Páginas

viernes, 22 de mayo de 2015

Cuba: Martí, diplomacia y el equilibrio del mundo

El triunfo de la diplomacia cubana, inspirada en los ideales martianos, dignifica los sacrificios enormes que el pueblo cubano y la Revolución debieron realizar durante décadas, y le permite avanzar en lo mucho que falta por hacer y transformar en la construcción del socialismo en el siglo XXI.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

El Papa Francisco y Raúl Castro se reunieron
en el Vaticano el pasado 10 de mayo.
El pasado 19 de mayo se conmemoró el 120 aniversario de la muerte del prócer cubano José Martí, caído en combate contra el ejército español en el campamento de Dos Ríos, mientras luchaba por obtener la independencia de su país del decadente imperio ibérico, y cuando sabía ya que el sacrificio de su vida sería para “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”, como dejó dicho en su último escrito, la célebre carta a su amigo Manuel Mercado. Ese mismo día, un grupo de navegantes cubanos y estadounidenses compitieron en un carrera de veleros celebrada frente al histórico malecón de La Habana, en lo que representa un gesto más en la distensión de las relaciones entre ambos países, aunque, como ya lo han advertido algunas figuras de la cancillería de la isla, este proceso podría demorar todavía muchísimo tiempo.

Con todo, es claro que la dirigencia cubana ha comprendido que la Revolución se juega por entero la continuidad de sus logros, y su permanencia en el tiempo para beneficio de la sociedad cubana, en los desafíos implícitos en el diálogo y la negociación con el imperio que ha pretendido destruirla sistemáticamente durante más de medio siglo. Consciente de esto, y como anticipando los retos que hoy encara, Cuba viene desplegando en los últimos años una intensa política exterior en la que se distinguen, al menos, tres grandes objetivos: fortalecer sus alianzas estratégicas; reposicionarse como un actor de primer orden en el contexto latinoamericano y caribeño; y articular sus intereses y potencialidades con los nuevos polos de poder que se van configurando en un mundo que, poco a poco, deja atrás la unipolaridad para adentrarse en los no menos complejos caminos de la multipolaridad.

La creación de la iniciativa ALBA junto a la Venezuela bolivariana (2004) no solo afianzó los vínculos entre ambos gobiernos, sino que relanzó a Cuba en el ámbito nuestroamericano mediante el desarrollo de misiones médicas, educativas, culturales y el aumento del intercambio comercial.  Asimismo, la incorporación de Cuba, primero, al Grupo de Río (2008); luego, como miembro pleno de la CELAC (2011) -donde incluso ejerció la presidencia pro tempore del organismo en 2014-; y finalmente su participación como invitada en la Cumbre de las Américas de la OEA en Panamá (2015), que lo pretendió ser un desagravió por las agresiones que en organismo panamericano se gestaron contra el gobierno de la isla , desde la década de 1960, en el contexto de la Guerra Fría, han reivindicado el lugar histórico de la Revolución Cubana en el desarrollo reciente de América Latina. Y lo mismo cabe decir sobre el abrumador respaldo que obtienen, año tras año, las resoluciones que aprueba la Asamblea General de la ONU para poner fin al bloqueo impuesto por los Estados Unidos: un clamor universal al que solo se opone la irracionalidad de las élites imperiales y los intereses inconfesables de sus estados cómplices en este aventura perversa e inhumana.

La última gira del presidente Raúl Castro por Argelia, Rusia e Italia, así como la visita de su homólogo francés, Francois Hollande, a La Habana, hacen parte de ese esfuerzo por reposicionar a Cuba en el sistema internacional y profundizar sus relaciones con actores a los que entiende como trascendentales, en medio del proceso de transformaciones internas que vive la isla en lo político, económico, social y cultural. En Rusia, por ejemplo, ambos gobiernos acordaron profundizar el memorando de asociación estratégica del año 2009, en el que se enmarca la condonación de 31 mil millones de dólares de deuda externa, aprobada el año pasado, y en el que además están contemplados proyectos de infraestructura hidroeléctrica, portuaria, aeroportuaria y de exploración de yacimientos de petróleo en Cuba. En Italia, la reunión de Castro y el papa Francisco no solo sirvió para coordinar aspectos de su visita a la isla en el mes de setiembre, sino que además reafirmó el papel protagónico del pontífice como facilitador del diálogo con Washington, y el nuevo perfil que asume el Vaticano en la geopolítica americana y global. Por su parte, Hollande reconoció el aporte de Cuba en el proceso de paz en Colombia; expresó el interés de Francia de convertirse en un “aliado fiel”, y aumentar la cooperación y las inversiones en el proceso de actualización del modelo cubano; condenó públicamente el bloqueo imperial y ofreció el apoyo de su país para  que “las medidas que tan gravemente han perjudicado el desarrollo de Cuba, finalmente se puedan levantar, ser derogadas”.

El triunfo de la diplomacia cubana dignifica los sacrificios enormes que el pueblo cubano y la Revolución debieron realizar durante décadas, y le permite avanzar en lo mucho que falta por hacer y transformar en la construcción del socialismo en el siglo XXI; además, legitima su derecho a la autodeterminación y, al mismo tiempo, revitaliza con sentido histórico -que se proyecta a través de los siglos- aquel ideal martiano de construir la independencia de Cuba, y con ella la de toda nuestra América, como principio de paz y garantía del equilibrio continental y mundial, frente a la república imperial y su afán de predominio sobre las potencias del orbe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario