Los concursos de belleza son una muestra en
pequeñito de la sinrazón del mundo en que vivimos –clasista, machista,
blancocentrista, mercantilizado, dominado por poderes que generan una cultura
superficial y ramplona– todo lo cual nos convoca a seguir luchando por "otro
mundo posible".
Marcelo
Colussi / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de Guatemala
Ilustración de Pawla Kuczynskiego. |
I
La belleza, si bien siempre difícil de definir, es
algo inherente a todos los seres humanos aunque no se la problematice en forma
explícita. Entendámosla, para dar un marco general mínimo a partir del que
poder seguir hablando del asunto, como la búsqueda del placer estético, el
placer de los sentidos. La belleza, por tanto, va de la mano de lo sublime, de
lo que en términos perceptivos nos deleita. De las artes, sin dudas –quizá la
forma superior de búsqueda de la belleza; pero también la podemos encontrar en
la cotidianeidad, en cada pequeño detalle de la vida práctica.
¿Puede hablarse de la "belleza" de los
seres humanos? Tema arduo, polémico; la ética ha tratado inmemorialmente estos
asuntos. ¿Es la belleza algo material o espiritual? Convengamos que efectivamente
sí hay belleza humana. Lo cual nos lleva a plantear qué es su opuesto: ¿la
fealdad? ¿Quién es bello y quién es feo? ¿Con qué criterios medir eso? Y más
aún –hablando de ética–: ¿es posible medirlo? Y más aún: ¿para qué medirlo?
Si de belleza material se trata, el problema se
torna muy complejo. La belleza de la que podemos dar cuenta con el sentido de
la vista es totalmente social, cultural, histórica. ¿En nombre de qué alguien
es más bello que un feo? ¿Quién es más feo o fea que otro u otra? Si extremamos
la indagación, vemos que los valores ligados a la belleza física son absolutamente
relativos, convencionales. ¿Es más bella la piel negra o la blanca? ¿Es más
bella una nariz atravesada por un hueso de animal o un labio con un aro de
metal que una no tiene nada de eso? ¿Cuándo comenzamos a decir que algo es feo?
¿Es más bello un seno femenino que nunca usó sostén –como el de las mujeres de
algunas tribus en el África negra–, flácido y caído casi hasta la cintura, o
aquel que lleva muchas siliconas, como el de tantas mujeres occidentales,
rígidos y firmes? ¿Qué es más bella: una cabellera rubia o las trenzas de pelo
negro? ¿Un calvo no es bello entonces? ¿Los pies de una mujer china, amarrados
desde niña y por tanto muy pequeños, son más bellos que un número 44? ¿Son
bellos los tatuajes? ¿Por qué ahora los y las occidentales los usan tan
profusamente? Antes, unas décadas atrás apenas, ¿eran feos? ¿Y por qué ahora en
Occidente se atraviesan narices, labios, orejas y ombligos con aros de metal?
¿Pasaron a ser bellos esos accesorios que antes usaban algunos pueblos
"primitivos"? ¿No eran bellos hace unos años? ¿Era bella la Mona
Lisa, o era una gorda con muchos kilitos de más? Como vemos, todo esto nos pone
ante planteos difíciles. Primera conclusión, entonces: la belleza es relativa,
los patrones de belleza son históricos, convencionales.
Por cierto esto no es nada nuevo. Lo que queremos
destacar aquí –tampoco esto es nuevo, pero vale la pena no olvidarlo nunca y
recalcarlo toda vez que sea posible– es que en un mundo regido ampliamente por
la idea de lucro, de ganancia económica a costa de cualquier otra cosa, también
la belleza ha pasado a ser un artículo más de consumo, una mercadería.
¿Por qué medir la belleza? Más allá que sea posible
o imposible la medición, ¿para qué hacerlo? ¿Qué hay en juego ahí? Básicamente
ello responde a una lógica mercantil; hasta donde sabemos, ninguna civilización
en ningún estadio previo al capitalismo avanzado ha osado realizar estas
mediciones. La exaltación de la belleza física (femenina o masculina) que podemos
encontrar por toda la historia de la humanidad en modo alguno tenía como
objetivo premiar al "más bello" o a la "más bella". Ha sido
una exaltación, y no más que eso; exaltación, incluso, más ligada a lo
espiritual sin un ánimo comercial, lo cual dista mucho de la noción competitiva
de un concurso. Los concursos de belleza a que hoy día estamos ya totalmente
habituados son algo muy reciente, de mediados del siglo pasado. Hoy por hoy se
nos somete a una búsqueda casi obsesiva de la belleza entendida según ciertos
modelos, aunque no tengamos para comer y seamos analfabetos. Segunda conclusión
entonces: la belleza física tal como hoy la concebimos es una mercadería más de
consumo, representante de sociedades donde ya no se sabe qué hacer con el
dinero excedente y con el tiempo libre y donde una vez satisfechas las
necesidades primarias se impuso la "obligación" de ser bellas/os
según criterios fijados en forma impositiva; obligación que se traslada a los
países pobres del Sur creando procesos aberrantes.
