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sábado, 24 de octubre de 2015

Desigualdad y distribución de la riqueza

En los países dirigidos por gobiernos “progresistas”, los salarios han aumentado más rápidamente que la productividad, el empleo informal ha bajado en términos relativos, el desempleo también ha disminuido, el gasto social se ha acrecentado y la pobreza se ha reducido. Sin embargo, las desigualdades en los ingresos siguen siendo muy elevadas.

Marco A. Gandásegui, h. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

La Biblioteca ‘Simón Bolívar’ de la Universidad de Panamá y el Centro de Estudios Latinoamericanos CELA, “Justo Arosemena”, presentaron el libro del economista francés, Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, que aborda el preocupante incremento de la desigualdad y la creciente mala distribución de las riquezas en el mundo. La obra de Piketty se centra en los países de Europa occidental y EEUU. Sin embargo, se pueden sacar conclusiones para América latina y Panamá, en particular.

La presentación estuvo a cargo de los profesores Gerson Joseph, director de la Escuela de Economía de la Universidad de Panamá y el suscrito. Un nutrido grupo participó activamente en el conversatorio haciendo comentarios y preguntas. La primera aclaración que se hizo fue que Piketty no es marxista, a pesar del título de su libro que recuerda la obra El capital de Marx. A diferencia del revolucionario del siglo XIX, Piketty considera que el capital es la suma de todos los bienes existentes. En cambio, para Marx, el capital es una relación social que produce riquezas que son acumuladas por una clase (la burguesía) creando contradicciones insolubles.

Piketty demuestra en su libro cómo la riqueza en los países más industrializados tiende a concentrarse cada vez en menos manos. No se refiere directamente a como la riqueza es también concentrada en cada vez menos países, marginando a sectores mayoritarios del mundo.

El autor francés después de presentar sus datos llega a dos conclusiones claves para su libro: Por un lado, apunta al hecho que la riqueza en forma de propiedades (patrimonio) crece más rápidamente que la producción de nuevos bienes. En otras palabras, la riqueza representada en bienes inmuebles, cuentas bancarias y acciones se expande más rápido que las nuevas riquezas que se miden con el indicador llamado producto interno bruto (PIB). Si este ejemplo lo aplicamos a Panamá es obvio que en los últimos lustros los millonarios se han hecho billonarios, mientras que los ‘trabajadores’ que viven de un salario o de su trabajo cotidiano se hacen más pobres.

Piketty recomienda detener esta tendencia nefasta que favorece a los más ricos. Sugiere un impuesto ‘universal’ a las fortunas más grandes del mundo. Por ejemplo, plantea que un incremento de los impuestos en un uno por ciento a todos los bienes inmuebles que superan los dos millones de dólares les permitiría a los gobiernos recaudar decenas de miles de millones de dólares para reforzar sus presupuestos.

En el caso de Panamá, esta propuesta sería políticamente imposible siquiera pensarla en el actual régimen político dominante desde la invasión militar norteamericana en 1989. Al contrario, los gobiernos tratan de encontrar formas de aumentarle los impuestos a los sectores más pobres del país. Por ejemplo, el ITBM, los peajes, los tratados de libre comercio (alimentos y otros bienes de primera necesidad), etc.

Según Pierre Salama, sociólogo franco brasileño, “es un lugar común señalar que la desigualdad se redujo en América latina y que la indigencia y la pobreza disminuyeron. Sin embargo, los análisis basados en fuentes fiscales, aseguran que la parte de los más ricos en el ingreso total se incrementó”.

En los países dirigidos por gobiernos “progresistas”, los salarios han aumentado más rápidamente que la productividad, el empleo informal ha bajado en términos relativos, el desempleo también ha disminuido, el gasto social se ha acrecentado y la pobreza se ha reducido. Sin embargo, las desigualdades en los ingresos siguen siendo muy elevadas aunque, al contrario de lo que sucede en los países desarrollados, habrían disminuido ligeramente en los últimos diez años.

Más aún, señala Salama, la reprimarización de las economías en detrimento de la industria, exponen a la región a una crisis inevitable. “El futuro se vuelve más oscuro, y los riesgos de un incremento de la desigualdad y, sobre todo, de un aumento de la pobreza en los próximos años son elevados. Debido a la creencia de que el desahogo financiero proporcionado por el auge de los productos primarios continuará, los gobiernos están mal preparados para el futuro”.

En Panamá el incremento que experimentó la economía, especialmente en el último lustro, es el resultado de la incorporación del Canal de Panamá a las cuentas nacionales. La corrupción y mala administración no han dejado rastro de ese potencial. Obviamente, el país necesita gobernantes y políticas distintos a los que hemos tenido en los últimos 25 años.

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