El
sector educativo se ha transformado en un foco de conflictividad en América
Latina. Lo hemos visto en Chile, Colombia y, en esta última semana, en México,
en donde los maestros llevan varios años luchando contra las reformas
neoliberales impulsadas por el gobierno de Peña Nieto.
Rafael Cuevas Molina
Presidente
AUNA-Costa Rica
Esta
conflictividad no es casual. Desde los años ochenta, las reformas neoliberales
pusieron el ojo en la educación. Primero, fomentaron la educación privada en
detrimento de la pública, delegando la fundamental y crucial responsabilidad
del Estado de brindar educación a todos los ciudadanos, en comerciantes para
los que la calidad educativa tiene sentido solo si les reditúa beneficios
económicos. La creciente privatización de la educación ha implicado considerar
a las instituciones educativas como empresas, lo que ha llevado a una
precarización del trabajo docente, la ausencia de investigación y el descenso
de la calidad. Se trata de la “macdonalización” de la educación: educación
chatarra, educación prescindible.
La
educación pública también ha sufrido en estos años, entre otras razones porque
esas consideraciones relacionadas con la empresa privada han venido
penetrándola. Las ideas de eficiencia, eficacia y rendimientos crecientes,
junto al aumento del control de la actividad académica bajo criterios de
productividad han hecho mella. También aquí ha crecido espectacularmente la
precarización del trabajo bajo la forma del interinazgo, que permite no solo
ahorrar dinero al Estado sino, también, mantener un mayor control sobre
aquellos que están constantemente en la cuerda floja de la contratación.
El
tipo de educación que se ha priorizado en estos años de neoliberalismo es
aquella que se orienta por objetivos “pragmáticos”, entendiendo como tal la que
tiene como norte las necesidades de las empresas. Dado el tipo de desarrollo
impulsado, tales empresas en primer lugar son las que llegan a invertir a
nuestras tierras aprovechándose de nuestra “ventaja comparativa” de bajos
salarios, y que se orientan a la venta de servicios en donde lo que se necesita
es hablar inglés y saber rudimentos de computación.
En
este contexto y con estos objetivos las humanidades y las ciencias sociales se
consideran prescindibles. ¿Para qué perder el tiempo con esas boberas que solo
nos atrasan en el camino para llegar lo más rápidamente al mercado?
Todas
las famosas “reformas” de la educación de los años neoliberales en América
Latina han apuntado en esta dirección. Forman parte del paquete de las reformas
en todos los ámbitos de la vida social. El presidente Peña Nieto en México ha
sido especialmente concienzudo en aplicar la receta. Ya lo hizo con el
petróleo, por ejemplo, uno de los rubros en el que el país había sido siempre
un ejemplo para toda América Latina de tratamiento soberano de los recursos
naturales.
Tienen
razón los maestros mexicanos, entonces, de protestar. No lo han hecho solamente
en Oaxaca sino en todo el país, y sus protestas han sido criminalizadas. Esta
es otra de las facetas de estos regímenes neoliberales. No hay protesta social
que no sea tratada como sublevación subversiva que va contra los intereses de
la nación. México se ha destacado en esto y no solo con los maestros; el país
se ha transformado en un campo de batalla en el que campea la violencia, que es
utilizada como forma de instauración del terror y la represión generalizada.
Cuando
aún no se apagan los movimientos de protesta y reclamo por otras matanzas
perpetradas recientemente como, por ejemplo, la de Ayotzinapa, surge esta nueva
muestra de la actitud prepotente y violenta del gobierno federal mexicano.
Estamos esperando que la OEA tome cartas en el asunto.
Totalmente de acuerdo. Las protestas sociales se criminalizan para asentar los golpes de un gobierno facista. No les importa matar.Aunque se tengan las pruebas a traves de las redes sociales que los mismos pobladores y prensa asociada que fue el Estado quién masacró. El gobierno de Peña Nieto lo seguirá negando.
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