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sábado, 20 de febrero de 2016

¿Líderes fuertes hacen mal a la democracia?

La derecha tiene la obsesión de buscar destruir las imágenes de los grandes líderes populares de nuestro tiempo.  Argentina y Brasil, entre otros, conocen bien como esa obsesión se ha volcado hacia las imágenes de Perón y de Vargas, como si su liderazgo dañara a la democracia, en lugar de fortalecerla y legitimarla.

Emir Sader / ALAI

La derecha cree que la izquierda solo puede imponerse mediante liderazgos carismáticos, “populistas” en su lenguaje, que se erigirían como líderes mediante engaños, políticas de concesiones irresponsables del punto de vista macroeconómico, según ellos, sacrificando los intereses de la economía en función de su afirmación como líderes políticos.  Hay teorías tan absurdas como las que buscan afirmar que Argentina habría entrado en un período histórico de decadencia con Perón, en lugar de exaltar la formidable democratización social del período histórico del peronismo en el poder.

Ahora, cuando América Latina ha vuelto a desarrollar procesos de democratización social, a contramano de la hegemonía neoliberal en escala mundial, la derecha se empecina en atacar a los líderes de esos procesos, como si fuera un proceso que dependiera del liderazgo personal de ellos.  La destrucción de las imágenes de Lula, de Evo Morales, de Rafael Correa, de Cristina, según la derecha, frenaría la capacidad de esos países para seguir el camino de la democratización social.

Hay que preguntarse si ¿Argentina era más democrática con la dictadura militar o con los gobiernos neoliberales o con los Kirchner?  ¿El Estado tenía más legitimidad y prestigio con los militares o con la dictadura del mercado o cuando los derechos de la gente fueron reafirmados?

¿Bolivia era un país mejor, más estable, más democrático, con los gobiernos neoliberales de las dinastías blancas que dominaban un país mayoritariamente indígena o el prestigio del país, el apoyo popular, nunca fueron tan grandes como con Evo Morales?

Brasil, que era el país más desigual del continente, ¿es un país mejor, menos injusto, más integrado, que permite que la gente viva mucho mejor ahora o cuando los mercados y las grandes corporaciones privadas mandaban sin contrapeso en el país?

¿Ecuador vive el mejor momento de su historia bajo el gobierno de Rafael Correa o cuando era gobernado por las oligarquías representantes de las minorías?

Esos líderes populares han fortalecido las democracias en esos países, porque han integrado a las grandes mayorías, afirmando sus derechos, legitimando los Estados porque esas mayorías se sienten representadas en esos gobiernos, porque se han producido los períodos de más grande estabilidad y continuidad política bajo el liderazgo de esos dirigentes políticos.

¿Qué carácter tienen esos liderazgos populares?  El de representar, de forma directa, a los anhelos de la gran mayoría de la población, postergada por la política tradicional y sus formas corrompidas de elegir representantes, por el poder del dinero y de los medios de comunicación privados.

La derecha solo logra dirigentes fuertes, basados en la fuerza y en la represión, como en los tiempos de las dictaduras.  O presidentes con prestigio efímero, basados en planes económicos de corto plazo, promovidos por el marketing de los medios, hasta que caen inevitablemente en desgracia y sus nombres quedan asociados a lo peor que tiene la política.

Mientras tanto, los líderes populares logran contornar los mecanismos corporativos en que la derecha basa su poder –congresos electos sobre la base de campanas financiadas con mucha plata, medios de comunicación monopólicos, grandes empresas privadas, entre otros-, para expresar, de forma directa, las necesidades de la masa de la población marginalizada por aquellos mecanismos de poder de la derecha.  Por eso ganan tanta proyección, legitimidad, por ello gozan del apoyo popular que ningún líder de la derecha posee.

Líderes fuertes por el apoyo popular, por la legitimidad de sus gobiernos, hacen más solidas las democracias y no las dañan.  La derecha se empecina en campañas que buscan empañar el imagen de líderes como Evo Morales, Cristina, Lula, Rafael Correa, porque no tiene argumentos de fondo en contra de ellos.  Saben que un pueblo sin líderes, sin auto estima, sin sentimiento nacional, es más fácilmente víctima del derrotismo que la derecha quiere imponer a nuestros pueblos y países, para dar paso al retroceso de las conquistas logradas bajo el liderazgo de esos dirigentes en los últimos años.

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