Páginas

sábado, 25 de julio de 2015

Relaciones Cuba-Estados Unidos: un triunfo cubano y latinoamericano que abre una nueva etapa

El lunes 20 de julio, Cuba abrió de nuevo, después de 53 años, su embajada en Washington, un acontecimiento que es el resultado de la resistencia cubana y la presión ejercida, en los últimos años, por América Latina.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

La bandera de Cuba en la nueva Embajada en EE.UU.
Primero, fue el llamado a Cuba para que se reinsertara en la Organización de Estados  Americanos hechos desde la Honduras pre golpe de Estado, y luego, el clamor unánime, sin excepciones, de todos los gobiernos latinoamericanos exigiendo el cese del bloqueo. La reanudación de las relaciones diplomáticas entre ambos países es un paso firme en esa dirección aunque, como todos saben, especialmente las partes directamente involucradas, para llegar a eso hace falta mucho trabajo aún.

Durante varios años, la derecha latinoamericana se quejó que los Estados Unidos habían quitado su atención de América Latina por estar ocupados en el Medio Oriente, y que eso había permitido el avance de fuerzas progresistas que estaban retando su dominio en la región.

Lo cierto es que no se trataba de falta de atención, sino de un nuevo estado de cosas producido por el alineamiento de una serie de factores. En primer lugar, el agotamiento de la paciencia de los pueblos cansados de la creciente marginación a la que los orilló el modelo neoliberal, y que sacó a las calles a miles en Caracas, Buenos Aires, La Paz y el Alto, Quito, Tegucigalpa o Bogotá. La década de los noventa fue, en este sentido, un tiempo de inestabilidad pues subían y bajaban presidentes sin que se vislumbrara una salida que permitiera estabilidad.

En segundo lugar, el reto al poderío económico norteamericano por parte de potencias emergentes locales y mundiales, como Brasil y China quienes, cada uno de acuerdo a sus posibilidades, constituyeron áreas de influencia que concretaron con incremento del comercio, proyectos conjuntos entre varios países e instituciones que respaldan proyectos de integración y apoyo mutuo.

En tercer lugar, la miopía de la política norteamericana, especialmente de las dos administraciones de G. Bush, que pretendieron el alineamiento incuestionable de América Latina a su política agresiva y belicista, que dejó poco margen para posiciones más flexibles.

La administración norteamericana comandada por Obama se dio cuenta que los tiempos habían cambiado, y que había que variar la estrategia hacia América Latina en su conjunto, y que Cuba era una piedra en el zapato en ese sentido. Si no había cambios efectivos en esa dirección, no habría modificaciones sustanciales en otras y, como en una partida de ajedrez, hizo su primera jugada.

No es la única, por cierto, pues ya hemos visto otros cambios en otras partes del continente. En Centroamérica, por ejemplo, por fin cayeron en cuenta que esos regímenes mafiosos del Triángulo Norte no llevaban a ninguna parte, y que de seguir las cosas como hasta ahora, los problemas en su frontera Sur seguirán creciendo cada vez más.

El campanazo en este sentido lo dieron los miles de niños que, en avalancha, llegaron a su frontera a inicios del año pasado, y que han motivado la puesta en marcha de un plan de financiamiento para el desarrollo de esos países que, sin embargo, ha topado con oposición en el Congreso por la sospecha que los miles de millones presupuestados pueden ir a parar a los bolsillos de quienes se han apoderado del aparato del Estado para lucrar descaradamente. De ahí que decidieran acompañar las protestas multitudinarias que en Guatemala y Honduras se han dado contra la corrupción, llevando en el primero a la renuncia se la vicepresidenta que, a estas alturas, pende de un hilo para no ser deportada a Miami en donde puede ser requerida para ser  juzgada.

La nueva etapa que estamos transitando tienen su punto de partida en la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos; vendrán otros procesos y acontecimientos signados por esta “apertura” norteamericana, que concreta el paso del garrote al soft power que buscará, como siempre, hacer prevalecer los intereses norteamericanos aunque por otras vías.

Así como ellos han sabido leer el signo de los tiempos, nosotros debemos hacerlo también, y prepararnos para responder a las nuevas circunstancias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario