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sábado, 13 de febrero de 2016

Nuestra América: contradicciones

El neoliberalismo es regresivo –por no decir reaccionario-, mientras el neodesarrollismo es progresivo en relación al problema mayor de crear condiciones que faciliten a los oprimidos y sus aliados el paso a una etapa superior y decisiva en la tarea de transformar el mundo de un modo que garantice su equilibrio, y favorezca su regeneración.

Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

El año 2015 concluyó con derrotas electorales de los gobiernos (nacionalistas / progresistas / populistas) de Argentina y Venezuela. En ambos casos, esto dio lugar a que se acentuaran tensiones políticas ya existentes, pero en ninguno de los dos se produjo una restauración inmediata y plena del régimen neoliberal anterior, aunque se iniciara o se buscara iniciar tal cosa. Casi podría decirse que, más que un cambio en la correlación de fuerzas, se ha generado en lo inmediato una nueva correlación de debilidades sobre un trasfondo de ineficiencia económica, deterioro social y degradación ambiental que no se traduce (aún) en movilización popular contestataria. Todo esto expresa un panorama por demás complejo que conviene examinar a partir de las contradicciones que lo animan, y a la luz de la advertencia martiana de que en política hay que estar a lo real y no a lo aparente, porque en este campo lo real “es lo que no se ve”.

En efecto, lo inmediatamente visible aquí es una contradicción entre el neoliberalismo y lo que algunos, como el argentino Claudio Katz, han venido a llamar el neodesarrollismo. Por tal se entiende una gestión estatal que otorga prioridad a la protección del mercado interno, al fomento de las exportaciones tradicionales, y a la transferencia de recursos al incremento del consumo privado y el acceso a servicios públicos por parte de sectores pobres y medios de sus sociedades. Desde Martí, podemos y debemos apoyar esas medidas aun si no bastan para producir un cambio verdadero en las condiciones que generan su situación de pobreza[1], en el camino al propósito mayor de “afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores.”[2]

Por su parte, el neoliberalismo hace del Estado una entidad al servicios de esos intereses y hábitos de mando, y libera al mercado de toda traba para asignar a esos opresores y a sus asociados en la economía global la parte mayor de la riqueza producida por la sociedad entera. En este sentido, el neoliberalismo es regresivo –por no decir reaccionario-, mientras el neodesarrollismo es progresivo en relación al problema mayor de crear condiciones que faciliten a los oprimidos y sus aliados el paso a una etapa superior y decisiva en la tarea de transformar el mundo de un modo que garantice su equilibrio, y favorezca su regeneración. Por eso merece repudio el primero y ha merecido apoyo el segundo. Pero es responsabilidad de los oprimidos y sus aliados el tránsito hacia esa etapa superior.

En lo que hace al ejercicio esa responsabilidad, cabe preguntarse si la contradicción entre el neoliberalismo y el neodesarrollismo no es sino el aspecto principal de otra, menos visible pero finalmente decisiva, entre lo que ha venido a ser el capitalismo y el interés general de la Humanidad. Esta contradicción principal no se agota en una escala local o regional. Por el contrario, expresa el estado actual de desarrollo de aquel proceso al que se refiriera Marx en una carta a Federico Engels en octubre de 1858, en la que observaba que

La misión particular de la sociedad burguesa es el establecimiento del mercado mundial, al menos en esbozo, y de la producción basada sobre el mercado mundial. Como el mundo es redondo, esto parece haber sido completado por la colonización de California y Australia y el descubrimiento de China y Japón. Lo difícil para nosotros es esto: en el continente [europeo] la revolución es inminente y asumirá también de inmediato un carácter socialista. ¿No estará destinada a ser aplastada en este pequeño rincón, teniendo en cuenta que en un territorio mucho mayor el movimiento de la sociedad burguesa está todavía en ascenso?”[3]

Los problemas que hoy afectan al equilibrio del mundo, ¿no indican acaso que ese proceso ha ingresado en una fase de descomposición, en la que se agudizan todas sus contradicciones, económicas, sociales, políticas, culturales y ecológicas? En esta perspectiva, la contradicción entre neoliberalismo y neodesarrollismo viene a expresar el modo en que aquella contradicción principal incide en el interior de nuestras sociedades, neutralizando o potenciando – según las condiciones históricas de cada una – nuestra capacidad para influir en el desarrollo de la crisis global. Hemos venido a ser, así, un eslabón de importancia cada vez mayor en la cadena de comando y control del sistema mundial. Ese eslabón será tan fuerte o tan débil como lo sea su aleación social, y esa aleación será tan fuerte o tan débil como lo sea la conciencia de sí de cada una de las partes que concurre a ella.

Fortalecer esa aleación, y fomentar su conciencia de sí, demandará  establecer un conjunto de objetivos para la movilización de los sectores populares en esta etapa de la crisis, allí donde no haya habido derrotas electorales como allá donde hayan ocurrido y sean necesarios un repliegue ordenado y una lucha defensiva enérgica. Será necesario por ejemplo preservar el acceso ganado por los pobres y los trabajadores a los recursos y servicios necesarios para una vida digna; preservar y ampliar los espacios democráticos conquistados, y aprovecharlos para consolidar las organizaciones populares, y fortalecer los vínculos entre los trabajadores manuales e intelectuales, del campo y de la ciudad, entre los que no tienen nada que perder y los que ya tienen algo que defender, para constituir la masa crítica capaz de expresar el interés general de cada sociedad, y transformarlo en una fuerza material capaz de influir en el curso de la crisis en el sentido de los intereses de nuestros pueblos.

Esta movilización, por otra parte, no opera en el vacío. La democracia radical de Martí; el socialismo indoamericano de Mariátegui; el claro y persistente ejemplo de la revolución cubana; la teología de la liberación fundada a partir de la obra de Gustavo Gutiérrez, como la formación y ampliación constante de nuevos movimientos sociales en nuestra América, hacen parte del subsuelo de las tareas que surgen de nuestras luchas sociales. Y aquí contamos sobre todo – como nos lo enseñara Armando Hart, ese maestro de martianos – con la certeza comprobada de nuestra fe en el mejoramiento humano, en la utilidad de la virtud, y en la capacidad del amor triunfante para abrir paso a un desarrollo nuevo, que sea sostenible por lo humano que llegue a ser.

II Conferencia Internacional Con Todos y para el Bien de Todos.
La Habana, 25 de enero de 2016.

NOTAS:

[1] “[Herbert Spencer cuestiona en su libro La futura esclavitud los peligros del incremento de la burocracia a cargo de los servicios que brinde el Estado para paliar el sufrimiento de los menos afortunados] pero no señala con igual energía, al echar en cara a los páuperos su abandono e ignominia, los modos naturales de equilibrar la riqueza pública dividida con tal inhumanidad en Inglaterra, que ha de mantener naturalmente en ira, desconsuelo y desesperación a seres humanos que se roen los puños de hambre en las mismas calles por donde pasean hoscos y erguidos otros seres humanos que con las rentas de un año de sus propiedades pueden cubrir a toda Inglaterra de guineas. / Nosotros diríamos a la política: ¡Yerra, pero consuela!  Que el que consuela, nunca yerra.” “La futura esclavitud”. La América. Nueva York, abril de 1884. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. XV, 391.

[2] “Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores.”
 “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI, 19.

[3] Marx a Engels. Londres, [8 de octubre de] 1858. Apud. Dobb, Maurice (1977): Marx como Economista. Editorial Nuestro Tiempo, México, p. 106. Fuente original: Marx, Engels (1957): Correspondencia. Editorial Cartago, Buenos Aires.

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