Al pensamiento crítico no le faltan ideas,
tiene que pelear por espacios, pero falta más participación, faltan entidades
que convoquen a la intelectualidad crítica a que participe activamente en el
enfrentamiento de los problemas teóricos y políticos con que se enfrentan los
procesos progresistas en América Latina.
Emir Sader / Página12
En el momento de auge de los
enfrentamientos políticos y de las grandes luchas de ideas en América latina,
se siente con más fuerza la relativa ausencia de la intelectualidad crítica. En
el momento en que los gobiernos progresistas sufren las mas duras ofensivas de
la derecha, buscando imponer procesos de restauración conservadora, valiéndose
del monopolio de los medios de comunicación, el pensamiento crítico
latinoamericano podría tener un rol importante, pero su ausencia relativa es
otro factor que afecta la fuerza del campo de la izquierda.
La derecha se vale de ese monopolio y de
sus pop stars. Vargas Llosa y Fernando Henrique Cardoso vuelven con fuerza al
campo para apoyar a Mauricio Macri, a la derecha venezolana y a atacar a los
gobiernos de Brasil. Ecuador, Bolivia. No les faltan espacios, aunque les
falten ideas.
Al pensamiento crítico no le faltan ideas,
tiene que pelear por espacios, pero falta más participación, faltan entidades
que convoquen a la intelectualidad crítica a que participe activamente en el
enfrentamiento de los problemas teóricos y políticos con que se enfrentan los
procesos progresistas en América Latina.
A la pobreza de las propuestas de retorno a
la centralidad del mercado, del Estado mínimo, de las políticas de retorno a la
subordinación a los Estados Unidos, a la apología de las empresas privadas,
queda un amplio marco de argumentos y de propuestas a ser asumidos por la
intelectualidad de izquierda. Para desenmascarar las nuevas fisonomías que
asume la derecha, para valorar los avances de la década y media de gobiernos
posneoliberales, de promover el rol de esos gobiernos latinoamericanos, en la
contracorriente de la onda neoliberal que sigue barriendo el mundo y los
derechos de los más vulnerables.
Esos gobiernos han hecho la crítica, en la
practica, de los dogmas del pensamiento único, de que “cualquier gobierno
serio” debería centrarse en los ajustes fiscales. De que no era posible crecer
distribuyendo renta. De que las políticas sociales solo podrían existir como
subproducto del crecimiento económico. Que el dinamismo depende de más mercado
y menos Estado. Que no hay camino en el mundo que no sea el de la subordinación
a los países del centro del capitalismo. Que el Sur es el retraso.
En fin, todo lo que los gobiernos
progresistas han desmentido rotundamente, son argumentos fuertes para que el
pensamiento crítico se apoye en ellos y encare las dificultades presentes en
las perspectiva de la profundización de esos procesos y no de su abandono. Esto
lo hacen los –de derecha y de ultraizquierda– que se refugian en el triste
consuelo para ellos de un supuesto agotamiento del ciclo progresista. A ambas
fuerzas les sobran motivaciones, derrotadas que han sido, durante una década y
media. Pero les faltan razones, no pueden proyectar un futuro para el
continente, que no sea la reiteración del pasado desastroso y superado o el
discurso sin práctica.
Es el momento para que pensamiento crítico
deje a un lado las prácticas burocráticas que neutralizan el potencial crítico
del pensamiento latinoamericano, que mediocrizan las entidades tradicionales y
así vuelva a protagonizar, en primera línea, la lucha antineoliberal. Vuelva,
sin miedo, a proponer ideas audaces, nuevas, emancipatorias, que vuelva a
engarzar a la intelectualidad crítica con las nuevas generaciones, huérfanas de
futuro.
La burocratización es un enfermedad fatal
para el pensamiento crítico, sea de las estructuras académicas, sea de las
prácticas institucionales en otras instancias. ¿Hasta cuándo la intelectualidad
crítica dejará que los “intelectuales mediáticos” de la derecha ocupen
prácticamente solos los espacios de los debates de ideas, que formen nuevas
generaciones en los valores del egoísmo, de los prejuicios, del consumismo?
La burocratización conduce a la
despolitización, que es el mejor servicio que se puede prestar a la derecha,
sustrayendo espacios críticos a la lucha de ideas para volcarlos simplemente a
la mantención de cargos y de sueldos. Son burócratas que, aunque nominalmente
pretendan pertenecer al campo de la izquierda, lo que hacen es desmoralizar a
la izquierda, con el uso abusivo de las palabras sin práctica o con una
práctica sin ideales ni proyección política concreta.
Fue una tragedia para la izquierda la
separación entre una práctica sin teoría –que a menudo se pierde en los
meandros de la institucionalidad vigente– y una teoría sin trascendencia
concreta –que se pierde en sí misma–.
Hoy es indispensable rescatar la
articulación entre pensamiento crítico y lucha de superación del neoliberalismo,
entre teoría y práctica, entre intelectualidad y compromiso político concreto.
Si los viejos caminos se han desviado de esas vías, nuevos tienen que ser
abiertos, los espacios públicos conquistados ahí están para ser ocupados.
“Los caminos que encontramos hechos / son
desechos de viejos destinos. / No crucemos por esos caminos / Porque solo son
caminos muertos”, canta Pablo Milanés.
Seamos fieles a los precursores del
pensamiento crítico latinoamericano, pero sobre todo, fieles a los nuevos
destinos que apenas hemos empezado a construir.
El que pierde la batalla de las ideas está
destinado a la derrota política. No merecemos perder ni la una ni la otra.
Estimado Doctor es un excelente articulo que permite la reflexión sobre el futuro y lo que se esta construyendo, en Guatemala exactamente pasa algo similar, los intelectuales de izquierda se han acomodado al modelo clientelar y los medios de comunicación constantemente influyen en el imaginario de guatemalteco joven que lo vuelven apolítico pero consumista, ahistórico pero contra la corrupción de lo publico pero no de lo privado...y así el modelo de lastre neo liberal ha formado consciencias egoístas e individualistas.
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