En 1961, con apenas 20
años, Turcios ya era el joven carismático
y con enormes dotes de liderazgo que realizaba personalmente acciones militares
audaces y ello lo convirtió en el
indudable jefe militar de la vertiente revolucionaria constituida por el
Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) y las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR).
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El pasado 2 de octubre
se cumplieron 50 años desde que en la
entonces mal iluminada Avenida Roosevelt
en Guatemala, muriera en un accidente automovilístico Luis Augusto
Turcios Lima. Breve y fulgurante fue su vida y como suele suceder con las vidas
brillantes segadas prematuramente, no nos queda sino imaginar lo que no pudo
ser. No cumplía aun los 25 años el
teniente convertido en jefe guerrillero, cuando aconteció el accidente que
todavía sigue causando polémica. Herbert, como era conocido en las filas de la
clandestinidad, rápidamente adquirió prestigio entre sus compañeros de armas,
porque resultó ser de los más osados entre los osados.
Lo extraño de su
trayectoria es que siendo un jovencito estudiante en el Instituto Rafael
Aqueche, Luis Augusto no daba muestras de lo que después sería el temerario
combatiente. De carácter reservado, no fue inusual que fuera objeto de bromas
de sus condiscípulos. Y luego como cadete de la Escuela Politécnica, tampoco
dio muestras particulares de una conciencia revolucionaria. Fue al empezar a
servir en el ejército guatemalteco, cuando toda su potencialidad empezó a
desplegarse. Le causó indignación la corrupción que existía entre los mandos
superiores de la institución castrense, como por ejemplo el que los
oficiales de los cuales era subordinado, lucraran con la
comida de los soldados. En 1960 ya formaba parte de los militares descontentos
con la venalidad del gobierno del general Miguel Ydígoras Fuentes (1958-1963) y
el 13 de noviembre de ese año participó de manera decidida en la histórica
rebelión con la cual comenzaría el primer ciclo guerrillero en Guatemala. Al
lado de Marco Antonio Yon Sosa, Augusto Vicente Loarca, Alejandro de León, Luis
Trejo Esquivel, Francisco Franco y otros
militares más, Turcios formó parte del grupo de militares que continuaron la
lucha cuando la rebelión de 1960 fue derrotada. Y fue este grupo de militares,
que no habían ocupado posiciones de mando superior el 13 de noviembre (a
excepción de Alejandro de León), los que habrían de transitar de un simple
descontento a un planteamiento revolucionario propiamente dicho.
En 1961, con apenas 20
años, Turcios ya era el joven carismático
y con enormes dotes de liderazgo que realizaba personalmente acciones militares
audaces y ello lo convirtió en el
indudable jefe militar de la vertiente revolucionaria constituida por el
Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) y las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR). En
seis años, Herbert vivió una vida intensa en la que cada día eran mil. Lo mismo
transitaba en la Sierra de las Minas que bajaba a la ciudad y encabezaba
acciones de comando. O como sucedió en La Habana de enero de 1966, participaba en
reuniones de envergadura internacional como la Conferencia Tricontinental. En esa Conferencia la estrella de Herbert llegó a su máxima
brillantez. No vivió Turcios la
derrota y división del primer ciclo
revolucionario. Murió el día que el ejército comenzó la ofensiva en la Sierra
de las Minas. Su muerte formó parte de los severos reveses que sufrió la insurgencia.
Desaparecido en su
esplendor, Luis Augusto Turcios Lima es hoy símbolo y leyenda.
Estimado Dr. Figueroa Ibarra,
ResponderEliminarGracias por su artículo. Ayuda a comprender la dinámica que llevó a estos jóvenes audaces, hoy viejos aguerridos algunos todavía, a desarrollar la lucha armada. En este orden de ideas, en el diario guatemalteco elPeriódico, se ha venido desarrollando la narración contraria por parte de uno de los intelectuales orgánicos de la ultraderecha, pro-liberacionista y anticomunista de cajón. Se trata de la versión de Acisclo Valladares, brazo servil de la oligarquía. Y al leer sus artículos referentes, tanto al caso de Turcios Lima, como a su versión sobre los sucesos en torno a la muerte de Francisco Javier Arana, mediante la cual llega a acusar a Jacobo Árbenz y su estado mayor. En ellos se da el lujo de emplazar a los historiadores para que le muestren un documento que según él legitima su versión de los hechos. Lo que veo como problema con esa narración, y no es de extrañar que tenga tantos incautos seguidores ilusionados con esa seudohistoria, es que no se ha pronunciado ninguno de los historiadores serios que mediante instrumentos históricos le puedan poner en su lugar. Mi inquietud es pues, la necesidad de una respuesta histórica a sus diatribas.
Con un saludo cordial, Julio Flores H. Guatemala.
Estimado Dr. Figueroa Ibarra,
ResponderEliminarGracias por su artículo. Ayuda a comprender la dinámica que llevó a estos jóvenes audaces, hoy viejos aguerridos algunos todavía, a desarrollar la lucha armada. En este orden de ideas, en el diario guatemalteco elPeriódico, se ha venido desarrollando la narración contraria por parte de uno de los intelectuales orgánicos de la ultraderecha, pro-liberacionista y anticomunista de cajón. Se trata de la versión de Acisclo Valladares, brazo servil de la oligarquía. Y al leer sus artículos referentes, tanto al caso de Turcios Lima, como a su versión sobre los sucesos en torno a la muerte de Francisco Javier Arana, mediante la cual llega a acusar a Jacobo Árbenz y su estado mayor. En ellos se da el lujo de emplazar a los historiadores para que le muestren un documento que según él legitima su versión de los hechos. Lo que veo como problema con esa narración, y no es de extrañar que tenga tantos incautos seguidores ilusionados con esa seudohistoria, es que no se ha pronunciado ninguno de los historiadores serios que mediante instrumentos históricos le puedan poner en su lugar. Mi inquietud es pues, la necesidad de una respuesta histórica a sus diatribas.
Con un saludo cordial, Julio Flores H. Guatemala.