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sábado, 24 de junio de 2017

Argentina: La arrogante infamia neoliberal desconoce límites

Las masivas y frecuentes manifestaciones masiva en contra de las medidas aplicadas por el gobierno de Macri son ignoradas y sus actos públicos – si cabe definirlos de esa manera – son una puesta en escena vallada, un simulacro de cineastas y trolls que recrean una fantasía, una ilusión al mejor estilo de Truman Show.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Si hay algo que no reconoce límites es la arrogancia neoliberal, sus ideólogos y chamanes, como es el caso de Durán Barba para la Alianza Cambiemos, sugiere cualquier barbaridad y se lanzan a realizarla, seguros que, ese absurdo propuesto al instalarse y ser rechazado, gana entidad al visibilizarse dejando un resabio sobre el que podrán insistir nuevamente. Esa lógica de Polifemo la vienen practicando tan frecuentemente que parecen haberse vuelto adictos. De allí el pego, se enojan, me disculpo y vuelvo de nuevo en cualquier momento y avanzo otros centímetros. De hecho, que esto es burdo, grosero, pueril y cualquier adjetivo le cabe, puesto que la eficacia de la acción está por sobre el efecto, sobre todo la repercusión social que lleva no sólo a la exclusión, sino a la extinción o la muerte de personas concretas.

Vacíos de ideología, no reconocen un compromiso con nada ni nadie, salvo el bolsillo de sus inversores. Buceando algún resquicio desde donde mirar las cuestiones planteadas, la videopolítica, ese recurso imprescindible sobre el que respaldan sus acciones nos advierte García Canclini, ha modificado e intenta permanentemente modificar la condición del ciudadano y manipular sus demandas. 

Esto lo sabe e impone el gobierno de Macri. Al punto que las masivas y frecuentes manifestaciones masiva en contra de las medidas aplicadas son ignoradas y sus actos públicos – si cabe definirlos de esa manera – son una puesta en escena vallada, un simulacro de cineastas y trolls que recrean una fantasía, una ilusión al mejor estilo de Truman Show. Deben recurrir a esa imagen fabricada de popularidad que jamás han tenido, justamente para legitimar cotidianamente su rol de representantes, como estipula la forma de gobierno democrática. 

Sus teóricos y maquilladores mediáticos realizaron un esfuerzo extraordinario en las celebraciones de rigor, como el del 20 de junio, Día de la bandera nacional, llevado a cabo en Rosario, sede del monumento a la enseña patria. Allí, entre autoridades, Fuerzas Armadas e invitados, eran una notoria y pequeña minoría, sugiriendo algún pícaro que, en algún momento, deberán recurrir a distribuir promociones de sus empresas beneficiarias para garantizar concurrencia.

En el otro extremo estuvo la convocatoria de Unidad Ciudadana en el estadio de Arsenal, donde tuvo como única oradora a Cristina Fernández de Kirchner, quien compartió escenario con diversos ciudadanos afectados por las políticas devastadoras del gobierno nacional. Allí estuvieron investigadoras despojadas de sus becas del CONICET, docentes, trabajadores desocupados, jubilados y discapacitados a los que se les han retirado las pensiones no contributivas, de las que nos ocuparemos luego. 

Su mensaje fue de acompañamiento para volver a reorganizar la vida de la comunidad nacional en su conjunto, ahora empantanada en la miseria e incertidumbre, intentando sobrevivir. 

No hubo una exposición de candidaturas o programa futuro de políticas. No. Hubo un encuentro de la dos veces presidente con su pueblo, a cara descubierta, en la proximidad del abrazo y la mirada, en donde miles y miles de compatriotas comulgaban intentando darse calor y esperanza para mejor enfrentar los días por venir. 

Desde luego que estamos frente al proceso de las PASO en vista a las elecciones de octubre, pero esta reunión cobró otro sentido, fue una convocatoria amplia en donde tuvieron cabida los afectados, las familias, la gente de a pie y los militantes provenientes de las ideologías más diversas, lejos de un exclusivismo peronista o del Frente para la Victoria que representa la ex mandataria. Allí estaban peronistas de todas las épocas y gamas, desilusionados radicales, socialistas, comunistas e independientes. Todos al menos perjudicados por el azote neoliberal que, en la última semana tuvo de las escaladas más perversas y despiadadas que esbozamos en un comienzo. 

La Secretaría de Desarrollo Social, encabezada por Carolina Stanley, dejó sin efecto 170 mil pensiones no contributivas para discapacitados, cuyo valor es de $ 4.400. algo así como u$s 275. Valor que ayudaba mínimamente a la persona afectada y a su familia para poder sobrevivir a su precaria situación. Esgrimen que hicieron uso del Decreto 432 de 1997, del gobierno de Carlos Menem, tristemente recordado por su adhesión al Consenso de Washington, el desguace del Estado, las privatizaciones e infinitas calamidades que sumieron a la sociedad argentina en una debacle que llevó a la crisis del 2001. El descarado ataque se ensaña con los más débiles, con las personas que más necesitan de la protección del Estado, a través de los complejos mecanismos del Sistema de Seguridad Social. 

El derecho laboral, también ahora en peligro y continuamente jaqueado por el presidente en persona, con su alusión a las mafias de abogados laboralistas y la industria del juicio, rezonga como patrón que tiene el bolsillo encadenado. Idéntico criterio utiliza cuando le indica a su ministra el recorte en pensiones, recorte que en estos momentos intenta frenar y revisar la semana próxima. 

Pero no sólo son las pensiones, los juicios, sino también las autorizaciones inescrupulosas a los laboratorios para que suban los medicamentos, cuando el millar de obras sociales nacionales que cubren esa delicadísima necesidad, se han reunido y rogado al gobierno que no adopte esa actitud porque no pueden hacer frente a la demanda de sus enfermos, sobre todo aquellos con enfermedades graves que requieren drogas carísimas. Lo llamativo, es que la vicepresidente y el ministro de Trabajo, son personas con discapacidad y requieren del auxilio de sillas de ruedas para movilizarse, es decir, que, por sus situaciones personales, deberían tener una sensibilidad y consideración con aquellos compatriotas que padecen idéntica situación.

Nos alumbra la esperanza que, tanta aberración y despropósitos, aglutinen descontento para poder ponerle freno.

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