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sábado, 7 de enero de 2017

Los acuerdos paz en Guatemala, agenda pendiente.

Me resulta inmoral olvidar que los acuerdos costaron muchas vidas y dolor humano. Además  semejante frivolidad  obvia que al incumplirlos, las raíces del conflicto interno están presentes. Estoy convencido que los acuerdos culminados en 1996 siguen siendo el programa de la redención de Guatemala.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

El conflicto guatemalteco arrancó tras el derrocamiento de Arbenz con la instauración de un régimen anticomunista  que paulatinamente se convirtió en una dictadura militar,  que a su vez incrementó su carácter terrorista. La dictadura militar reprodujo un orden capitalista excluyente sustentado en una enorme concentración agraria, cifras notables de miseria y privilegios asentados  en el racismo contra los pueblos indígenas, que constituyen el 60% de la población. Los acuerdos de paz buscaron  desmantelar las causas del conflicto que podríamos resumir de  manera esquemática en dos: la inexistencia de un orden democrático debido  a la dictadura militar y una sociedad marcada por la pobreza, la desigualdad y el racismo. Al igual que en Colombia en donde la negociación de paz entre el gobierno y las FARC ha sido adversada por la ultraderecha, los negociadores  en Guatemala tuvieron una oposición proveniente de los sectores que más temían ser afectados: la extrema derecha en las fuerzas armadas y en las cúspides empresariales.

Para valorar los acuerdos de paz, hay que decir que entre  los nueve acuerdos sustantivos, seis resultaban decisivos para la resolución del conflicto: la democracia, el retiro del ejército del gobierno, el respeto a los derechos humanos, el respeto a la identidad y derechos de los pueblos indígenas, la solución a la problemática socioeconómica y agraria y el establecimiento de una comisión para la verdad histórica. Dos temas parecen estar irresueltos y provocan que veinte años después de haber sido firmados los acuerdos, la desigualdad social y la pobreza en Guatemala sigan siendo notables. Estos dos temas son la reforma agraria y la reforma tributaria, que habrían de  cumplir funciones de redistribución social en el campo y la ciudad.

He aquí el motivo por el cual tras veinte años de haberse firmado los acuerdos de paz, estos siguen siendo una agenda pendiente para el país.  Por ejemplo, el acuerdo sobre aspectos socioeconómicos y situación agraria dista mucho de haberse cumplido. El Censo Agropecuario de 2003 evidencia una alta concentración agraria. El minifundio en el que se asienta el 92% de los productores agrícolas del país, en números redondos tiene solamente  un 22% de la tierra cultivada, mientras que los grandes propietarios que representan solamente el 8% de los productores concentran el 78% de la misma. Esto significa que la situación  después de los acuerdos de paz, no ha variado  en lo más mínimo con respecto a la que existía antes del conflicto armado, porque en ésa época el 2% de los grandes terratenientes acaparaban el 62% de la tierra. El resultado es que la desigualdad en el campo guatemalteco es muy grande, como lo muestra un índice de Ginni de 0.84.

No pocos dicen que habría que olvidar los acuerdos de paz y plantear agendas más actuales. Me resulta inmoral olvidar que los acuerdos costaron muchas vidas y dolor humano. Además  semejante frivolidad  obvia que al incumplirlos, las raíces del conflicto interno están presentes. Estoy convencido que los acuerdos culminados en 1996 siguen siendo el programa de la redención de Guatemala.

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