II
Tradicionalmente, en el mundo capitalista moderno
que nos legó el siglo XX, la belleza física es una mercadería de consumo
femenino. Hacia fines del siglo, y ya en el XXI, también los varones acceden al
consumo de este nuevo ámbito. De todos modos, por amplia mayoría la belleza aún
sigue siendo una mercadería mucho más patrimonio del sexo "débil". En
una sociedad patriarcal, machista, como la que abunda por toda la superficie
del globo –salvando las diferencias entre "desarrollados" y
"subdesarrollados", pero machistas todas al fin– la belleza es aún un
atributo más del ámbito de las mujeres. Por lejos la belleza es todavía en
nuestro imaginario social una calidad femenina; hoy por hoy, por tanto,
concurso de belleza sigue siendo sinónimo de "la mujer más bonita",
aunque también existan concursos masculinos. Tercera conclusión: en un mundo
patriarcal las mujeres siguen funcionando como objeto para los varones, como
"muñequitas", ratificándose el estereotipo femenino de "tonta
bonita".
El hecho que hoy exista una creciente preocupación
por la "belleza" física por parte de los varones –fundamentalmente en
las sociedades opulentas, aquellas donde sobran los recursos–, ello no
significa en modo alguno una equiparación en los derechos de género. Que haya
una moda de "metrosexuales" (varones tan acicalados como las mujeres)
no habla precisamente de un progreso humano. Habla, en todo caso, del
crecimiento de una tendencia que más bien debería aterrorizarnos: mientras
sigue muriendo de hambre una persona cada 7 segundos a nivel mundial, y
mientras la fabricación de armamentos continúa siendo el principal negocio de
la humanidad –armamentos que se usan, obviamente: alrededor de 20 guerras se
cursan actualmente en todo el planeta–, hay una alegre tendencia al consumo de
"artículos para ser bellas/os", como cirugías plásticas, dietas para
mantenerse delgado, siliconas para implantes y cosméticos (estos últimos
facturan ventas de 16.000 millones de dólares anuales). ¿Todo esto nos da más
belleza? Cuarta conclusión: lo superficial, lo banal, lo puramente cosmético
ocupa un lugar cada vez más creciente en la civilización hedonista que impone
el capitalismo desbocado. La forma superó al contenido.
Hoy día asistimos a una cantidad increíble de certámenes
de belleza de difusión internacional, con fuerte impacto económico y amplia
difusión mediática: más de 50 anuales, es decir más de uno por semana. El más
rutilante sin dudas es el de Miss Universo, pero por mencionar sólo algunos de
los tantos que existen, podrían citarse: Miss Mundo, Miss Europa, Miss América,
Miss Verano-Internacional, Miss Bikini-Internacional, Miss Vacaciones, la Reina
del Mes, la Más Bella Señora Casada, la Más Bella Turista, Miss Internet
México-EE.UU., Miss Internet Guatemala-EE.UU., Miss Internet El
Salvador-EE.UU., el Más Bello Busto, la Más Bellas Piernas, Miss Latina, la Más
Bella Estudiante, la Más Bella Universitaria, la Más Bella Rubia, la Más Bella
Morena, Miss Fútbol, la Más Bella Deportista, las Más Bellas Caderas, la Más
Bella Trabajadora de Bancos, la Más Bella Trabajadora de Industrias, Miss
Invierno, Miss de la Navidad, Miss del Año Nuevo, a los que deben sumarse todos
los certámenes nacionales que envían representantes para los grandes concursos
internacionales como Miss Mundo o Miss Universo.
Pero siguiendo esas pautas impuestas por las
tendencias dominantes del mundo marcadas por las potencias económicas, incluso
los colectivos más pobres, más postergados, aquellos donde las necesidades básicas
ni siquiera están cubiertas, también copian y reproducen las modas del Norte,
modas que nada tienen que ver con sus auténticas realidades. Así podemos
asistir a concursos de belleza en cualquier barrio pobre, aldea o colectivo
popular del Tercer Mundo, en una kermés, en un sindicato, en una fiesta escolar
en una zona urbano-marginal. Ya no sólo Miss Universo o Miss Mundo; también
contamos con la reina de belleza indígena en cualquier comunidad
latinoamericana o la reina de un conjunto de tribus africanas. ¿Patético? ¿Consecuencias
de un mundo globalizado?
