La Federación Rusa y los Estados Unidos se
encuentran atrás de este atizamiento de las ínfulas militares en estos paisitos
famélicos que bien harían en pensar en otras cosas. Aprovechan las rencillas de
campanario para llevar agua a su molino. No seamos ingenuos, no caigamos
nuevamente en el juego.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Los presidentes Luis Guillermo Solís y Barack Obama. |
Luis Guillermo Solís,
presidente de Costa Rica, visitó Washington y el pasado lunes 22 de agosto se
reunió con el presidente Barak Obama. En esa visita largamente preparada, según
sus propias palabras, consiguió una gran cantidad de cooperación para el
combate al crimen organizado, la mayor en los últimos treinta años, que
incluye aviones, hangares, embarcaciones y campos de
tiro virtuales para la policía.
El
presidente Solís declaró que le expresó a Obama preocupación por la
"remilitarización" que lleva a cabo Nicaragua, que había exhibido
unos cuantos días antes uno de los 50 tanques T-72 que compró o recibió también
como cooperación (no está muy claro) de Rusia, lo que Solís calificó como una
"amenaza velada", aunque dice no esperar a que esos equipos militares sean usados contra Costa
Rica.
Hace poco más de un año, en marzo del 2015,
Serguei Lavrov, ministro de relaciones exteriores de la Federación Rusa visitó
Managua. En comunicado oficial, la cancillería rusa dijo que todo se había
llevado a cabo en un ambiente de
fomento de la amistad y las relaciones de asociación entre los dos países, y que
las partes habían acordado seguir promoviendo y ampliando la cooperación en
todos los ámbitos. Asimismo, que habían hecho constar la identidad o afinidad
de actitudes hacia los problemas clave de la actualidad, y la aspiración mutua
a fomentar la interacción entre Rusia y Nicaragua en el ámbito internacional.
Como bien apunta el informe Estado de la Región, estudio preparado y publicado por
profesionales vinculados a las universidades públicas de Costa Rica, la
tendencia a la militarización está presente en todos los países
centroamericanos; la lucha contra la delincuencia y el narcotráfico –apunta- le
ha abierto la puerta en aras de la seguridad ciudadana.
Entre 2004 y 2014, el gasto militar se incrementó
en El Salvador en un 19,8%, en Guatemala en un 28,3%, en Honduras en un 149,1%
y en Nicaragua en un 80,1%.
Si en el pasado Centroamérica se armaba hasta los
dientes con la excusa de combatir al comunismo, ahora lo hace en aras de frenar
el incremento de la inseguridad y el narcotráfico.
Los datos que arrojan todos los estudios, sin
embargo, muestran que esta política que se centra en lo represivo no ha dado
frutos; por el contrario, la espiral de violencia crece a la par de los males
que dicen querer combatir.
¿Por qué insistir, entonces, en ella? Muy simple,
lo que está en juego realmente es otra cosa. Se trata de tener el control sobre
una zona geoestratégicamente importante para las potencias mundiales. Fue
importante para lo Estados Unidos desde los albores mismos de su independencia,
cuando Thomas Jefferson hacía ver sus ambiciones respecto a las mayores de las
islas del Caribe; en el siglo XIX, cuando aupados por la Doctrina Monroe una
gavilla de filibusteros comandados por William Walker intentó adueñarse de
Centroamérica y anexarla a los esclavistas estados sureños; en el siglo XX, cuando
promovieron la independencia de Panamá para construir el canal, e invadieron
Nicaragua y se quedaron ahí hasta que Sandino los echo por la borda en 1934.
Pero también fue geoestratégicamente importante
para otros al otro lado del océano, para los soviéticos a partir de la segunda
mitad del siglo XX; en nuestras tierras vimos cómo los intereses de ambas
gigantescas potencias se materializaron en ayudas que redundaron en lo que hoy
vivimos de nuevo: armas.
La Federación Rusa y los Estados Unidos se
encuentran atrás de este atizamiento de las ínfulas militares en estos paisitos
famélicos que bien harían en pensar en otras cosas. Aprovechan las rencillas de
campanario para llevar agua a su molino. No seamos ingenuos, no caigamos
nuevamente en el juego.
Y estimado Rafa, no olvidar la crisis de los misiles de los años 60. Eso puso en vilo toda la región y obligó (en buena hora) al encuentro de Tlalelolco y la creación de OPANAL. Debemos retomar ese camino y creo que CELAC lo ha asumido, desde su retórica.
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