En estas elecciones
Ecuador completó 10 años de Revolución Ciudadana, el proceso que trasformó más
profundamente al país en todas sus dimensiones. Antes del gobierno de Rafael
Correa –que él caracterizó como un cambio de periodo y no solamente un periodo
de cambio–, Ecuador había tenido tres presidentes que no habían logrado
concluir sus mandatos, tumbados por movimentos populares que se rebelaron
contra sus programas neoliberales.
Emir Sader / LA JORNADA
La derecha
latinoamericana venía de acumular avances, desde las elecciones parlamentarias
en Venezuela, la presidencial en Argentina, el referendo vicioso en Bolivia, el
golpe en Brasil, y se apresuraba a festejar una victoria más. Sus portavoces,
de derecha y remanentes de ultraizquierda, contaban con un gran resultado de la
alianza de los candidatos opositores al gobierno de Alianza País. Guillermo
Lasso, el banquero más rico de la nación, y Cinthia Viteri, otra variante del
neoliberalismo, apenas se disputaban quién enfrentaría al candidato del gobierno
en la segunda vuelta.
A pesar de la recesión
económica que se abatió sobre Ecuador, como reflejo de la prolongada depresión
internacional –y su conocida dificultad de defenderse, dada la dolarización de
la economía impuesta por la derecha– y de la campaña sucia –al igual que en los
otros países de la región– llevada a cabo por la oposición, los resultados no
fueron los que ellos esperaban. Aun sin llegar al 40 por ciento, que le hubiera
permitido ganar en primera vuelta –dado que superaba holgadamente la distancia
de 10 por ciento hacia el segundo colocado–, Lenin Moreno se acercó mucho, pero
le faltaron décimas para lograr ese índice.
La oposición más bien
se asustó frente al riesgo de que Lenin ganara en primera vuelta.
Inmediatamente Lasso llamó a la formación de un frente por la gobernabilidad
democrática e intentó repetir el discurso de Mauricio Macri en la segunda
vuelta en Argentina, según el cual, sumando los votos de los candidatos de la
oposición, la mayoría desearía el cambio.
En estas elecciones
Ecuador completó 10 años de Revolución Ciudadana, el proceso que trasformó más
profundamente al país en todas sus dimensiones. Antes del gobierno de Rafael
Correa –que él caracterizó como un cambio de periodo y no solamente un periodo
de cambio–, Ecuador había tenido tres presidentes que no habían logrado
concluir sus mandatos, tumbados por movimentos populares que se rebelaron
contra sus programas neoliberales.
En una década, Ecuador
vivió un extraordinario proceso que retomó el crecimiento económico, esta vez
con inmensos programas de distribución de renta, que han promovido la inclusión
social de sectores antes siempre excluidos. El Estado fue refundado, la
infraestrutura modernizada como nunca, el país conquistó finalmente un lugar de
prestigio en el mundo, con su desarrollo interno, su política externa soberana
y el liderazgo de Rafael Correa, el personaje que proyectó a la nación en el
mundo.
Las elecciones de este
año se hacen en el contexto de los efectos de la recesión internacional sobre
la economía de Ecuador, indefenso frente a la dolarización promovida por la
derecha. Correa renunció a ser candidato de nuevo y Alianza País lanzó una
lista con sus dos vicepresidentes, Lenin Moreno en el primer mandato y Jorge
Glass en el segundo.
Como ha ocurrido en las
últimas campañas en la región, la derecha se presenta como un cambio que
mantendría las políticas sociales del gobierno. Como ha ocurrido en Argentina y
Brasil, ficciones para conquistar votos, pero negadas una vez que asumen el
gobierno y se impone el duro ajuste fiscal de la restauración neoliberal.
Un candidato que se
presentaba como socialdemócrata, extremamente moderado, quedó en cuarto lugar,
con pequeña votación, a pesar de recibir el apoyo de los sectores de
ultraizquierda, que expresaron su ferocidad anti-Rafael Correa, tomando a éste
como su enemigo fundamental. El abanderado afirmó que se quedará equidistante
entre derecha e izquierda en la segunda vuelta, en contraste con la derecha,
que ha apoyado con todo a Lasso.
Después de la votación
mínima que han tenido en las elecciones anteriores, la ultraizquierda esta vez
no se arriesgó a lanzar candidatura propia. Para el Parlamento tampoco tuvieron
éxito, confirmando su rol de declive en el apoyo popular y en la vida política
del país, a pesar de su lenguaje violento y la canalización de su accionar
solamente contra el gobierno.
La gran polarización,
como en las otras naciones progresistas de la región, se dio entre el gobierno
y las alternativas de derecha, confirmando que hay dos opciones que se
enfrentan: la neoliberal y la posneoliberal. En la segunda vuelta Lenin puede
contar con la gran ventaja que obtuvo en la primera, con la mayoría absoluta
que Alianza País logró en el Parlamento, con la aprobacion en referendo de la
posibilidad de que alguien que tenga cargos públicos pueda tener cuentas en
paraísos fiscales. Son expresiones de que no solamente Alianza País sigue
siendo, de lejos, el más grande partido de Ecuador, como que posee una
estructura política nacionl muy fuerte para encarar el mes y medio de la
campana.
Será una segunda vuelta
de contraposición directa entre lo que han hecho para el país los partidos de
derecha –unidos todos alrededor de Lasso– y los avances realizados por el
gobierno de Rafael Correa, sin disfraces. La derecha y la izquierda de América
Latina se sentirán perfectamente representadas en las dos candidaturas, así
como el pasado, el presente y el futuro del continente.
Correa no renuncio a ser candidato, NO PUEDE SER REELECTO POR MAS DE DOS PERIODOS, segun la Constitucion Ecuatoriana, ademas NO REFUNDO EL PAIS, ese es un slogan que se ha creado para elevar el egocentrismo de un gobierno que para desgracia de los ecuatorianos parece ser EL MAS CORRUPTO DE LA HISTORIA...
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