En la capital y los extremos norte y sur de Argentina viven y luchan tres
de las mujeres más admirables del país sudamericano: Milagro Sala, Cristina
Fernández de Kirchner y Hebe de Bonafini.
José Steinsleger / LA JORNADA
Milagro Sala. |
Por su estoicismo y
coraje, las tres se han ganado el respeto de los argentinos bien nacidos, y las
tres fueron erigidas por el pueblo en fuerzas morales de redención nacional.
Sin sentencia, Milagro
lleva ocho meses encerrada en un penal de la provincia de Jujuy, por supuesto
fraude y asociación ilícita para desviar fondos destinados a la construcción de
viviendas de las cooperativas que aglutina la Tupac Amaru, asociación barrial
que preside desde el decenio de 1990.
Miembro de la Central de
Trabajadores Argentinos (CTA) y diputada del Parlasur, Milagro acaba de
declararse en huelga de hambre tras ser incomunicada en una celda de dos por
tres metros a causa de su “mala conducta”: exigir agua caliente para las
reclusas, en plena temporada invernal.
Por su lado, Cristina
empieza a despuntar como cabeza visible de oposición al régimen neocolonial que
preside Mauricio Macri. Y es claro que las fuerzas más agresivas de la
ultraderecha buscan meterla presa por causas que día tras día los medios
inventan o se sacan de la manga a discreción.
Asimismo, azuzada por la
embajada de Tel Aviv en Buenos Aires, la cúpula de la colectividad judía
respalda a un fiscal a modo que acusa a Cristina de “traición a la patria” por
el memorando de entendimiento de su gobierno con Irán, así como la reapertura
del manoseado caso Nisman.
Hebe de Bonafini. |
Y junto con ellas, la
increíble Hebe de Bonafini, líder de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. A
sus 87 años, Hebe acaba de ganar la enésima batalla contra un poder judicial
oligárquico y anacrónico que usa la justicia como instrumento de persecución
política.
Hace unos meses, cuando
el papa Francisco anunció que iba a recibir a Hebe, el jefe de gabinete, Marcos
Peña Braun, aseguró en su Facebook que “mucha gente” se sintió “ofendida”. “Lo
entiendo –escribió–: es difícil encontrar otro argentino que haya sido tan
agresivo y ofensivo contra todo aquel que pensara distinto de ella”. Léase:
“pensar distinto” de los que apoyaron al terrorismo de Estado.
Sin embargo, meterse con
las Madres que derrotaron a la dictadura más despiadada de la historia
argentina no resulta fácil. Algo que constató el juez Marcelo Martínez de
Giorgi cuando intentó tomarle a Hebe “declaración indagatoria” por algunos
ilícitos que habrían sido cometidos por personal de la fundación.
Frontal, como siempre,
Hebe respondió al juez que se meta la causa “en el orto”, y que Macri era un
“hijo de remilputas”. El juez la declaró “en rebeldía” y ella respondió
que tal era su estado desde febrero de 1977, cuando secuestraron al primero de
sus dos hijos desaparecidos y cuando, en el cenit del terror genocida de los
militares (y la total indiferencia de la sociedad), las Madres empezaron a dar
vueltas y vueltas en la histórica Pirámide de la Plaza de Mayo.
Así las cosas, el jueves
4 de agosto la “justicia” ordenó el despliegue de camiones hidrantes y policías
pertrechados que rodearon la sede de las Madres con el fin de apresar a Hebe.
Orden que fue girada el mismo día en que John Kerry entregaba a Macri una lista
de documentos desclasificados del Departamento de Estado relacionados con los
derechos humanos en Argentina.
Pero allí se encontraron
con una muchedumbre que facilitó “la huida” de las combativas señoras con rumbo
a la plaza, ya que por nada del mundo iban a estar ausentes en la ronda un mil
999...
Según la cronista de Página
12 Nora Veiras, lo que allí aconteció fue histórico. Un oficial de policía
le dijo a Hebe que debía irse de la plaza, y ella respondió que no se iría. El
policía se comunicó con su jefe: “Acá la señora me dice que no se va a
retirar”.
El jefe ordenó que cumpla
la orden: “Dice mi jefe que se retire”. Hebe respondió: “Traiga la orden por
escrito y firmada”. El jefe repitió al oficial: “La ley dice que se tiene que
ir”. Hebe dijo que ella no era abogada y no sabía de qué ley le hablaba. Y todo
esto en medio de una multitud que coreaba: “¡Madres de la plaza, el pueblo las
abraza!”
Ese fin de semana, Hebe y
las Madres viajaron a Mar del Plata para estar presentes en un encuentro sobre
comunicación y democracia. Pero en la habitación del hotel donde se hospedaban
se presentó un oficial con un detector de explosivos. Sentada en su cama, Hebe
le dijo: “Quédese tranquilo. La bomba soy yo y explotó el jueves pasado”.
Hebe de Bonafini y Cristina Fernández. |
Días después, Cristina
visitó a las Madres en su sede de Buenos Aires: “¿Cómo están, chicas? Les digo
chicas porque Máximo me contó que cuando las vio el jueves pasado, ellos
parecen viejos al lado de ustedes”.
Al terminar el encuentro,
la ex presidenta agregó: “Hebe me decía que ella no se siente una heroína, y
tiene razón, porque todas las madres son heroínas cuando defienden a sus hijos…
Discúlpenme los hombres, pero si los hombres fueran los que tienen que parir,
se hubiera extinguido la humanidad… En aquella época tan dura, las únicas que
se animaron fueron ellas. Nadie se animó más que ellas”.
Que se destaque la vida de tres mujeres argentinas pero que no se las mezcle sin una razón de peso solo por escribir...
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