Los
niños ricos de la conducción siguen avanti, confiados en los consejos de sus
constructores de imagen y sus eslogans perversos. Descuentan la tolerancia a
una inflación extrema y a que la víscera más sensible de la sociedad, el
bolsillo, no explote.
Roberto
Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde
Mendoza, Argentina
Uno tiene la sensación de no encontrar todavía la voz para
expresar el malestar en los tiempos del cólera; cuesta ubicar el relato
descriptivo para narrar una sucesión de catástrofes y estar en medio en un
tsunami imparable donde cuatro meses parecen un siglo. Desde diciembre de 2015
a abril 2016, Argentina es otro mundo, no sólo un cambio de administración.
No es para menos, Gotzilla despertó del sueño eterno y sus
coletazos están devastando la vida de los habitantes de las pampas chatas, cosa que nadie podría haberse imaginado ni en
las peores pesadillas. Porque veamos, se dio a conocer el informe del
Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina
UCA, cuyos datos indican que la pobreza trepó al 32,6%, lo significa que hay un
millón cuatrocientos mil pobres más desde diciembre a marzo de este año en el
país.
Una mayor precisión de datos y metodología puede verse en la publicación
oficial con solo buscarla en Internet. Una muestra de la aplicación de la
teoría del derrame en sentido inverso y un verdadero éxito en logro de
objetivos para el equipo de la “Revolución de la alegría”. Ya que no cesan de
sincerarse con tarifazos, a pesar de que muchos panegiristas le han soltado las
manos frente a la sospecha levantada por los Panamá papers y las empresas
offshore del primer mandatario – cuestión que al menos, ha removido la
consciencia de la Justicia y uno de sus miembros ya ha planteado la denuncia
para que se lo investigue, (bueno, algo
es algo) –; también que haya sido portada del New York Time puede haber
presionado las cosas.
Ahora bien, o mal – porque todo se precipita de manera
brutal – ayer jueves [7 de abril], el primer mandatario, sacó otro conejo de la
galera: poner su fortuna personal en un fideicomiso ciego para darle mayor
transparencia a su gestión, artilugio jurídico en el que se están quemando los
sesos muchos de sus abogados, esos que valoran su gestión en dólares.
Pero además, no cesan las continuas manifestaciones
callejeras por los despidos y el prolijo ninguneo y desconocimiento de los
medios hegemónicos que siguen siendo selectivos a la hora de elaborar su agenda
de noticias y prioridades. Sin embargo, la Cámara de Diputados de la Nación
acaba de aprobar el DNU 267, que deroga parcialmente la ley de medios y
Argentina Digital, disolvió las autoridades federales de Servicios de
Comunicación Audiovisual (AFSCA) y Tecnologías de la Información y Comunicación
(AFTIC), unificándolas en el nuevo Ente Nacional de Comunicaciones ENACOM. Esto
se suma haber retirado la semana pasada el apoyo financiero a Telesur porque no
se ajusta a los nuevos intereses, lo que fue objeto generalizado de críticas
por parte de intelectuales, periodistas y empleados, frente a la sede nacional
de la empresa. Todo esto sucede dentro de un clima de arrestos y declaraciones
de grandes ilícitos que complican a personajes como del ex Secretario de
Transporte, Ricardo Jaime y el empresario Lázaro Báez, con autoridades del
gobierno anterior. Una cortina de humo mediática lo suficientemente ventilada
como para que los trapos sucios propios no se adviertan.
Sin embargo, los niños ricos de la conducción siguen avanti,
confiados en los consejos de sus constructores de imagen y sus eslogans
perversos. Descuentan la tolerancia a una inflación extrema y a que la víscera
más sensible de la sociedad, el bolsillo, no explote. Como mentores del olvido
y las selfies, encerrados en el círculo áureo exitoso, no ven que la base de la
sociedad estafada, ahora más miserable, siente en las entrañas la gran
traición, al punto que en una de las provincias que le dio el apoyo definitivo,
Córdoba, ya no lo aguanta y no tiene empacho en manifestarse en su contra y
hasta de agredir al hasta hace poco, querido presidente. Tampoco contaban con
las redes sociales que bullen de comentarios adversos y que la campaña de
estupidización colectiva de los grandes medios se les fuera de las manos,
colocándose en la vereda de enfrente. Seguramente, quien alimenta el fuego
sagrado de los funcionarios, cree que su viveza criolla puede saltar de un
plumazo toda una tradición de ideas y luchas sociales y errar los preceptos de
Maquiavelo, los que – según parece – parecen haber sido escritos en la
prehistoria y pueden interpretarse antojadizamente.
Hoy nadie se chupa el dedo y cada vez que compra alimentos,
remedios o paga una factura de servicios, o el jubilado al que le recortaron en
PAMI la lista de medicamentos, sabe quién es el autor del deterioro de su poder
adquisitivo y sus condiciones de vida. Se agotaron las promesas, se reventaron
los globos y toda la parafernalia publicista.
Felizmente la llama sigue viva y la solidaridad y las ganas
de luchar están intactas en el pueblo obrero, porque si hay un milagro que
agradecerle a Macri, es la unión de los trabajadores que han dejado atrás
viejas rencillas y ahora marchan nuevamente unidas las cinco grandes centrales
sindicales y, según lo anticipado, prometen poner en la calle la mayor
manifestación de obreros de los últimos tiempos.
Estamos en democracia, una democracia recuperada que lleva
más de tres décadas, mucha sangre
derramada con sus ciclos extremos y estamos convencidos que aun así, debemos
defenderla con todas nuestras fuerzas para poder mejorarla.
Es lamentable entonces, sentir nuevamente esa desazón
angustiante en el estómago, como en aquella época oscura que la precedió cuando
los monstruos acechaban desde la oscuridad y hoy, tengamos que volver a
identificar el rostro del verdugo.
Y algunos de los niños ricos ya se encuentran como inversores en New York, Chicago y San Francisco con las famosos Parrilladas Gauchas, han comprado restaurantes y cafeterias y tratan de emular el Jet Set Americano con vuelos frecuentes al cono Sur y manejo los recursos carnicos Texanos...
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