El modelo neoliberal de comercio y libre mercado hoy vigente y del
cual esta organización es su más preciado símbolo y representación, solo ha
servido para profundizar aún más las inequidades y las injusticias económicas y
ha empobrecido a muchas naciones en el mundo.
Pedro Rivera Ramos* /
Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Dentro de algunos meses hará un año, que culminara en Nairobi, Kenia,
la Décima Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio
(OMC), en la cual se adoptó el llamado “Paquete de Nairobi”. En esta ocasión,
como en la anterior Cumbre en Bali y en otras tantas, los defensores de este
sistema multilateral de comercio, se apresuraron a declarar el éxito logrado en
sus deliberaciones y acuerdos. Seis Decisiones Ministeriales sobre agricultura,
algodón y cuestiones sobre los PMA (países menos adelantados); que incluyen el
compromiso de los países desarrollados de eliminar inmediatamente --con algunas
excepciones-- las ayudas internas a su producción agropecuaria destinada a la
exportación, bastaron para que esta Cumbre fuese considerada por la OMC en sus
ya dos décadas de existencia, como la más histórica y trascendental de las
convocadas. Sin embargo, no sería
ninguna novedad que algunos de estos “históricos” acuerdos no fueran cumplidos
por las naciones desarrolladas, tal como sucedió cuando en la VI Cumbre
Ministerial realizada en Hong Kong en el 2005, se había decidido eliminar las
subvenciones a los productos agrícolas en un período de ocho años.
Más de veinte años después de su fundación, la OMC sigue sin cumplir
en lo más mínimo, con las promesas que llevaron principalmente a los países en
desarrollo, a incorporarse como miembros plenos de esta organización. Tampoco
ha mostrado la voluntad y capacidad para enfrentar y resolver los problemas y
distorsiones más apremiantes que caracterizan, desde hace mucho tiempo, al
comercio y mercado agrícola globales. En
su lugar y sometiéndose a las presiones de los países más poderosos y sus
empresas transnacionales, ha favorecido una mayor liberalización del comercio y
los servicios, en perjuicio especialmente de las naciones en desarrollo, que
han visto cómo se desmantelan las pocas políticas públicas de protección
alimentaria existentes y se deteriora sensiblemente la calidad de vida de sus
ciudadanos.
Asimismo, la OMC ha permitido que en las negociaciones comerciales
vayan apareciendo con mucha frecuencia, temas totalmente alejados del comercio,
como los llamados “Asuntos de Singapur”, que desde la primera Conferencia
Ministerial en 1996, concentran los temas de inversiones, transparencia en las
contrataciones públicas, políticas de competencia y facilitación comercial,
como objetivos prioritarios de la agenda de los países desarrollados.
De modo que en sus más de dos décadas de vida, la OMC tiene muy pocos
logros que exhibir o de los cuales enorgullecerse. El modelo neoliberal de
comercio y libre mercado hoy vigente y del cual esta organización es su más
preciado símbolo y representación, solo ha servido para profundizar aún más las
inequidades y las injusticias económicas y ha empobrecido a muchas naciones en
el mundo. La riqueza se sigue concentrando en pocas manos; las transnacionales
aumentan su poder, influencia y control sobre nuestras vidas y recursos
naturales; el empleo se reduce y crece la precariedad laboral; la producción se
estanca o crece con lentitud; el crecimiento económico disminuye o no alcanza
las expectativas más conservadoras y se suceden crisis tras otras y en períodos
cada vez más cortos.
En ese sentido y según un informe reciente de la UNCTAD, las empresas
transnacionales han pasado a controlar el comercio global, al ser responsables
del 80% de los “20 trillones de dólares del intercambio mundial anual de bienes
y servicios”; mientras que por otra parte, en los últimos cinco años, el nivel
de crecimiento económico del mundo no ha superado el 3%, lo que en algunos
casos a juicio de Roberto Azevedo, director general de la OMC, se trata de los
niveles más bajos alcanzados por la economía mundial, desde fines de la Segunda
Guerra Mundial. Esta situación sin dudas, viene generando riesgos y
perturbaciones reales a nivel global, que en la medida que se acumulen,
desembocarán en consecuencias perjudiciales en todo el entramado social,
político y naturalmente económico, de la mayoría de los países.
