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sábado, 13 de mayo de 2017

Ecuador: Una aceleración histórica (II)

En nuestro Ecuador, las obras públicas han sido históricamente un medio de superación de aislamiento regional. Ya que vivimos en un territorio cruzado por grandes accidentes geográficos, que dificultan la comunicación entre las gentes, cada carretera, puente o aeropuerto son un medio de aproximación física, pero también de vinculación social y cultural entre ecuatorianos.

Jorge Núñez Sánchez / El Telégrafo

Eso es lo que ha ocurrido durante la Década Ganada. Las estupendas e innumerables obras construidas en todo el país han producido sorprendentes efectos anímicos, que muestran un verdadero renacimiento espiritual en el pueblo ecuatoriano. A continuación describo algunas manifestaciones de esto.

Hay un nuevo espíritu de unidad nacional, que ha superado para siempre el regionalismo enfermizo de otros tiempos. Lo revelan la notable solidaridad del país ante el terremoto de Manabí y Esmeraldas y el crecimiento explosivo del turismo interno, que aprovecha las nuevas vías y el nuevo ambiente de autorreconocimiento nacional.

Hay un nuevo sentimiento de orgullo nacional. Antes nos sentíamos habitantes de un país de ínfima importancia y ahora nos sabemos ciudadanos de un país digno y equitativo, que está en pujante esfuerzo de progreso.

Hay una nueva conciencia ciudadana. Antes nos parecía natural que hubieran gentes de primera y de segunda importancia, que las ciudades tuvieran todos los servicios y el campo ninguno, que existieran extremos escandalosos de pobreza y riqueza. Ahora tenemos una ciudadanía consciente de sus derechos políticos y también de los económicos, sociales y culturales.

Hay una nueva conciencia política. Gracias a las sabatinas presidenciales, pero también gracias a la labor de los medios públicos, se ha desarrollado esa nueva toma de conciencia política en amplios sectores populares. Hoy las gentes saben que la pobreza, los salarios o los impuestos son asuntos políticos fundamentales. Y tienen claro que el papel del Estado es el de proteger a los más débiles y promover su educación y desarrollo.

Hay una nueva conciencia social. Grandes sectores  populares saben que su marginación y atraso son efectos de la explotación y marginación de que han sido víctimas. Y encuentran que la Revolución Ciudadana les ha abierto las puertas a nuevas oportunidades y a una vida nueva, como lo prueba la presencia de indígenas, afros y montuvios en altas funciones públicas.

Hay una nueva presencia política femenina. Es verdad que eso empezó a cambiar años atrás, gracias a la acción política de las mujeres, pero fue la Revolución Ciudadana la que facilitó la llegada masiva de mujeres a los altos cargos del Estado. Así, ha existido un alto número de legisladoras y tres mujeres han dirigido la Asamblea Nacional, mientras numerosas mujeres actuaban como ministras, viceministras y subsecretarias.

Y también hay una nueva condición social femenina: amas de casa afiliadas al Seguro Social, empleadas domésticas con sueldos dignos, bonos y sistemas de estímulo para mujeres emprendedoras.

En fin, Ecuador goza de un nuevo prestigio internacional. Gracias a su Revolución Ciudadana, es visto en el mundo con gran respeto e inclusive como un ejemplo a seguir en la solución de los problemas sociales. Ello se ha reflejado en la variedad de premios y doctorados honoris causa otorgados al presidente Rafael Correa por universidades extranjeras, en reconocimiento a su labor pública.

Todos ellos son, sin duda, signos de identidad de un nuevo Ecuador, animoso y esperanzado en su futuro.

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