En esa lucha por mantener la supremacía, o
dicho de otro modo: por no poder un centavo de la ganancia capitalista, la
geoestrategia de Washington apunta a asfixiar por todos los medios a sus
rivales, a sus verdaderos rivales, que no son ni la Unión Europea ni Japón, que
son, sin vueltas de hojas, el eje Pekín-Moscú. La guerra, lamentablemente, es
una de las opciones, quizá la única, en esta lucha a muerte.
Marcelo
Colussi / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de Guatemala
Los tambores de guerra suenan amenazantes.
¿Será cierto que vamos hacia una Tercera Guerra Mundial?
En un sentido, la ahora terminada Guerra
Fría fue, de hecho, una guerra mundial: las dos potencias representantes de los
sistemas imperantes (Estados Unidos y la Unión Soviética) pusieron las armas;
innumerables países del por entonces llamado Tercer Mundo, los muertos. La
confrontación, sin dudas, fue planetaria. En sentido estricto: fue una guerra
mundial.
Desde terminada la Segunda Guerra Mundial
en 1945, que comportó una cauda de alrededor de 60 millones de muertos, la
cantidad de víctimas registradas en todas las guerras que ha habido -¡y sigue
habiendo!- posteriores a esa fecha, supera holgadamente aquella cifra.
Definitivamente la guerra ha sido la constante en estas pasadas décadas.
La afirmación de que “ya no hay guerras
mundiales” tiene una carga eurocéntica (en el sentido de “formulación desde las
potencias capitalistas de Occidente”, Europa y Estados Unidos, incluyendo quizá
también a Japón): no hay guerra entre esos países, lo cual no significa que las
guerras no sigan siendo una triste realidad en el mundo. La interrelación y
fusión de capitales que sobrevino al Plan Marshall fue una manera de entretejer
redes capitalistas entre las naciones dominantes, asegurándose el mutuo
respeto. O, al menos, la convivencia libre de combates. Pero las guerras no
desaparecieron. ¡Ni remotamente!
Por el contrario, los conflictos bélicos
siguen siendo parte fundamental del sistema como un todo. En tal sentido,
representan 1) un gran negocio, y 2) permiten oxigenarse continuamente al
“sistema-mundo” del capital (para usar la expresión de Wallerstein). Las
guerras no son inevitables, pero en este marco del capitalismo como sistema
dominante, sí lo son.
Ahora se está hablando insistentemente de
una posible nueva conflagración planetaria. Los mortales de a pie -es decir: la
prácticamente totalidad de la población mundial- no tenemos mayores noticias de
esto, de lo que en verdad se está cocinando. ¿Qué plantes secretos tiene el
Pentágono? ¿Qué estrategia de largo plazo tienen pensado los grandes capitanes
de la economía global? Si las potencias capitalistas han decidido no volverse a
enfrentar entre sí (con la hegemonía militar absoluta de Washington que toma a
Europa Occidental como su rehén nuclear y lidera esa coalición obligada que es
la OTAN), ¿por qué entonces la posibilidad de una guerra mundial, tal como
ahora pareciera posible?
En realidad, cuando hoy por hoy se habla de
“Tercera Guerra Mundial”, se está haciendo alusión a la posibilidad de un conflicto
entre Estados Unidos y sus dos verdaderos rivales: la República Popular China y
la Federación Rusa.
Las guerras que se libran hoy día son todos
conflictos internacionalizados. En todos, directa o indirectamente, están
presentes los intereses geoestratéticos de las principales potencias, ya sea
porque la venta de armas y/o la reconstrucción de lo destruido es un jugoso
negocio, ya sea porque esas guerras expresan las disputas político-económicas
por áreas de influencia con un valor global. Las interminables guerras del
África negra (por el control de recursos estratégicos como, por ejemplo, el
coltán) o del Oriente Medio (por el control del petróleo), son la manifestación
de planes imperiales de dominación, donde participan empresas de distintos países
capitales llamados “centrales”. Y esas, sin ningún lugar a dudas, son guerras
mundializadas. ¿Qué hacen soldados europeos en Afganistán? ¿Qué hacen los
portaviones estadounidenses en el Mar Rojo? ¿Por qué fuerzas de la OTAN
bombardean Libia o Egipto?
Todos esos son conflictos mundiales. Tras
la fachada de la OTAN o de la ONU vienen las petroleras, las grandes empresas
euro-estadounidenses, las inversiones de la gran banca mundial. ¿No son
reparticiones mundiales esas, que recuerdan la Conferencia de Berlín de 1884/5,
donde unas cuantas potencias capitalistas europeas se dividieron el dominio del
África?
Ahora, en forma alarmante, se nos habla de
una posible guerra mundial. ¿Llegaremos realmente al holocausto termonuclear
disparando los más de 15.000 misiles con carga nuclear? (cada uno de ellos con
una potencia destructiva 30 veces mayor a las bombas de Hiroshima y Nagasaki)
¿Qué se juega en esa posible “nueva” guerra mundial?
Alguna vez dijo Einstein: “No sé si habrá
Tercera Guerra Mundial, pero si la hay, seguro que la Cuarta será a
garrotazos”. Desgarrador, pero tremendamente cierto.
El poder nuclear que se desarrolló durante
la segunda mitad del siglo XX y lo que va del actual es impresionante. De
liberarse toda esa energía se produciría una explosión con una onda expansiva
que llegaría hasta Plutón, dañando severamente a los planetas Marte y Júpiter,
destruyendo toda forma de vida en la Tierra. Proeza técnica, pero que no
resuelve los principales problemas del mundo. Se puede destruir todo un planeta…
pero continuamos con niños de la calle, población hambrienta y prejuicios
milenarios. ¿Eso es progreso?
