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sábado, 11 de abril de 2015

Del óptimo ambiental y el ambiente como objeto de política

La humanidad entera se encuentra ante la necesidad de pasar del crecimiento sostenido al desarrollo sostenible. El problema que esa transición plantea, sin embargo, no consiste en hacer sostenible una modalidad de desarrollo económico que ya ha superado su óptimo ambiental, sino en garantizar la sostenibilidad del desarrollo de la especie que somos.

Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

El ambiente es el producto – previsto o imprevisto - de las interacciones entre sistemas naturales y sistemas sociales. Esas interacciones ocurren mediante procesos de trabajo organizados con arreglo a propósitos socialmente determinados. De aquí cabe afirmar que cada sociedad produce un ambiente que les característico, en cuanto expresa las relaciones sociales y las aspiraciones culturales que han normado su producción. Esto incluye, también, a la visión de la propia naturaleza dominante en esa sociedad, en los términos planteados por Donald Worster al señalar que “aquello que entendemos como naturaleza es un espejo ineludible que la cultura sostiene ante su medio ambiente, y en el que se refleja ella misma.”[1]

Lo esencial, aquí, consiste en que la historia de cada sociedad está íntimamente asociada a la formación y las transformaciones del ambiente que crea para su propio desarrollo. Al respecto – y asumiendo el término “desarrollo” en su sentido de proceso de formación, transformaciones y muerte de todo organismo viviviente – cabe señalar también que, a lo largo de tal proceso, cada sociedad alcanza en un determinado momento un óptimo ambiental, de equilibrio inestable entre sus demandas y las capacidades del medio natural para satisfacerlas. La ruptura de ese equilibrio, por necesidad transitorio, liquida el óptimo ambiental e inaugura una época de crisis y transición hacia formas nuevas de interacción entre la especie humana y su entorno.

Desde la perspectiva de la historia ambiental, el concepto de óptimo ambiental puede constituirse en una valiosa herramienta de periodización. Todo sugiere que el haber rebasado ese óptimo contribuyó, por ejemplo, al hundimiento de la civilización teotihuacana, como al de la medieval europea en el curso del siglo XIV. Todo indica, también, que la civilización contemporánea ya rebasó su propio óptimo, al imponer a la biosfera una demanda de recursos superior a la capacidad de renovación de los ecosistemas de cuya salud depende la de la economía que se sustenta en ella.

El concepto tiene que ser elaborado con mayor riqueza, sin duda, vinculando entre sí – por ejemplo – los aportes de la historia ambiental, la economía ecológica, la ecología política y, sin duda, la ecología moral que nos proponen autores como Leonardo Boff. Esa es una tarea que ya está de hecho en la agenda del nuevo pensamiento ambiental latinoamericano. Y siendo una tarea cultural, tiene la mayor importancia política.

La humanidad entera se encuentra ante la necesidad de pasar del crecimiento sostenido al desarrollo sostenible. El problema que esa transición plantea, sin embargo, no consiste en hacer sostenible una modalidad de desarrollo económico que ya ha superado su óptimo ambiental, sino en garantizar la sostenibilidad del desarrollo de la especie que somos mediante el paso a una relación de los seres humanos con la biosfera que sea tan armónica como las que guarden los diferentes grupos humanos entre sí.

El problema de la sostenibilidad del desarrollo de la especie humana, en efecto, sólo encontrará solución en la medida en que se entienda que si deseamos un ambiente distinto debemos crear una sociedad diferente. Si la política, como dicen algunos, es el arte de lo posible, conceptos como el de óptimo ambiental nos ayudan a entender que el papel de la cultura consiste en contribuir a hacer posible lo que la biosfera nos impone como necesario. El cambio de la imagen que nos devuelva el espejo de Worster nos dirá si hemos logrado hacer lo que realmente hace falta hacer.

Panamá, abril de 2015.



NOTA: 
[1] “The Two Cultures Revisited: Environmental History and the Environmental Sciences”, en Environment and History 2 (1996), 3 - 14, The White Horse Press, Cambridge, UK. Traducción de Guillermo Castro H.

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