Pese a los infructuosos esfuerzos por presentarla como una
organización democrática, transparente y preocupada por un comercio mundial
justo y equitativo, la OMC sigue siendo una organización establecida
fundamentalmente, para el dictado de reglas y normas para beneficio económico
de las corporaciones transnacionales y las naciones desarrolladas. Por eso la
resistencia permanente y enconada de estas últimas, a discutir los temas
restantes del programa de Doha relacionados con el desarrollo y todo lo que
pueda significar menoscabo de sus economías y de los intereses corporativos de
estas empresas. De allí que muchos países en desarrollo se han visto forzados a
establecer alianzas y coaliciones en el seno de esta organización, como el G90,
G33, el Grupo Africano y otros, para defender mejor sus intereses y las
aspiraciones de sus naciones y pueblos.
Desde el inicio mismo de las negociaciones comerciales en el seno de
la OMC, y en cierto modo al amparo de ésta, ha cobrado un gran impulso el
desarrollo de tratativas de liberalización comercial, tanto locales como
regionales, que en muchas ocasiones rebasan considerablemente los temas que se
discuten en la OMC, como por ejemplo, los alcances y ambiciones que encierra el
TISA (Trade In Services Agreement) y el TPP (Acuerdo Estratégico Transpacífico
de Asociación Económica), entre otros muchos. En ellos es muy común que se
privilegien los intereses de los inversionistas y de las corporaciones
transnacionales, en desmedro de las
prerrogativas de los Estados, de las preocupaciones medioambientales y los
derechos de los ciudadanos. Asimismo, en épocas más recientes, algunos de ellos
no parecen destinados a ser considerados como complementarios de lo que se
discute y norma en Ginebra; y por el contenido de sus agendas y las
implicaciones de muchos de sus acuerdos, representan un verdadero desafío al rol protagónico que cree tener la OMC, en
las negociaciones y gobernanza del comercio mundial.
La XI Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio,
tendrá lugar en diciembre del 2017 en la ciudad de Buenos Aires o Punta del
Este. Ambas ciudades han presentado su candidatura, para alojar esta cita
bienal del comercio mundial. Esperemos que en esta oportunidad, las naciones
industrializadas renuncien definitivamente a sus históricas pretensiones de
discutir los “temas de Singapur” y se decidan abordar con sentido de justicia y
equidad, lo que apremia a tres cuartas partes de sus miembros: los temas del
desarrollo y los obstáculos que aún prevalecen para alcanzarlo. No hacerlo
volverá a convertir a las conferencias ministeriales sobre comercio, en un foro
intrascendente, ineficaz e innecesario, que debe ser superado y sustituido cuanto
antes.
*Ingeniero agrónomo, Universidad de Panamá.
Estimados señores: Me parecen muy atinadas las aseveraciones y las nuevas informaciones que nos brinda el autor del artículo que nos ocupa. El mismo nos permite observar la doble moral con la cual esta y otras organizaciones, unas veces solapada y otras abiertamente, nos conducen por caminos de su conveniencia y la de sus progenitores, ya que, es sabido, que representan al gran capital del mundo cuyo único interés es acrecentar sus fortunas y poder.
ResponderEliminarTambién es importante señalar que estas mismas acciones fueron enunciadas como las causas que destruíran su muy elaborado sistema de poder y de explotación. Los prinicpales analistas han pronosticado que la depauperación de los pueblos los conduciran inexorablemente a enfrentarse, por un problema de hambre, a quienes lo explotan y subyugan. Claro esta, debemos trabajar en la creación y fortalecimiento de las organizaciones populares que dirijan , adecuadamente, el descontento y las expresiones de frustación de un sistema que no hace mucho avalaron y ayudaron a desarrollar. Ojala y no sea demasiado tarde o esas organizaciones se tarden en aparecer y en madurar.