El sistema económico-político actual
-basado exclusivamente en el lucro empresarial individual- no ofrece ninguna
posibilidad real de arreglar la situación, porque en su esencia no existe la
preocupación por lo humano, la solidaridad, la empatía: lo único que lo mueve
es la sed de ganancia, el espíritu comercial, el negocio.
¡Y la guerra también es negocio! Da
ganancias…, aunque sólo a algunos, por supuesto.
Ese es el grado de insensibilidad al que
llega el sistema vigente: matar gente, destruir la obra de la civilización,
producir hechos criminales… ¡es negocio! ¡Ese es el espíritu que lo alienta!
Todo es mercancía, absolutamente todo: la muerte, el sexo, el amor, la comida,
el saber, el entretenimiento, etc., etc. ¡Eso es el sistema dominante!
Por eso hoy día la posibilidad de una nueva
guerra mundial está abierta. Pero cuando se dice “mundial”, se está hablando de
la confrontación de la potencia dominante: Estados Unidos, con quienes
efectivamente le hacen sobra, Rusia y China. Y fundamentalmente con esta
última: el avance del yuan sobre el dólar es irrefrenable. Lo que se juega
verdaderamente en esta posibilidad de locura nuclear es la supremacía que vino
detentando el principal país capitalista del mundo hasta ahora, momento en que
empieza a ser seriamente cuestionado.
El capitalismo, en tanto sistema
planetario, y también su locomotora: la economía estadounidense, desde el año
2008 cursan una profunda crisis de la que no se terminan de recuperar. En ese
escenario, el auge de China y su incontenible pujanza, resulta una afrenta
insoportable. Ante ello, la posibilidad de una guerra funciona como válvula de
escape, como salida de emergencia. Aunque, por supuesto, la guerra no es
ninguna salida.
Hoy por hoy, el sistema capitalista
mundial, liderado por Estados Unidos, cada vez más está manejado por
inconmensurables capitales de proyección global, con megaempresas que detentan
más poder que muchísimos gobiernos de países pobres. Las decisiones de esas
corporaciones globales, en muchos casos exclusivamente financieras -en otros
términos: parásitos improductivos que viven de la especulación- tienen
consecuencias también globales. De todos modos, la crisis los golpea. Ello es
así porque el sistema económico basado en la ganancia no ofrece salidas reales
a los problemas. Si lo que cuenta es seguir ganando dinero a cualquier costo,
eso choca con la realidad humana concreta: vale más la propiedad privada que la
vida humana. ¿Vamos inexorablemente hacia una nueva Guerra Mundial entonces?
En esa lucha por mantener la supremacía, o
dicho de otro modo: por no poder un centavo de la ganancia capitalista, la
geoestrategia de Washington apunta a asfixiar por todos los medios a sus
rivales, a sus verdaderos rivales, que no son ni la Unión Europea ni Japón, que
son, sin vueltas de hojas, el eje Pekín-Moscú. La guerra, lamentablemente, es
una de las opciones, quizá la única, en esta lucha a muerte.
Comentario marginal: hablamos de
civilización, pero por lo que se ve, la dinámica humana no ha cambiado mucho en
relación a la historia de nuestros ancestros: las cosas se siguen arreglando
-más allá de cualquier pomposa declaración- en relación a quién tiene el garrote
más grande. El pequeño -y desgarrador- detalle es que hoy, ese garrote se llama
misil balístico intercontinental con ojiva nuclear múltiple.
De darse un enfrentamiento entre los
gigantes, definitivamente se usaría material nuclear. Los países que detentan
armas atómicas son muy pocos: Gran Bretaña, Francia, India, Pakistán, Israel
(aunque oficialmente declara no tenerlas), Corea del Norte, China, todos ellos
en una escala moderada, y en mayor medida, con infinitamente mayor capacidad
destructiva: Rusia y Estados Unidos. A la Unión Soviética la terminó asfixiando
la carrera armamentista; a Estados Unidos, el negocio de las armas le provee
una cuarta parte de su economía. De hecho uno de cada cuatro de sus
trabajadores laboraba en la industria bélica. Es obvio que la guerra alimenta
al capitalismo. Pero sucede que jugar con energía nuclear es invocar a los
peores demonios.
No hay dudas que para esas mega-empresas
ligadas a la industria militar (Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman,
Raytheon, General Dynamics, Honeywell, Halliburton, BAE System, General Motors,
IBM), todas estadounidenses, la guerra les da vida (¡y dinero!). El problema
trágico es que hoy, pese a las locas hipótesis de “guerras nucleares limitadas”
que existen en el Pentágono, si se desata un conflicto, nadie sabe cómo
terminará, y la citada expresión de Einstein puede ser exacta.
Por eso es que en defensa de la toda la
Humanidad y de nuestro planeta debemos luchar denodadamente contra esa
enfermiza, perturbadora posibilidad.
Excelente artículo!!! Todos debemos pensar y actuar para parar la locura de las guerras.
ResponderEliminarSaludos
ResponderEliminarSeñor
Marcelo Colussi
Señores
De Nuestra América
Gracias por esta publicación.
Es de preocupar la posibilidad de una tercera guerra con la utilización de armas nucleares, acontecimiento ventilado desde hace algún tiempo en diferentes medios de comunicación.
Pidamosle al CREADOR que no suceda.