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sábado, 18 de julio de 2015

¿Capitalismo social latinoamericano?

Los gobiernos de nueva izquierda en América Latina ganaron el Estado y desde allí, con un nuevo poder ciudadano o popular (esfera política), han avanzado al menos a un tipo de capitalismo social (esfera económica) con distintos logros. Pero se levantan sobre una pesada herencia de diferenciaciones sociales aún muy arraigadas en las mentalidades colectivas.

Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)

La economía social de mercado en Europa, diferente a la economía de libre empresa de EE.UU. y que, además, es una de las modalidades de capitalismo social, logró amplios beneficios para los ciudadanos.

Hay variaciones entre los países europeos, aunque también rasgos comunes. El eje radica en el papel económico del Estado, pues si bien las empresas gozan de libertad de acción, están sujetas a numerosas y a veces pormenorizadas regulaciones estatales en materia laboral, social y ambiental. El Estado garantiza la educación pública gratuita, cubre la seguridad social universal, atiende la salud, distribuye medicinas y regula el trabajo médico público y privado; y, adicionalmente, otorga una variedad enorme de subsidios, bonos y pensiones, para madres, desempleados, estudiantes, familias, etc. El Estado promueve la redistribución de la riqueza y aplica el criterio de solidaridad social.

Los niveles de bienestar logrados con ese capitalismo social contrastan con las realidades latinoamericanas, y eso a pesar de que han crecido las fórmulas neoliberales otrora inexistentes, que han agravado las condiciones del empleo en varios países.

Pero los europeos saben que para recibir tan vastos servicios sociales deben aportar al financiamiento de los Estados, que recaudan no solo impuestos indirectos (IVA o aduaneros) sino, ante todo, impuestos directos y muy elevados sobre las rentas personales, el patrimonio, las plusvalías, herencias y donaciones, e incluso sobre beneficios societarios, y otros de carácter municipal o comunitario. Para su control existen mecanismos rigurosos, con cruces de información y hasta una policía fiscal especializada.

Los gobiernos de nueva izquierda en América Latina ganaron el Estado y desde allí, con un nuevo poder ciudadano o popular (esfera política), han avanzado al menos a un tipo de capitalismo social (esfera económica) con distintos logros. Pero se levantan sobre una pesada herencia de diferenciaciones sociales aún muy arraigadas en las mentalidades colectivas. La larga persistencia de los regímenes oligárquicos, con familias dominantes, patrimonios edificados sobre la explotación social y laboral, y sistemas políticos excluyentes, también han moldeado esas herencias.

Esos gobiernos han impulsado educación, seguridad, medicina, vivienda, obra pública, servicios sociales, etc. inéditos; se han propuesto la equidad social y para ello han reformado y ampliado el sistema de impuestos.

Comparativamente aún estamos lejos de los sistemas europeos. Pero aquellos logros han despertado un verdadero odio de clase por parte de los sectores económicos y políticos que otrora manejaron al Estado, de modo que hoy reniegan del poder que se halla en otras manos y de cualquier redistribución de la riqueza.

En Ecuador, una burguesía-oligárquica, incapaz de comprender y promover la modernización nacional, y aupada por segmentos de clase media reaccionaria, se ha decidido a lanzar la lucha frontal contra el ‘estatismo’, cuestiona impuestos y está dispuesta a defender sus privilegios, sin que nada cambie.

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