Nosotros vemos a Grecia, la comprendemos
y nos solidarizamos con ella porque en ella nos estamos viendo a nosotros.
Sabemos lo que significa lo que está viviendo, lo difícil que es mantenerse
contra viento y marea, cuando todo el inmenso aparato del poder se pone en
alerta y se deja caer rugiendo sobre la víctima.
Viendo a Grecia en sus tribulaciones,
acosada, denostada y calumniada, no podemos dejar de pensar en nosotros, los
del sur más al sur, es decir, en nosotros los latinoamericanos, que toda la
vida hemos estado en esa situación. Ahora Grecia, un país que forma parte de
ellos, es decir, los europeos, en donde incluso se encuentran sus raíces
civilizatorias más antiguas y profundas, sufre lo que nosotros siempre. Y,
precisamente por formar parte de ellos y no de nosotros, se evidencia lo
injusto, prepotente, abusivo e irrespetuoso de sus acciones.
Se evidencia, también, la fuerza como en
nosotros viven ellos. Es decir, salen a la luz los que se alegran que a Grecia,
o a nosotros, nos vaya mal cuando no bajamos la testuz sumisos, y mugimos
agradecidos por los pinchazos que nos da quien nos arrea.
Nos muestra también todo lo que
significan los pasos que hemos dado los latinoamericanos en estos años que
llevamos del siglo XXI; la valentía que han tenido varios de nuestros países de
haber puesto coto a tales abusos. Viendo el acoso a Grecia, la algarabía armada
en Alemania, Francia, Bruselas, España y en los organismos financieros europeos
e internacionales, se agigantan las posturas dignas de quienes han pasado por
eso y más en estos años, soportando no solo la injuria y la calumnia dicha a
viva voz y permanentemente, sino los amagos de golpes de estado, la intromisión
abusiva en su vida política interna o los intentos de asesinato de sus
dirigentes.
Nosotros vemos a Grecia, la comprendemos
y nos solidarizamos con ella porque en ella nos estamos viendo a nosotros.
Sabemos lo que significa lo que está viviendo, lo difícil que es mantenerse
contra viento y marea, cuando todo el inmenso aparato del poder se pone en
alerta y se deja caer rugiendo sobre la víctima.
Y todo esto solo porque mostramos que
hay otros caminos que se pueden transitar, distintos a los que quieren ellos.
Siempre se han sentido el ombligo del mundo, los infalibles, los que saben qué
es lo que nos conviene, y cuando discrepamos nos ven como monos aullando que
deben ser contenidos y amansados.
A Grecia la quieren amansar porque, de
salirse con la suya, es un mal ejemplo que expande el virus del que los
latinoamericanos somos los primeros portadores. Ahora, como los migrantes que
llegan en oleadas a sus costas mediterráneas, el virus ha saltado el Atlántico
y penetrado en el corazón mismo de su fortaleza. ¡Horror! Están siendo
invadidos.
Su miedo es más grande por lo que acaba
de suceder en las elecciones españolas. Se dan cuenta que se les puede
desmoronar el andamiaje que han armado en torno a los grandes capitales que
son, en última instancia, los que atisban tras bambalinas. Están en estado de
alerta, con la luz de emergencia prendida y parpadeando. Parece que el virus prende
rápido y no encuentran más tratamiento contra él que el cachiporrazo.
No es tanto, pues, el problema del
dinero, sino el de que no cunda el ejemplo. Incluso la deuda podrían hacerla a
un lado, pero el problema es que se les vería cejar ante los que se plantan
como alternativa, ante los que cuestionan las políticas tan largamente
pergeñadas por burócratas al servicio de los grandes intereses financieros.
Ahí está Grecia, pues, siendo un
epicentro más de todas estas contradicciones, ambiciones y esperanzas de los
tiempos que vivimos. Nosotros sabemos de qué lado debemos estar, no solo por
solidaridad, que la tenemos, sino porque con ella va un poco de nosotros, no
solo de lo que hemos logrado ser en estos años, sino de lo que podemos llegar a
ser en los próximos.
Quisiera entender este artículo pero me pone a pensar sobre las causas del desastre financiero de Grecia. Es cierto que puede sucedernos a nosotros pero pensar que la culpa es de fuerzas externas que nos humillan y desprestigian es un poco temerario. La realidad de Grecia empieza por malas políticas fiscales y financieras, por beneficios y prebendas de grupos que han gozado de privilegios inimaginables pertenecientes no solo a las cúpulas sino también a muchos trabajadores amparados a sistemas sociales inadecuados.Considero que es muy fácil echar la culpa a grupos dominantes, pero vale la pena una reflexión sobre lo que han hecho los griegos.
ResponderEliminar