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sábado, 21 de marzo de 2015

El antiimperialismo latinoamericanista en esta hora

Es urgente y necesario recuperar la tradición antiimperialista que recorre la historia de nuestras luchas, triunfos, derrotas, revoluciones y utopías latinoamericanistas. Las luchas que vienen, y la dureza de los tiempos que seguramente nos esperan, así lo reclaman.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Desde finales de los años 1990 y lo que transcurre del siglo XXI, América Latina ha venido experimentado profundos y complejos procesos de transformación, con implicaciones de diversa magnitud para los Estados y sociedades latinoamericanas, en el orden de lo político, lo social, lo económico, lo cultural y lo ideológico. El ascenso y protagonismo de nuevos movimientos sociales, herederos de una tradición de lucha forjada en tiempos de dictaduras militares, puso en tensión y en no pocos casos fracturó la hegemonía neoliberal, lo que abrió el camino a la configuración de un amplio arco de proyectos políticos de fuerte base nacional-popular, que accedieron sucesivamente al poder en varios países, con triunfos inobjetables alcanzados en elecciones libres.

Nuevos liderazgos políticos surgidos de los sectores tradicionalmente oprimidos –obreros, campesinos, pueblos originarios, antiguos movimientos guerrilleros-, de la academia, de la iglesia católica identificada con la teología de la liberación, e inclusive de sectores nacionalistas de las fuerzas armadas, han estado al frente de inéditos procesos y su impronta ha sido tal, que ya se los ha caracterizado como la generación del Bicentenario.

Estas transformaciones han sido definidas como un cambio de época en América Latina, y en registros mucho más románticos del discurso, se habla del fin de la larga noche neoliberal. Uno de los componentes centrales de ese giro epocal, múltiple y diverso, corresponde a una renovada vertiente del latinoamericanismo antiimperialista que recorre transversalmente las luchas, debates y creaciones de esta primera década del siglo XXI, y que, desde nuestra perspectiva, se expresa con claridad en tres dimensiones: la primera, corresponde al discurso y la praxis política nuestroamericana, de fuerte raíz bolivariana-martiana, que está presente en el quehacer de los movimientos sociales más combativos y de los principales exponentes de la generación del Bicentenario; una segunda dimensión, correlato de la anterior, es la de la nueva arquitectura de la integración regional, que se articula en oposición al proyecto panamericano del imperialismo estadounidense; y finalmente, la tercera dimensión remite a la búsqueda y construcción de alternativas políticas, sociales y económicas de signo posneoliberal, a partir de las cuales se intenta revertir el impacto negativo del neoliberalismo impuesto en América Latina desde los años 1970, y la crisis capitalista contemporánea.

Este antiimperialismo latinoamericanista, que hoy reconocemos como rasgo identitario de actores políticos y sujetos sociales en distintas latitudes de nuestra América, prolonga un legado intelectual construido durante varias generaciones -que entreteje, por ejemplo, a Martí con Sandino-, y que tiene como momento inaugural la resistencia cultural, en su amplio sentido, que se enarboló frente al expansionismo estadounidense de finales del siglo XIX y el devenir de su desarrollo imperialista. Se trata, pues, de una suerte de nacionalismo latinoamericano, que encuentra sustento fundacional en “la historia propia” como pilar de contención frente a “las intervenciones foráneas”, y en la aspiración de formar “una comunidad de naciones que originaran la fuerza necesaria para detener al imperialismo”[1].

Ahora que la derecha latinoamericana juega de nuevo el recurso del golpismo en todas sus formas, en Venezuela, Brasil y Argentina, como antes lo hizo en Ecuador, Bolivia, Honduras y Paraguay;  y ahora que Washington ha dejado al descubierto sus verdaderas intenciones contra la Revolución Bolivariana, perdida ya la paciencia con sus testaferros en una oposición apátrida y sometida al vasallaje de sus financistas, es urgente y necesario recuperar la tradición antiimperialista que recorre la historia de nuestras luchas, triunfos, derrotas, revoluciones y utopías latinoamericanistas. Las luchas que vienen, y la dureza de los tiempos que seguramente nos esperan, así lo reclaman.



NOTA:

[1] Cuevas, R. (2008). Sandino y la intelectualidad costarricense. Nacionalismo antiimperialista en Nicaragua y Costa Rica (1927-1934). San José, C.R.: EUNED. Pp. 26-27.

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