III
Según Wikipedia "El certamen de Belleza "Miss Universo" fue creado
a principios de la década de los años 1950. Debe su existencia a la Miss
América 1951, Yolanda Betbeze, quien rehusó posar con uno de los trajes de baño
"Catalina's",
provocando la ruptura del contrato que tenía la compañía textil Pacific Mills con Miss América para
promocionar a la marca, lo que obligó a Pacific
Mills a crear su propio concurso para darse promoción, en asociación con
el ayuntamiento de Long Beach (California, Estados Unidos). Pacific Mills fue luego comprada por
Kayser-Roth y más tarde por Gulf and Western Industries. Miss Universo,
mientras tanto, fue cobrando más y más relevancia y se convirtió en un
espectáculo transmitido a varios países a través de la CBS. En 1966 se hizo la
primera transmisión a color; y en 1972 el concurso salió de Miami Beach para
empezar su viaje por el mundo. A partir de ese momento ha tenido varias sedes
en los cinco continentes, y sus ganadoras también provienen de todos los
rincones del planeta".
El concurso de Miss Mundo –otro de los grandes certámenes de
esta naturaleza– se inició en el Reino Unido en 1951 por obra del
empresario por Eric Morley. Su renombre creció en la medida en que la fama de
la televisión lo hizo. Este es uno de los espectáculos
televisivos más vistos del planeta. Posicionado en el tercer puesto del ranking
mundial de audiencia luego de la final de la Copa Mundial de Fútbol y la
ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos, tiene una audiencia de más de dos
mil millones de personas.
Todos estos grandes y super mercadeados concursos
están dirigidos por poderosas organizaciones empresariales que ganan enormes
cantidades de dinero con su desarrollo. Miss Universo, por ejemplo, es una franquicia
que se renueva anualmente. En cada país interesado en mandar una candidata para
el certamen internacional existe un tenedor de esta franquicia que, tras el
pago de una cantidad de dinero, variable según su capacidad económica, tiene
los derechos en ese territorio para mandar una delegada bajo reglas que la
empresa Miss Universo impone: la delegada debe ser mujer de nacimiento, nunca deber
haberse casado, nunca debe haber estado embarazada, debe tener entre 18 y 27
años cumplidos al 1º de febrero del año en que compita, debe tener la
nacionalidad del país por que el va a concursar, ser la ganadora del título
nacional del país al que representa o, en su defecto, la suplente, debe tener
la disposición de ser Miss Universo y cumplir todo lo que el detentar ese cetro
conlleve, debiendo además contar con pasaporte y visa estadounidense.
Por supuesto el modelo de belleza que se ha
impuesto –marcado desde los fabricantes del glamour,
los patrocinadores de los grandes certámenes internacionales, pero válido también
para esas muchachas indígenas o negras, de un barrio pobre o de un caserío
rural– es el del Norte dominante: ser bella es ser rubia (¿cuántas rubias se
tiñen el cabello de color negro?), es ser delgada y tener prominentes pechos
inflados de siliconas. Cuarta conclusión, casi forzosa: ¿se goza más la vida
siendo bella o bello según esos patrones? ¿Se tiene mejor sexo si se es
delgada/o, rubia/o o las uñas pintadas? ¿Se alcanzan mejores orgasmos luego de
una cirugía para quitarnos las arrugas y con una buena dotación de silicona
encima? ¿Se es más sano siendo bella/o según estos criterios?
Como amargamente lo expresó una
concursante de Miss Puerto Rico luego del certamen: "¿Es una Miss Puerto Rico una verdadera
representación de la mujer portorriqueña? De ser así no serían necesarias cirugías y procesos
estéticos además de
dietas estrictas a las que son sometidas estas muchachas a tan corta edad.
¿Acaso la celulitis, las estrías y el sobrehueso en la nariz nos resta belleza? ¿Ante los ojos de
quien? Al final de cuentas ¿para qué tanto
sacrificio si luego de un año pasan nuevamente
al anonimato en el que vivían antes de ser
reina? Sin embargo, durante su reinado entregan la dirección de sus vidas a otras personas que es la que la va a
llevar al triunfo. La reina sólo obedece. La
mayor parte del tiempo transcurre en la preparación
para un concurso internacional, posando al lado de
dirigentes de grandes
empresas capitalistas (casi siempre hombres), realizando comerciales. En fin,
una reina de belleza
no es mucho más que un objeto que vende y se deja vender, un simple
adorno que posa sonriente al lado de
gobernadores, presidentes y cuya voz y opinión,
junto con su ferviente deseo de paz, mundial no son más que eco en el vacío".
Quinta conclusión: los concursos
de belleza son una muestra en pequeñito de la sinrazón del mundo en que vivimos
–clasista, machista, blancocentrista, mercantilizado, dominado por poderes que
generan una cultura superficial y ramplona– todo lo cual nos convoca a seguir
luchando por "otro mundo posible".
Excelente descripción de un mundo irreal pero real.
ResponderEliminarExcelente descripción de un mundo irreal pero real.
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