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sábado, 18 de abril de 2015

Eduardo Galeano: “Please, don´t save me”


Galeano era un donador de claridades en medio de tantas oscuridades. Un portador de lucidez admirable en un mundo que invita constantemente al desaliento. Con un lenguaje sumamente sencillo, lograba tocar las fibras más delgadas de los deseosos de libertad, de emancipación.

Óscar Ureña García / Especial para Con Nuestra América    
     

Eduardo Galeano
Hace unos años, cuando era estudiante de la carrera de periodismo, conocí la obra del escritor y periodista uruguayo, Eduardo Galeano. Sus artículos de opinión me marcaron. Y ni qué decir de su ensayo más conocido: Las venas abiertas de América Latina, que dejó una huella en el pensamiento de muchos jóvenes latinoamericanos, pues nos mostró el sometimiento que ha vivido, desde el siglo XV, Nuestra América. Precisamente, dentro de su obra y su persona, la enseñanza más grande que nos dejó Galeno fue la necesidad de que los jóvenes, Latinoamérica y el mundo, se emanciparan de las ideas absolutas que favorecen a unos y destruyen, cruelmente, a la mayoría.

Sus textos, principalmente los de periodismo argumentativo, defendían tesis en contra del neoliberalismo capitalista y sus posturas absurdas de beneficiar al mercado antes que a las personas; de la competencia como principal doctrina y que “perder, es el único pecado que no tiene redención en nuestro tiempo”, como lo destacaba.

Galeano era un donador de claridades en medio de tantas oscuridades. Un portador de lucidez admirable en un mundo que invita constantemente al desaliento. Con un lenguaje sumamente sencillo, lograba tocar las fibras más delgadas de los deseosos de libertad, de emancipación.

En una entrevista televisiva, realizada en el año 2012, en Tv 3 de Cataluña, Galeano comentó que, cuando visitaba México, se permitía aconsejar a los mexicanos de cuidarse del poderoso vecino del norte. “Dudemos de los mesianismos”, les decía. “Yo siempre que hago lecturas en las universidades norteamericanos, inicio pidiendo que no me salven: please don´t save. Yo no quiero ser salvado. Porque ese poderoso vecino del norte, salvó a Irak convirtiéndolo en un manicomio y salvó a Afganistán convirtiéndolo en un vasto cementerio”.

Miles de jóvenes encontramos el camino de la libertad huyéndole a la salvación. Encontramos la emancipación por medio de las palabras de un hombre con acento uruguayo que nos regalaba el derecho al delirio. A soñar que otro mundo es posible. Un mundo en el que “debería de agregarse en los códigos penales, el delito de estupidez de los que viven por tener y no viven por vivir, como el pájaro que canta sin saber que canta o el niño que juega sin saber que juega”.

A él le llegó el tiempo de marcharse. Un silencioso destructor le invadió el pecho, principalmente los pulmones y, el viernes 10 de marzo, fue ingresado a un hospital de su querida Montevideo. El lunes, su cuerpo no resistió más y se entregó al destino. Pasó lo que tenía que pasar. Nadie lo salvó y, así, con ese acto silencioso, nos enseñó que negarse a ser salvado, es el camino a la libertad.

Hasta siempre, maestro. Gracias por la lucidez.

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