En América Latina es
conocido ampliamente cómo operó un proceso de represión interna marginando a
los teólogos y agentes pastorales; nombrando obispos conservadores y sumisos a
la centralidad romana. La mancuerna Wojtyla-Ratzinger minó los ensayos
pastorales y las innovaciones latinoamericanas.
Bernardo Barranco / LA JORNADA
El Papa Francisco. |
El progresismo católico ha
mirado con entusiasmo los giros y signos que el papa Bergoglio ha incrustado en
su pontificado. En su toma de posesión al externar su célebre frase “quiero una
Iglesia pobre y para los pobres”, contribuyó para que inmediatamente los
católicos progresistas se identifiquen con el nuevo Papa. El nombre de
Francisco, la sencillez, el alejamiento de los lujos principescos, los duros
cuestionamientos a la economía internacional, los radicales mensajes a los
movimientos populares, la publicación de Laudato si, han sido señales
inequívocas de un giro que recupera el espíritu y la letra del Concilio
Vaticano II.
En contraparte los
sectores conservadores se muestran renuentes a las reformas y medidas de
Francisco. De manera subterránea, pero implacable, actores de la curia le
llaman “papa argentino” como para marcar una distancia cultural eurocéntrica.
Le reprochan ser populista y pretender gobernar la Iglesia a base de homilías
propias de un párroco de pueblo. La temible derecha estadunidense, en especial
el lobby Michael Novak, ve con preocupación y desagrado sus constantes
críticas a la economía de mercado. Incluso intentaron sabotear la encíclica
ecológica del Papa.
¿Francisco es cercano a
la teología de la liberación? Hace unos días, El Sol de México publicó
un artículo firmado por el corresponsal Jorge Sandoval, titulado “Francisco y
la teología de la liberación”. Ahí le reprocha a Bergoglio tener posturas contradictorias
que dan pie a interpretaciones opuestas. Dice: “La continua y casi obsesiva
denuncia, entre otros males, de un capitalismo ‘injusto y explotador’, de una
sociedad ‘dominada’ por ‘un mercado que mata’ y por el ‘dios dinero’, entre
otras muchas declaraciones en esta dirección, hacen pensar que el pontífice
argentino es un declarado simpatizante de esta teología”. Finalmente concluye
que Francisco está en continuidad con la condena y desaprobación de dicha
corriente latinoamericana. Al igual que muchas otras interpretaciones de
conservadores amañados caricaturizan o de plano no entienden qué es la teología
latinoamericana de la liberación.
De entrada conciben la
teología como un juego de ideas o un ejercicio intelectual y especulativo. El
mayor reproche es haber usado el marxismo como herramienta de análisis que
llevaría irremediablemente a la subversión y a la violencia. Si bien muchos
reconocidos teólogos utilizaron dichas categorías, es absolutamente inexacto
equiparar la teología latinoamericana con el marxismo; existen diversas
corrientes incluso con diferentes hermenéuticas. La teología presentada así es
reducirla a una ideología política con atavíos religiosos. Inadecuado reducir
la teología de la liberación a la lucha de clases, exaltar la clase obrera como
su actor histórico; imposible así el desarrollo de la teología india y de la
negritud, la teología feminista. Difícil imaginar su expansión en el contexto
altermundista a la teología de la tierra o ecologista. Todas son sus herederas.
Cuando Ratzinger, siendo cardenal responsable de la doctrina de la fe, analiza
la teología latinoamericana, la describe como un “fenómeno extraordinariamente
complejo”. Tiene toda la razón, porque la teología de la liberación más que un
discurso es un camino; más que un solo discurso sobre Dios es un vasto y
heterogéneo conjunto de movimientos sociales y religiosos que se expandieron
desde los años 60 del siglo pasado.
Por ello para Leonardo
Boff, uno de los más entusiastas defensores de Francisco, señala: “Muchos se
han preguntado si el papa Francisco es un seguidor de la teología de la
liberación. Esta pregunta es irrelevante. Lo importante no es ser de la
teología de la liberación, sino de la liberación de los oprimidos, de los
pobres y de los que sufren injusticia. Y eso lo es con claridad indudable”.
Gustavo Gutiérrez, en Roma en mayo de 2015, frente al acoso periodístico
señaló: “La gente dice hoy que estamos en la época posocialista,
poscapitalista, posindustrial. A la gente le gusta decir que estamos en la
época post. Pero nunca escuchamos hablar de época pospobreza”. Y remató su
idea: “La noción central de la teología de la liberación es la opción
preferencial por los pobres. Y este punto estuvo firme en las reuniones de las
conferencias episcopales latinoamericanas de Medellín (1968), Puebla (1979),
Santo Domingo (1983) y Aparecida (2007). Aunque la opción preferencial por los
pobres es un concepto mucho más claro ahora gracias al testimonio del papa
Francisco, que habla de Iglesia pobre para los pobres”.
En efecto, la teología de
la liberación floreció después del Concilio Vaticano II, convirtiéndose en uno
de los fenómenos sociales y religiosos más importantes de la región, que
convivió y confrontó las dictaduras militares, entre los años 60 y 80. Posicionó,
en cierto sentido, a las iglesias católicas latinoamericanas en la defensa de
los derechos humanos, los pobres y la confrontación contra las injusticias
sociales. En este ciclo, el compromiso social de los cristianos y sus
organizaciones, como las comunidades de base, alienta a ciertos actores
religiosos para adquirir peso social y relevancia. No hay una sola teología de
la liberación. Juan Carlos Escanonne, quien junto a Lucio Gera influye en el
pensamiento de Bergoglio, distingue al menos cuatro grandes corrientes: a)
teología de la liberación desde la praxis pastoral; b) la teología de la
liberación desde la praxis revolucionaria (probablemente la más “contaminada”
de marxismo); c) teología de la liberación desde la praxis cultural, también
llamada la teología de la cultura, y d) la teología del pueblo, enarbolada por
los sacerdotes del tercer mundo. No hay espacio para analizar cada una, pero
queda claro que la atmósfera generacional que Bergoglio respira es este
ambiente pastoral de compromiso en torno al pobre y las injusticias sociales.
En América Latina es
conocido ampliamente cómo operó un proceso de represión interna marginando a
los teólogos y agentes pastorales; nombrando obispos conservadores y sumisos a
la centralidad romana. La mancuerna Wojtyla-Ratzinger minó los ensayos
pastorales y las innovaciones latinoamericanas. Queda claro que Francisco no
simpatiza con el marxismo, pero no quiere decir que se le aísle de esta gran
corriente eclesial latinoamericana cuyo epicentro es la opción por los pobres y
marginados, sean niños, ancianos, mujeres, indígenas, discapacitados, jóvenes o
migrantes.
A partir del Evangelio,( La buena noticia predicada por Jesús de Nazareth, no se puede adorar a Dios y a Mammón, el dios d4el dinero. Desde la ley mosaica expresada de forma clara en el libro de Levítico hasta las cartas apostólicas, especialmente la del apóstol Santiago, se deduce claramente que no se puede ser c ristiano y capitalista al mismo tiempo.
ResponderEliminar}El papa es cristiano, simplemente, antes que teólogo doctrinario. El amor al dinero es la raíz de todos los males....afirmación eminentemente evangélica.
Gracias al blog por la información, me ha servido de mucha ayuda siempre es bueno orar a nuestro Dios y respetar a los demás.
ResponderEliminar