Venezuela, amenazadas por la caída
de los precios, y encuentra que la única supervivencia a largo plazo es una
cierta distensión y un acomodo con Estados Unidos. El fantasioso Vargas cree
que Cuba se encuentra frente a “la guerra del fin del mundo”, y para no morir,
acepta las migajas del imperio.
Los tres publicistas más laureados de
esa industria, asienten, que de nada sirvió tanto panfleto residual a mano de
ellos. “Protectores” de la democracia y los derechos humanos, defienden las
tesis imperialistas y anexionistas de Estados Unidos, y el bloqueo criminal contra Cuba. Por eso hoy, no
es difícil entender la rabia que los domina.
¿Será que estamos asistiendo a los
funerales de estos rastreros?
Tremenda sinfonia de servilismo la historia se encarga de riduculizar deleznables elementos como los citados los articuleros y el escribidor. Viva Cuba!
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